A cada poco sale a pasear un post que escribí el curso pasado «De anhelos y conflictos». Parece que cuando hablas de niños de 0 a 3 años todo es ideal, positivo, casi rozando lo celestial. Es fácil caer en ese planteamiento precipitado porque son pequeñitos, porque nos gustaría saberlos siempre felices, porque son tiernos y despiertan todos nuestros afectos. Tal vez por ello a nuestra cabeza le cuesta tanto trabajo asimilar el color gris que toma, a veces, la interacción del niño con sus iguales.
La realidad del niño está poblada de mil pequeños conflictos que serán los que le den soporte a su construcción afectivo social, quizás la más importante del individuo.
Esta semana andamos intentando un acercamiento de planteamientos en el foro de Escuela enREDada, a través de la expresión de opinión, información, dudas y temores sobre una de las conductas que nos acompañan todos los cursos y que tienen un efecto poderoso para provocar el rechazo de las familias, hablo del mordisco.
No es agradable para el educador presenciar el resultado cuando un niño muerde, ni imaginar el dolor, ni tampoco informar a los padres con el rosetón en una cara menuda que no entiende nada de lo acontecido.
Así como para los progenitores, tampoco es sencillo, controlar el sentimiento de impotencia y rabia. Se tiene la impresión de haber dejado al niño desamparado, no haber ejercido el control necesario para que los responsables de su custodia cumplieran con su función.
Son los primeros sentimientos que afloran, necesarios, a partir de ahí podemos bucear en la situación y sacarle el provecho que nos ofrezca. Al fin esa es la gran cualidad de los conflictos, si se manejan bien, se aprende, se crece.
Imprescindible no perder de vista al niño que tenemos delante, si lo hacemos todas la estrategias que pudiéramos estudiar no serán válidas.
- No hace ni dos años, estos pequeños que hoy son objeto de nuestra inquietud, tenían un cerebro «limpio» que se ha ido llenando con imágenes, sensaciones y acciones pero solo eso, aún no tiene ideas, el razonamiento no se ha instalado, es un inquilino que todavía tardará en aparecer.
- Están en pleno periodo sensoriomotor, con bocas y manos ávidos de exploración. Con ausencia de lenguaje que les dote de consciencia, planificación o regulación de conducta.
- Y con el añadido de la impulsividad sin límite, lo que quieren está ahí fuera, es lo externo, sus motivos no son conscientes solo mediados por deseos imperiosos que no atienden a paciencia ¿qué será eso?, a demora, a frustración.
- Nada está interiorizado, sin embargo son vitales, activos, así conseguirán toda esa información que sus sentidos siempre alerta captarán para alimento de sus cerebros.
- Sentimientos y emotividad lábiles, con un ir y venir de cambios sin causa aparente.
- Necesitan todo, anhelan todo y no pueden ni deben parar para conseguirlo, se está construyendo un psiquismo. Debatiéndose entre lo que desean y lo que les permite el adulto.
Quiero decir que no les podemos exigir lo que no pueden dar, no porque no quieran, no existe voluntad, capacidad, ni autocontrol.
Vaya diréis, entonces que hagan lo que quieran porque si no se puede remediar y encima está avalado por desarrollo evolutivo, nuestra actuación de adulto será sufrir en silencio. No, nada más lejos de la realidad. Su incapacidad nos hace más presentes que nunca.
Para ello, tres columnas vertebrales:
- Coherencia adulta entre lenguaje y actuación.
- Coherencia de opinión entre los miembros de la familia.
- Coherencia en las pautas de la familia y las de la escuela.
Actuación de la escuela:
- Modelaje de actuación pacífica y moderada.
- Entorno de confianza y seguridad para aliviar las tensiones del niño (No os tengo que explicar que en adaptación esto se complica)
- Aprobación de todas las vías de relación que se sustenten en comportamientos adecuados.
- Reconocimiento y valoración de actitudes de respeto a los otros niños, expresión de la satisfacción con momentos de atención individualizada y demostraciones de afecto.
- ¡Cuidado con los premios! el buen comportamiento exige reconocimiento, no premio, el premio es algo externo y hacer al niño dependiente de ese refuerzo le puede privar en el futuro de la interiorización de la responsabilidad.
