
Cuando nuestros niños son pequeños deseamos que lleguen a ser personas de bien. No imaginamos ni por un momento que algún día nos llamen del colegio para comentar que a tu chico se le va a abrir un protocolo por acoso escolar o que es víctima del mismo.
¿Qué le pasa a la infancia? ¿Esta generación está hecha de otra pasta?
Andamos confundidos, nunca hubo tanta información sobre educación y creo que tampoco tanta desorientación.
Lo que hacían los progenitores y docentes de antaño ya no tiene los mismos resultados.
No hay obediencia, no hay sumisión.
Esta sería una fantástica noticia pero siento que no estamos siendo del todo honestos con nosotros mismos. Hemos establecido cuál es el enemigo y algunos, de palabra, descartamos la obediencia pero solo de palabra, luego la buscamos como la mejor aliada en educación, la exigimos. Otros, por contra, huyendo de «la bicha», abandonan a los niños a la suerte del libre albedrío, sin supervisión, ni guía.
En ambos casos se elige que en nuestros niños, se expíen todos los errores pretéritos almacenados en el desván de nuestras infancias. Renunciamos a la imposición y al mero control. Y los niños quedan encomendados a la magia.
Educamos para el presente y futuro desde el lastre de un pasado del que renegamos.
Desechamos la sumisión porque sus efectos no nos gustan y en su lugar ¿qué vincula a la infancia hoy con el adulto cuidador? ¿Cuáles son los nexos entre las personas?
Si hay conciencia del camino que hemos decidido transitar y somos compasivos con nosotros mismos podríamos reconocernos en un proceso de cambio en el que no somos hábiles y solo así contaríamos con oportunidades de aprendizaje. Si no es así, si no identificamos cuáles son nuestras metas y optamos por las estrategias para alcanzarlas, quedamos alejados de cualquier posible solución o alternativa.
Y los chicos están expuestos al loco malabarismo entre lo que sentimos y lo que hacemos. Una suerte de incongruencia que se evidencia en cada actuación, en cada gesto.
Pedro repitió segundo de Primaria, está en tercero. Su expediente académico va engordando con toda suerte de fracasos, casi no sabe leer, tampoco escribir. Busca la menor oportunidad para insultar, agredir a sus compañeros. La maestra está incorporando dinámicas de habilidades sociales en el aula. Pone todo su esfuerzo en ayudar a Pedro. Al final de cada una se hace un mural, cuando los niños logran éxito, los que no pusieron empeño, los que no entraron en la dinámica, no aparece su foto. Pedro nunca está.
Estamos viviendo un momento en el que las ganas de cambio van muy por delante de las prácticas adecuadas para el cambio. Actualmente usamos tanto la terminología democrática que acabará perdiendo parte de su impacto. Sin darnos cuenta de que podemos quemar en el camino lo que sería una gran oportunidad de mejora social. Terminaremos achacando a nuevos paradigmas su ineficacia sin tan siquiera haberlos puesto en uso. Desgraciadamente mediados por la ignorancia o bien por no tomarse el tiempo necesario para ver qué estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo.
Seguimos repitiendo viejos esquemas pero ahora de una forma mucho más hiriente, con pátina de respeto. Las herramientas respetuosas, por muy democrático que tengan el nombre, pierden toda la eficacia si a la base no hay una actitud en esa dirección que las respalde.
Pedro, hoy volvió a pegar, se ensañó. La familia del niño al que suele mostrale ojeriza está muy preocupada. El centro también, la tensión se masca. Cada día hay en el periódico casos de niños maltratados por otros. El miedo planea sobre muchos. El instinto protector avanza. Pedro fue expulsado de la clase, ya no puede hacer otra dinámica de habilidades sociales con sus compañeros. Nadie confía en que mejore. Es inútil, no se puede hacer con él. En el despacho del director recibió el undécimo sermón, esta vez acompañado de advertencia «esta es la última que te pasamos». La maestra, cuando regresa, conversa con él, intenta contrarrestar, no lo puede evitar, siente pena por él. También por el otro compañero, salió maltrecho.
Parte del problema del acoso escolar ¿puede ser que términos como responsabilidad, firmeza, límites fueron relegados? Se han acabado asociando a aquello que denostamos, el autoritarismo. Y un pilar sustantivo para que las personas alcancen a ser tales, no está agendado en las prácticas de crianza y educación.
