Se lee, se oye que la gente joven de esta generación está afectada por la apatía social. Peyorativamente se dice «ni estudian, ni trabajan». ¿No saben, no pueden o no quieren? ¿Qué cuota de responsabilidad tenemos los adultos educadores en esa ausencia de motivación?
Mi respuesta es, toda. Y para buscar las causas pienso que hay que empezar por el principio. Los bebés nacen totalmente dependientes de su entorno. Y es nuestra obligación ayudarles a adquirir los instrumentos que les doten de autonomía, hacer posible su desarrollo despertando sus inteligencias.
Echando la vista un poco atrás es fácil observar el fuerte cambio social y su impacto en la vida familiar. La incorporación de la mujer al mundo laboral, núcleos familiares mucho más pequeños (ya no se vive con los abuelos), responsabilidades hogareñas compartidas por la pareja, dificultades en la conciliación profesional/familiar…
Hace 20 años, los padres trabajaban los hábitos de sus chicos. A comer, a dormir, a relacionarse, se enseñaba en casa. Posiblemente, se hacía por la información que trasladaban las abuelas a sus hijas y por la presión social, «lo bien visto» (cocinar para los hijos, poner en el orinal a determinada edad…) era el modus operandi. Hoy, se vive más libres de esos factores externos. La interiorización de responsabilidad por el conocimiento y la información de qué es lo imprescindible en nuestra actuación para asegurar una buena crianza y un futuro autónomo a los chicos, parece que es el motor de nuestro «hacer educativo».
Más de uno diréis ¡qué obviedad! Yo pienso ¡ojalá lo fuera! la imagen de los padres de hoy es de personas formadas e informadas pero la realidad de los niños no lo refleja.
Los niños requieren, en los primeros años de la vida, una atención muy especial, una atención de RESPETO. Precisan de nosotros oportunidades de aprendizaje. Precisan respeto a «sus capacidades para saber hacer».
¿Y eso cómo se hace? Dando la oportunidad de que el niño se conozca (capacidades, características, limitaciones) a través del ejercicio de las actividades de su vida cotidiana. Es así como forman la imagen de sí mismos, es así como consiguen la autoconfianza y la iniciativa para actuar, lo que en el futuro les capacita para elegir, pensar, crecer, querer…
Sugerencias:
Hay que encontrar la hora de…
– Ayudarles a aprender a dormir sin rechazo, con rutinas relajantes y saludables.
– Ayudarles a aprender a comer con placer, observando modos y hábitos saludables, con comidas ajustadas a su edad y sus necesidades.
– Ayudarles a aprender a lavarse, bañarse, vestirse… con rutinas previas que involucren y motiven.
– Ayudarles a aprender a saludar y despedirse. No con dramas.
– Ayudarle a aprender a jugar, a recoger, adquiriendo respeto por sus cosas y las de los demás, proporcionando los sitios accesibles y adecuados. Acompañando en el juego, pero brindando oportunidades de juego individual.
– Ayudarle a aprender a hablar en vez de gritar, a respetar.
– Ayudarle a aprender admitir el error y pedir perdón.
– Ayudarle a aprender a conocer sus sentimientos y los de los demás, con comunicación, mirando y escuchando al niño, mostrando aprobación o desaprobación, orientando con firmeza pero con la elasticidad que da el afecto.
¿Cuándo? Siempre, YA. Todos los momentos del día enseñan.
Nuestra actuación no se puede convertir en un invadir el terreno del niño, no podemos disfrazar nuestras motivaciones personales en injerencias para anular sus posibilidades de exploración, de conocer y descubrir sus capacidades.
Porque el trabajo en conseguir hábitos positivos para el desarrollo (mediante rutinas motivadoras y afectuosas) es el secreto de niños tranquilos y felices.
Desde luego para favorecer el desarrollo global del niño nuestra actitud ha de ser de respeto hacía él, respetando su momento madurativo, y »dejándole hacer».
Enhorabuena por el artículo, está muy bien redactado y es muy apropiado cómo guía para los padres, educadores, tíos, y toda aquella persona que tiene contacto con un niño/a.
Hola Eva, bienvenida al blog. La intención de los educadores, sean padres o maestros, siempre es la de ofrecer lo mejor a los niños. Pero pienso que, a veces, no viene mal que hagamos una reflexión sobre si nuestra actuación es coherente con esa intencionalidad. Muchísimas gracias por tu comentario.
Gracias Marisa, como siempre, por ser tan oportuna y tan generosa. Me ha encantado el articulo y quisiera contribuir con mi experiencia que va al hilo de lo que dices.
Soy madre de 2 hijos que se llevan entre uno y otro 5 años. Aunque yo la misma, mis experiencias no lo son. He aprendido y trato de hacerlo mejor con el más pequeño.
Me formé muchísimo, incluso diría que me especialicé en crianza de 0-3 años, pero qué pasa cuando pasan de los tres años??. Pues en mi caso lo que me ayudó, y aun me ayuda, hacerme una foto de lo que es una persona de esa edad. Por ejemplo, ahora. El mayor tiene 7 años. Cuando los cumplió yo leí acerca delos niños de 7 años, sus capacidades, sus emociones, sus retos sus inquietudes y sabiendo esto y ADAPTANDOLO a mi hijo, puedo entender mejor lo que le pasa, cómo siente y cómo ayudarle cundo pide ayuda con silencios. No es fácil. No siempre se tiene la pila conectada a la realidad, pero es inmensamente gratificante ver, sentir, saber que tu hijo, tus hijos son buenas personas, que tienen inquietud por el aprendizaje, por lo nuevo, tienen curiosidad, que “respetan” ,dentro de los límites de la edad, a los otros; que comienzan a entrar en el complicado mundo de la empatía “ponerse en el lugar del otro”; ´qué puedo decir ¡me siento muy orgullosa de ellos!