- En situación de conflicto, no hay agresor, ni víctima, hay dos peques con necesidad de ayuda.
- El «no» nunca debe ser en actitud amenzante, no se debe corregir la agresividad utilizándola.
- El mensaje verbal es obligado, aún tiene poco peso porque no tienen capacidad para entenderlo pero consignas sencillas, en recordatorios regulares, con tono firme, comprensivo y afectuoso van calando en la porosidad del pensamiento infantil.
- No tolerar pero tampoco taponar con castigo que solo remedia puntualmente, no enseña al niño a conocer sus sentimientos ni a ponerles control o remedio
- ¡Cuidado con imposibilitar la expresión de tensión podemos poner bases a apatías o rebeldías! Si buscamos mejoras operativas hay que ofrecer oportunidades de explorarlas, el castigo las anula.
- Utilizar el juego y los cuentos como deconstrucción de realidades para poder construir en positivo. Es el canal por excelencia en Infantil para que el pequeño pueda comprender su realidad, sus relaciones. El juego canaliza, purga impulsos negativos.
- Uso del termómetro de las emociones en el aula. poner nombre a su estado de ánimo y proponer alternativas que sirvan al niño de guía y apoyo.
Actuación de las familias:
- Ser patrón coherente con lo que verbalizamos, la paz solo se consigue enseñando desde la paz.
- Interpretar estos conflictos con la magnitud de niño, no con la adulta.
- Lenguaje ajustado a la edad, respetuoso hacia el otro niño, dejando aparcados los etiquetajes y descalificaciones que nada solucionan y tanto daño pueden hacer.
- Evitar juegos que «legalicen» la agresión. No es aconsejable hacer lúdico el mordisco o la palmetada, el niño no es capaz de discriminar cuando puede hacerlo y cuando no, cuando hace gracia y cuando hace daño.
- Comunicación fluida con la escuela, expresión de inquietudes y búsqueda de puntos de encuentro coherentes para la vida del niño.
- Ver el mordisco como forma de expresión, desajustada pero que necesita de la comprensión del adulto para poder ser modificada. Morder no es algo a reprimir, es una conducta a modificar desde el afecto.
- Incidir en autonomía confiere al niño el sentimiento de autoafirmación y por ende de autoestima, con menos contradicciones internas que le inciten a malos comportamientos.
Para educadores y familias, un reto cambiemos el mordisco por un beso, se necesita el mismo instrumento…
Es un tema importante, estamos poniendo los cimientos del desarrollo moral ¡Os agradeceríamos opinión!
NOTA: Actualizo el post con una aportación de Carlos y Maite, papás de Pablo, traducida por Edurne, mamá de Liam. Documento original y traducido:
Muy interesante, Marisa.
Hace años escribí una entrada sobre «pegar y morder» en el blog del AMPA de mis hijas y, todavía hoy, es el post más visto. Sin duda es un tema que preocupa tanto a educadores como a familias y que requiere una gran habilidad y persistencia por parte de los adultos tanto para corregir la conducta agresiva como para afrontar la tensión emocional y rechazo que produce.
No entiendo el párrafo «Vaya diréis, entonces que hagan lo que quieran por…» Sé que algunas familias, acostumbradas a la conducta agresiva de sus hijas e hijos aumentan su nivel de tolerancia y justifican la agresión con un «es cosa de niños», pero detrás de esa expresión quiero creer que hay más claudicación y carencia de recursos para afrontarlo que indulgencia.
Un abrazo
Hola Araceli, quizás no lo he expresado bien. Quiero decir que no porque el niño tenga poco recursos para controlar su afectividad se deba pasar por esta etapa como algo que no requiere de la guía del adulto, sino que es quizás en la que la dirección y manejo, por parte de familias y educadores, de las situaciones incida de manera más definitiva en la construcción afectivo/social del niño.
A veces el que no hablen, el que la comunicación se reduzca a lo gestual y los afectos despista al adulto que posterga una dedicación imprescindible en esta etapa.
Si quieres compartir con nosotros tu artículo estaríamos encantadas, es un tema recurrente que a todos nos solivianta.