Hay un vacío mortal en educación.

Queremos individuos capaces y libres ¿por qué acosan los niños?
No salen las cuentas. No nos hemos parado a pensar que el niño sin modelado, sin oportunidad de ejercitación, sin equivocarse, sin saber cómo se hace eso de… respetar, tolerar, escuchar, empatizar, no puede ser ni prudente, ni responsable, ni asertivo.
Hemos dejado las habilidades para afrontar los problemas, las relaciones, la vida, en manos de un enloquecido deseo de que sean mejores que nosotros pero están a merced de graves dificultades para encontrar la forma de llegar a ser esos adultos resilientes, con buen carácter y con muchas capacidades intra e interpersonales. No porque hayamos elegido hacerlo así sino porque, sencillamente, no sabemos cómo se hace y cómo se expresa el respeto, la responsabilidad, la tolerancia, la empatía, la asertividad… Los niños no tienen referentes de aquello que les exigimos.
Carlos sufre, está en tercero, tiene un compañero, se llama Pedro. Carlos no destaca en su grupo, habla poco. Ahora lleva unos días que le asusta moverse por el colegio, si se encuentra con Pedro puede que le amenace o que le humille o que le pegue… ¿cómo se lo digo a la maestra? Lo hizo, ella primero le quitó importancia ¡cosas de niños! Carlos no se siente comprendido, pero algo ha cambiado, solo sabe que ahora está muy, muy observado.
Condensar todas las reflexiones y que fueran de utilidad ¿verdad? No es fácil, si lo fuera ya estaba resuelto el acoso escolar. Pero ni los expertos se ponen de acuerdo. Ante la ausencia de elixires, y con la mejor de las intenciones, con el sello incluso de profesionales especializados, los acosadores serán etiquetados, juzgados y castigados, más temprano que tarde. Las víctimas, estigmatizadas también con etiquetas que posiblemente les hagan permanecer anclados y bloqueados.
Ante la mera sospecha, con la sola mención de «acoso escolar», se aplicarán de nuevo las herramientas de antaño, aquellas de las que huíamos como adultos lastimados. Si en las aulas de natural hay conflictos ahora se viven bajo una nueva perspectiva, el temor a la responsabilidad de no poder poner freno a ataques furibundos, de ensañamiento de niño contra niño.
En las tutorías se dan cita familias y docentes, cada uno al final lo que necesita es apartar de sí la patata caliente y se buscan culpables y se ponen deberes a los otros. Nunca va a ser tan necesaria la complicidad. Cuando esto pasa, cuando el conflicto nos enfrenta, estamos constatando que somos incapaces, que no tenemos las soluciones, que lo que necesitan los niños, ayuda, no está en el orden del día. No sabemos, no podemos dar respuesta apropiada al acoso escolar.
Como resultado tenemos criaturas estresadas a las que no tenemos ni idea de cómo cuidar y atender.
Sería largo comentar en esta entrada lo que pienso sobre la violencia subliminal que se ejerce sobre la infancia, ya he escrito alguna vez del tema.
Muchas de las situaciones de ausencia de autorregulación encuentran alguna explicación cuando revisamos el impacto que tenemos como progenitores, como maestros, como sociedad en el acoso escolar. Aunque luego nadie se dé por aludido cuando llega el infortunio. Es cierto que educar apropiadamente no es garantía de que no vaya a haber sustos. Tampoco de que todos los niños vayan a alcanzar las cotas esperadas de actuar como una «buena persona». Pero de ahí a que los niños carguen con la mochila que más pesa, la que no les pertenece, la nuestra, la de nuestro déficit en habilidades de vinculación afectiva y efectiva, es echar balones fuera.
Y así no se cuida infancia.
¿Cuál es nuestra contribución en al acoso escolar?
Pienso que lo primero es sincerarse con uno mismo. Los errores que no se hacen conscientes no se pueden trabajar. Podemos empezar a tener otra perspectiva sobre el acoso escolar si nos abrimos al valor del conocimiento y el aprendizaje en educación. Cuando lo que hacemos ya no funciona siempre podemos revisar qué cambiar y cómo lo vamos a hacer.