Ciertamente recuerdo que todo se lo hemos enseñado con naturalidad, dándoles tiempo, confiando. A la hora de dormir, nosotros hemos practicado “colecho” –dormir con los hijos- pero cuando se han ido a su cama, a su habitación, les hemos acompañado, sabiendo las particularidades de cada momento evolutivo, apoyándoles y también trayéndolos a la cama muchas veces. Comen bien, pero es que comenzamos ofreciéndoles la misma comida que tomábamos nosotros. Saben comportarse porque comen con nosotros y respetan las normas de comportamiento de la casa; se visten solos, incluso eligen su ropa, combinándola, porque hemos confiado en ellos y todo está a su alcance. Hasta el pequeño de dos años, se ducha solo, lavándose la cabeza. De vez en cuando le duchamos, también le gusta el mimo. Los saludos, son algo importante para la familia, más bien diría la buena educación, la cortesía,…, Juegan juntos, casi siempre piden presencia adulta, pero si hay amigos de su edad, los adultos sobran. Yo hablo muy alto, y muchas veces grito, así que no es de extrañar que mis hijos griten. Intento hablar con más calma desde que soy madre, y lo voy consiguiendo. El mayor también lo va consiguiendo, por lo que guardo esperanza con el peque, que aun disfruta mucho gritando. Admitir los errores y pedir perdón, es algo que me parece fundamental en la vida y para ello, creo hay que eliminar la culpa, aunque no la responsabilidad. Difícil equilibrio, pero ahí vamos. El RESPETO, que maravilla de concepto. Soy monitora de masaje infantil. Me titulé cuando ya el mayor era grande para recibirlo técnicamente hablando, aunque siempre le di masajes “a mi manera”. Con el pequeño quise poner en práctica todo lo que sabía y resulta que no le gusta, bueno pues no me queda otra que RESPETARLO y esperar a que sea él quien me pida el masaje o la caricia, según la ocasión. La emociones son tan nuestras y tan inseparables de nuestra visión de la vida que vivo como un error tratar de obviarlas. No percibo igual si estoy contenta que si estoy triste. Importantísimo pararse, pensar, sentir donde estoy YO, donde está ÉL, y vamos a construir. Tarea nada fácil pero sumamente gratificante como todo lo que tiene que ver con educar, criar, poner los cimientos para que nuestros hijos sean personas con recursos propios.
Tienes razón Marina, para estar al lado de los chicos facilitando su desarrollo, debemos ponernos en su pellejo, mirar por sus ojos y buscar la complicidad. A veces no es sencillo, dudamos ¿cómo no?, nos equivocamos, claro que si. De la resolución de los conflictos cotidianos y de las incertidumbres aprendemos y mejoramos. Vamos rápido, las agendas siempre están completas y los chicos exigen dedicación, constancia, esfuerzo, paciencia… todo ello aliñado con mucho cariño. Muchas veces hay que hacer juegos malabares, pero yo pienso que la dedicación afectuosa siempre va a beneficiar al niño. Mucho más si no se nos olvida que son capaces y les reconocemos su individualidad y potencialidad. A todos nos agrada que se nos reconozca. Mil gracias por tu comentario. Muchos besos.
Me ha gustado mucho la sencillez con la que transmites ideas tan importantes y necesarias para tener presentes en el día a día de la educación de los hijos.
Parece fácil y obvio expresarlo y escribirlo, pero lo que observo y por propia experiencia es que llevarlo a la práctica resulta más complicado y complejo. La mayoría de padres viven estresados, corriendo todo el día y no asumen que el trabajo de educar a los hijos es el más importante que ejercerán nunca. Continúan priorizando otras tareas y no encuentran el tiempo suficiente para estar con sus hijos y transmitirles todo lo necesario.
Creo que deberíamos fomentar más la conciencia de formación para padres si lo que deseamos después son hijos adultos felices, cariñosos, empáticos, respetuosos y con valores.
Desde mi blog intento ofrecer este apoyo a cualquier padre que desee compartir y expresar sus preocupaciones del día a día de sus hijos.
Muchas gracias Inma por tu comentario. Así es, parece fácil y obvio pero las personas que trabajamos con chicos percibimos que todas esas oportunidades de aprendizaje que requieren con atención a su capacidad y respetando sus posibilidades, no siempre se dan. Ahora que leo mucho en la red, hay una frase que se repite hasta la saciedad «todo lo que hacen los padres es respetable», yo la cambiaría, casi todo lo que hacemos los padres parte de la buena intención pero eso no basta. Las tareas de enseñar a ser comienzan con el nacimiento, con la guía permanente firme y afectuosa, con el sumatorio de las vivencias más pequeñas, con el modelaje de nuestro hacer, sentir y pensar. La autonomía se va ganando desde que se corta el cordón umbilical.
No conocía tu blog, te visitaré. Un abrazo.
Excelente artículo con las ideas claras y concisas. Gracias!
Muchas gracias Noelia, parece fácil, no lo es ¡Ese debe ser nuestro empeño, lograr el reto! Mil gracias.