Hoy, Tomás comienza su andadura de alumno de una escuela infantil, la nuestra. Tiene casi cuatro meses. Esta es una imagen que se repite año tras año. No penséis que la cotidianeidad del hecho ha mermado ni un ápice lo que para mí supone de trascendental.
Mª José, su mamá, ha venido en varias ocasiones a conocernos. Le hemos contado cómo va a ser la vida de su pequeñito en el centro. Para estos padres, quizá, sea una de las ocasiones, en las que hay que tomar una decisión de las más difíciles de la vida.
Mientras estamos en el despacho, los padres y yo, el lenguaje de las miradas, de los gestos, tiene una fuerza que ya quisieran las palabras. Noto cómo los padres anhelantes de confianza y seguridad, me escudriñan. Sé que quisieran conocer hasta el último detalle de mi pensamiento. Pero lo que no saben es que mi ansia también es esa, poder transmitir conocimiento y buen hacer.
Ya en su hogar han librado la primera batalla, sólo hay que mirar a Tomás, esa cosita pequeña, redonda y estremecedoramente indefensa, para imaginar lo que han sentido. Yo, con los años de experiencia, no he conseguido hacer un protocolo de actuación. Tengo que confesar que los bebés son mi debilidad y la emoción se adueña de mi persona con cada uno de ellos. Siento la información a los padres como si fuera, también para mí, la primera vez.
Es cierto, que los años vividos junto a mis chicos, creo que me han dotado de un cierto porte que ¡ojalá! se haga notorio. Ellos me han enseñado que la educación infantil es una de las mejores maneras de ayudarles a crecer. Me han enseñado que si estamos bien formados los adultos que les acompañamos en su camino por estos primeros años de la vida, su desarrollo brilla con más luz. Me han enseñado que la constancia, la paciencia y el cariño (¿os acordáis de que son mis tres ingredientes mágicos?) posibilitan todo lo que tenemos que afrontar a su lado, para que adquieran autonomía y maduración. Me han enseñado a sentir profundamente la responsabilidad de lo sustantivo de nuestra huella en sus destrezas, habilidades… de lo sustantivo en guiar, dejando ser. Me han enseñado que sólo estimulando y motivando sus experiencias conocerán y serán dueños de su mundo.
Y eso hay que traducirlo, todos los días, al lenguaje sensato y de respeto a su derecho a crecer. Hay que enseñar a comer, a dormir, a lavarse, a estar y ser con los compañeros, a querer y ansiar manipular, explorar, conocer… a aprender. Y además, no podemos ni queremos hacerlo solas. Necesitamos de vuestra colaboración, os buscamos porque os sabemos indispensables. Pero no de cualquier manera, en eso somos exigentes, os queremos conocedores de nuestra labor y cómplices en los objetivos. Esa es la mejor forma de que los chicos se sientan seguros, en un entorno coherente y comprometido con el crecimiento.
De como sus reflejos innatos trocarán en actividad intencionada, de como su ser prosocial devendrá en comunicación, colaboración e interactividad, de como las luces, las formas, los colores del entorno conformarán mentes significativas, creativas y autónomas… somos y nos sentimos las más honradas invitadas a compartir.
Releo el artículo y veo que casi me ha salido un himno ¿qué queréis? Me emocionan los bebés y me apasiona la educación infantil, dos proyectos de vida y futuro ilusionantes… que son uno.
Me emociona escuchar estas palabras, las comparto plenamente. Es una profesión vocacional, los niños tienen que estar en buenas manos. Un abrazo.
Hola Mª José, tal vez, este post sea la prolongación de esa emoción que siento cada vez que un chiquitín se incorpora al centro. Sé que para los padres es un momento difícil pero está claro que estamos en el siglo XXI y que vivimos en la sociedad que, de una manera u otra, nos hemos querido dar. Esto implica desarrollo profesional de las madres y por tanto, crianza compartida de los hijos con las escuelas. Partiendo de esta premisa y de los estudios, ya numerosos, que confirman los efectos beneficiosos de la estimulación temprana en el desarrollo infantil, sólo resta que los educadores nos hagamos cargo con ilusión y responsabilidad de nuestro compromiso con el crecimiento de los niños. Cada día soy más consciente de la necesidad de una exquisita formación de los educadores, de una implicación emocional, indispensable para trabajar en esta etapa y de la imprescindible colaboración con las familias, como garantía de un adecuado trabajo en Educación Infantil. Muchísimas gracias por tu comentario, un abrazo.
A Mª José, la mamá de Tomás: No te preocupes, estáis (la familia, no solo el peque) en buenas manos. Son de la familia.
Ojalá pudiéramos dejar a nuestros hijos con todo el equipo de la Escuela Gran Vía hasta los 6 años. Gracias por todo.
Raquel
Muchas gracias Raquel, el placer es nuestro por poder contar con personas como vosotros. Muchos besos.
Hola. Tomás lleva ya una semana en la escuela y estamos muy contentos. En un principio me decidí por ella porque al tenerla a unos metros de la oficina me daba la tranquilidad de saber que puedo continuar con la lactancia materna (algo que quiero hacer tanto como el trabajo y mi cuerpo me lo permitan) y que si hay algún problema en un momento estoy junto a mi niño.
Y la verdad es que hoy por hoy estoy muy contenta porque cada mañana cuando dejo allí a mi niño se queda con una sonrisa de oreja a oreja y cuando paso a darle de comer sigue contento (¡¡¡siempre que no me retrase y le ataque el hambre!!!) y para mi eso es lo principal, ver a mi niño feliz.
Es cierto que me cuesta mucho separarme de él. Es un niño que ha costado mucho tener y cada minuto lejos de él parece que cuesta un poco… pero me tranquiliza verle en buenas manos.
Muchas gracias Mª José, sabemos que para los padres traer a un chiquitín a la escuela no es fácil, sobre todo cuando es «tan chiquitín». Por eso con mi artículo quería que supieses que estamos a tu entera disposición, no sólo en los cuidados y atenciones que el niño requiera sino en cualquier aspecto que consideres pueda fortalecer tu confianza y tranquilidad. Para nosotras es una satisfacción enorme poder compartir con vosotros, los padres, estos maravillosos primeros años de la vida de Tomás. Mil gracias, muchos besos.