Algunos puntos para la reflexión:
- Sin vinculaciones afectivas saludables en la primera infancia los niños no generan la confianza básica en el adulto cuidador y por ende, a la larga, en sí mismos. No se trata de amar mucho, sino de que el mensaje de amor llegue de forma saludable.
- Las mentes que no están cableadas por el buen trato difícilmente pueden forjar vínculos de confianza consigo mismos y con los demás. Si esta confianza básica no se construye en la primera infancia, el cimiento de la afectividad es inestable, los equilibrios internos no se han establecido sólidamente y dan lugar a funcionamientos “anormales” e inestables del sistema nervioso central.
- Si la base afectiva es inestable, si los niños no se sienten comprendidos y ayudados, el resto de la construcción personal puede no serle de utilidad al individuo.
- La genética es importante, lo es también la calidad de experiencias.
- Desde el mero control y corrección solo se desarrollan habilidades para la sumisión o la rebeldía. Los niños se muestran hipervigilantes y reactivos, el mundo no es un entorno de crecimiento personal sino un ámbito amenazante del que hay que defenderse, atacando, huyendo o inhibiéndose.
- Somos química, cuando promovemos la circulación de cortisol en las relaciones educativas ya hemos perdido al niño, su escucha, su receptividad, su cercanía, el aprendizaje.
- Para obtener resultados distintos en el comportamiento es necesario crear nuevas nuevas «redes hebbianas», las experiencias significativas emocionalmente y repetidas dan lugar al aprendizaje de nuevas habilidades.
- No solo es sustantivo lo que hacemos como educadores, lo es cómo percibe y cómo interpreta el niño las actuaciones. En función de ellas, ellos, toman sus decisiones para asegurar su pertenencia y significado. Cuando el adulto es controlador o por el contrario permisivo, el niño no puede establecer las organizaciones internas necesarias para que se desarrollen la autoestima, la autorregulación, la autodisciplina, la responsabilidad.
- Cuando los niños están expuestos de manera prolongada a situaciones en las que hay una fuerte carga emocional de indefensión, de culpa, de temor, los recuerdos serán almacenados en su memoria a largo plazo como plantillas de vida en las que las únicas estrategias tienen la finalidad de asegurar supervivencia, sin oportunidad para que las funciones ejecutivas se desarrollen y se hagan cargo y puedan dotar de flexibilidad y adecuación a las respuestas.
Más información a tener en cuenta en el acoso escolar
A la hora de afrontar situaciones de acoso escolar es que los niños pueden no haber desarrollado las funciones mentales necesarias que harán falta para poder tener conciencia de la situación así como las estrategias suficientes para abordar los conflictos de manera apropiada; luego, la reflexión, la valoración, la asunción de las consecuencias y cómo remediarlas no figuran en su mapa mental. Son funciones ejecutivas que nunca tuvieron la oportunidad de ser desarrolladas, no puede improvisarlas:
- Pensamiento causal. Capacidad de definir el problema. Quienes carecen de este pensamiento suelen echar la culpa a otros.
- Pensamiento alternativo. Capacidad para generar el mayor número posible de soluciones. Quienes carecen de este pensamiento suelen usar la vía violenta.
- Pensamiento consecuencial. Capacidad para prever las consecuencias de actos y dichos propios y ajenos.
- Pensamiento de perspectiva. Capacidad de ponerse en el lugar del otro, salir del egocentrismo.
- Pensamiento medios- fin. Capacidad para tener objetivos y elegir los mejores medios para conseguirlos.
- Es fundamental tener en cuenta cómo percibe y de qué modo interpreta el niño. Los niños que no han podido establecer una afectividad saludable llegan a distorsiones cognitivas que son interpretaciones erróneas de «la realidad» que llevan al individuo a percibir el mundo de manera poco objetiva, además de disfuncional. Se presentan en forma de pensamientos automáticos y desencadenan emociones negativas que dan lugar a conductas no deseadas o desadaptativas.
Es decir cuando estamos ante un problema de acoso escolar son muchas las variables que hay que considerar. Para empezar hay que remontarse a las relaciones de base que este niño ha tenido la oportunidad de establecer en sus núcleos básicos de referencia. Familia y escuela.

¿Estamos preparados para cubrir con sensibilidad y respeto estas necesidades de la infancia?