Muchísimas gracias por tu comentario.
Un beso.
Sí, Marisa. Estoy de acuerdo. Me descolocó «avalado», que me suena como algo más allá de «justificado» 🙂
El artículo no es mío. Es de William Sears. No comparto al 100% todos los puntos pero es bastante coherente y respetuoso. El aluvión de mensajes da muestra del interés que suscita este tema.
Aquí lo tenéis http://ampalalatina.wordpress.com/2007/05/09/pegar-y-morder-16-maneras-de-parar/#comment-1229
Muchas gracias Araceli, muy en la línea de nuestra perspectiva. Algún punto discutible, refuerzo con puntos o gomets, soy más de valoración y expresión verbal y afectiva del reconocimiento de la buena conducta y el esfuerzo hecho, pienso que a la larga facilita interiorización de responsabilidad y elimina dependencias externas para comportarse bien.
Tampoco me gusta mucho la idea de morderle para que conozca, si rechazamos un comportamiento no hay motivo, ni justificación para usarlo en ningún caso. Los niños pequeños no sabrían cuando es experiencia de aprendizaje y cuando no.
En general, muy descriptivo de todas las situaciones posibles y con sugerencias de alternativas.
Un abrazo grande.
buenos dias acabo de enterarme de tu blog y la verdad es que me parece excelente no sabia de mas personas interesadas en estos temas, aqui tienes un nuevo lector que seguira visitandote semanalmente.
Pues estaremos encantadas con tu visita. Muchas gracias.
Un abrazo.
Hola Marisa, ¿la actitud debe ser la misma si se trata de cachetes? Hoy me han dicho que mi hija, de 20 meses, ha pegado a tres compañeros de su clase… En casa a veces se le va la mano, cuando está enfadada, cansada, y a veces, medio jugando. Un «no» firme y explicarle que no se debe hacer y el porqué ¿es suficiente? ¿Existen libros/cuentos o juegos que nos puedan ayudar a que lo entienda y a que no lo vuelva a hacer? Muchas gracias y enhorabuena por el blog.
Hola Teresa, con veinte meses no hay razonamiento, son intensamente emocionales, quieren todo y lo quieren ya, son impulsivos, no conocen los límites y tampoco tienen herramientas para controlar su conducta. Si muerde o pega es porque ante un conflicto no ha encontrado la manera de solucionarlo, su decisión es errada porque por edad el desconocimiento y la falta de competencia en habilidades sociales la alejan de estrategias adecuadas.
Esta primera parte, abundo en ella para que puedas «entender» que lo que hace no es apropiado pero sí es natural por edad. Luego, hay situaciones que provocan en los niños estas respuestas, compañeros de su misma edad que cuentan como ella con pocas destrezas para relacionarse (no tienen lenguaje, no tienen conceptos, momentos de más nerviosismo en el entorno que les hacen estar intranquilos…
El papel del adulto es entender la conducta, no juzgarla y aprovecharla como una oportunidad para enseñar a la niña cuál es la alternativa adecuada. Para ello hay que expresar el rechazo a la agresión, sin entonación de amenaza o avergonzamiento (solo no sabe hacerlo de otra manera) y esperar a su lado a que remita el desbordamiento emocional, cuando esto suceda, ya se puede contar un cuento, hablar con ella, para retomar la situación explicando lo que le ha sucedido «estabas enfadada, te sentías mal, querías ese juguete»… de este modo, poco a poco la niña irá poniendo nombre a sus sensaciones y a través del modelo que le ofreces como adulto irá aprendiendo que los problemas se resuelven desde la calma y el respeto. No castigues, no grites, no amenaces, sé ejemplo de control. Deja claro que no justificas el hecho y que estás a su lado para mostrarle cómo puede hacerlo en otra ocasión sin pegar ni morder.
Son buenos los cuentos que trabajan el desarrollo emocional, es una forma de que identifiquen sus sentimientos, los conozcan y que con el tiempo los puedan manejar. Te dejo un enlace a ver si te sirve alguno http://adoptivanet.info/encasa/adopteca-juvenil-emociones.php
Un abrazo grande!