Crear entornos en los que los niños, en cada situación de la vida cotidiana, cuenten con el respeto a su derecho de ejercitar las funciones superiores cerebrales es más importante que primar lograr objetivos académicos. Mientras los hogares y las aulas no sean oportunidad de resolución conjunta de problemas a través de habilidades fundamentales como:
- conocer sus emociones, sentimientos y pensamientos, identificarlos
- aprender a expresarlos sin ser hirientes
- explorar nuevas formas para ayudarse a sí mismo y a los demás a asegurar el sentido de pertenencia observando el impacto de nuestras palabras y acciones
- manejar el estrés desarrollando autorregulación
No contaremos con el aval de haber establecido ambientes seguros donde podamos, todos, comunicar sin miedo, ni culpa, preservando la dignidad de todos, si los chicos no pueden aprender de los problemas enfocando qué cambiar, en lugar de hacer pagar o avergonzar.
Los LÓBULOS PREFRONTALES son la única oportunidad que tenemos para escapar del poder que los impulsos tienen sobre nosotros, son el órgano civilizador.
Con la frontalización se aprende a usar el pensamiento reflexivo y autorregulador, que permiten el desarrollo de la inteligencia intrapersonal, base sobre la que florece la interpersonal.
Si queremos niños empáticos y asertivos, cada hogar, cada aula, debe ser ese gimnasio en el que la infancia cuente con el entrenamiento del poder compartido, no el de uno sobre otro, dejando de lado ideas rancias en las que tener autoridad es sinónimo de dominar a los demás.
Perdemos la oportunidad de una influencia apropiada cuando:
- No aseguramos la fortaleza de la pertenencia y los niños se sienten ignorados
- No tenemos en cuenta que para que los niños actúen mejor no hay que hacerles sentir antes mal
- Protección es sinónimo de restarles oportunidades para ejercitar su capacidad
- Obviamos que el autocontrol no se genera de manera espontánea, para alcanzarlo hay que desarrollar habilidades, comprenderse a sí mismo, contar con lenguaje emocional y requiere modelado y práctica, práctica, práctica…
- No entendemos que para que haya receptividad es imprescindible la conexión emocional, los niños deben sentir que son comprendidos, esto no significa que sus conductas sean aceptadas.
- No separamos actuación de sentimiento. Si los chicos sienten que sus sentimientos no son lo mismo que sus conductas se encontrarán motivados a aprender nuevas habilidades. Si identifican sentimiento y actuación, pensarán que son defectuosos y malos y no estarán alentados al cambio.
- Resolvemos los problemas por ellos, sermoneando, castigando, amenazando, sobornando…
- Ordenamos y no preguntamos
- Hablamos y no permitimos que haya otras perspectivas, otras opiniones. La última palabra siempre es la nuestra.
- Invitamos a la competitividad en lugar de a la cooperación
- Manipulamos y alimentamos dependencia mediante la alabanza y el premio
- Usamos las situaciones de estrés para perder el autocontrol y hacer y decir cosas violentas
- No podemos leer las emociones que están a la base de las estrategias educativas que usamos. La ira no inspira armonía, ni cercanía, ni seguridad, ni confianza… todas ellas indispensables para que el niño quiera escuchar y cambiar su propio comportamiento.
- Cuando no nos respetamos, cuando no respetamos.
Muchos apartados. Pienso que el acoso escolar no se puede tratar con menos. Las interacciones con la infancia, sobre todo las tempranas, pueden tener consecuencias muy duraderas. Es necesaria una mirada sosegada, comprensiva, de la influencia en el futuro bienestar emocional y físico de nuestros niños.
Es la actitud lo que importa y lo que debe estar a la base de toda relación con la infancia. Buscar otras causas puede alejarnos de las soluciones al abordar el acoso escolar.
Los niños nos necesitan, nosotros también necesitamos ayuda en este proceso de cambio que hemos emprendido.
Reflexionar juntos, construyendo desde las fortalezas del presente puede ponernos en la vía de un mejor futuro para todos.
De los mejores artículos sobre acoso escolar que he leído.
Muchísimas gracias Gema. Somos educadores, tomar conciencia de nuestra parte de responsabilidad es un gran paso hacia las soluciones.
Un abrazo.