Invitada por Gema Lendoiro he colaborado respondiendo a una encuesta en su publicación de fin de semana en el canal Familia del periódico ABC. Agradecida por la oportunidad de compartir he aprovechado para recuperar el artículo que sobre el tema de dejar el pañal, control de esfínteres, escribí hace tiempo.
Esta es nuestra manera de enfocar un hito importante en el desarrollo infantil:
¿Existe una edad ideal para dejar el pañal?
Como es propio en todos los hábitos que se adquieren a edad temprana fijar una barrera temporal es meramente orientativo y serán las características individuales de cada niño los indicadores para proceder de manera adecuada.
Es un proceso que requiere su tiempo y la retirada del pañal es el episodio más espectacular pero se puede decir que no es el inicio real, hay una labor educativa que comienza mucho antes de plantear las pautas del control. Trabajar la atención, el lenguaje, motivar el interés por el aprendizaje, instar el conocimiento del esquema corporal… es poner las bases necesarias que contribuirán al desarrollo de adquisiciones progresivas para independizarse del determinismo biológico y del cuidado adulto en la satisfacción de necesidades.
Temas físicos aparte, ¿qué condiciones psicológicas tiene que tener un niño para que la operación pañal sea un éxito?
Pudiera dar la impresión de que es algo puntual y aislado del resto del desarrollo del niño, incluso que se afronta cuando uno quiere o le viene bien y no es así. El control de esfínteres es el resultado de un proceso madurativo en todos los órdenes, fisiológico, cognitivo y emocional.
Al ser un acto consciente exige que el adulto conozca qué va a pedir, a quién se lo va a pedir y cómo se lo vamos a pedir.
Quiero decir que se habla y escribe mucho sobre las condiciones del niño y no tanto sobre las de los que son motor de aprendizaje, los progenitores. Es imprescindible que la obligación no nos impida una mirada tranquila y de reconocimiento de las peculiaridades de las que goza cada niño, ritmo, necesidades y potencialidades.
Lo que yo llamo, saber ver, comprender, reconocer y atender, serían las condiciones psicológicas del adulto para una guía atenta y respetuosa.
El desarrollo cognitivo:
En el niño, además de las condiciones fisiológicas se deben dar otras no menos importantes, el desarrollo cognitivo:
- que permita un canal de comunicación verbal (comprender y utilizar palabras vinculadas a necesidad),
- que sea capaz de imitar,
- ser consciente de sus sensaciones,
- sentirse interesado en propuestas de aprendizaje,
- de establecer conexiones (seco/agradable)…
A nivel afectivo, este proceso va a suponer ejercicio de independencia y responsabilidad, de toma de conciencia de las consecuencias de sus decisiones. De nuevo, el signo con el que afronte el pequeño este hábito tiene mucho que ver con la manera en que es percibido por los padres.
¿Respetas y valoras su espacio, proteges su iniciativa? ¿Propicias oportunidades de vestido, lavado… a partir de los 14 ó 15 meses? Pues si lo has hecho, tu chico está preparado emocionalmente porque este es un escalón más en el aumento de la confianza en sus capacidades.
¿Cómo alentar?
Los niños de dos años viven en la contradicción entre la absoluta dependencia del adulto y la incipiente necesidad de autonomía para poder llegar a alcanzar su individualidad. Su cotidianeidad discurre entre los impulsos que necesitan satisfacción inmediata, los afectos, pero también, las limitaciones externas (control, vigilancia, censura). Con este entorno el adulto educador debe convertirse en un gran estratega del acompañamiento con imaginación y confianza que se traducen en motivación para hacer del control de esfínteres no una tarea tediosa y aburrida, tampoco una lucha de poder; sino un reto atractivo y placentero.
Alguna recomendación:
- Involucra en el proceso de dejar el pañal, hazle partícipe. Se trata de sembrar cooperación y colaboración, la imposición a esta edad es un mal recurso educativo.
- Comunica, interpreta sus señales, recuerda que su lenguaje no está perfeccionado. Utiliza el mejor en los chicos pequeños, el del juego. Sé creativo y ayúdale a canalizar las inseguridades y temores. Otro gran aliado es el cuento.
- No tengas urgencia por poner solución inmediata, utiliza el error como oportunidad para aprender. Enséñale que lo que importa es la voluntad y el esfuerzo, el logro no siempre es tener éxito.
- No pierdas de vista al niño, que tu finalidad no te impida reconocer los sentimientos, están ahí… enséñale a reconocerlos. Recuerda que lo conocido es lo cómodo, vivirá momentos de sentimientos encontrados (dar gusto al adulto, volver a la seguridad del pañal) es el apoyo emocional de los padres el que impulsa y alienta la confianza. Poco a poco irá ampliando su abanico de respuestas positivas hacia el aprendizaje.
- Mira y mide sus gestos y déjale clara tu disponibilidad para acompañarle.
¿Qué cosas NO hay que decir bajo ninguna circunstancia?
- No utilices nunca el castigo, es corregir por aplastamiento de superioridad, es vergonzante y humillante.
- Valora lo que hace no caigas en la tentación de confundir con lo que es. “Un niño que se moja, ha tenido un escape, no es un niño sucio”.
- Cuando muestre poca disposición o esté inmerso en un conflicto de ira, no actúes, espera que remita, no entres en lucha de poder y después dialoga. Recuerda que un niño que se expresa con rabieta no sabe hacerlo de otra manera. Eres su fortaleza, muestra aliento en los intentos y apoyo en los momentos confusos, ayuda a superar las dificultades no seas el primero en mostrar desconfianza ni tirar la toalla.
- Evita prisas e impaciencia. Intenta que no afloren ni en lo que dices, ni en lo que exiges.
- Cuida que tu comunicación sugiera alternativas y soluciones.
- Mima la rutina. La falta de constancia desorienta a los niños.

¿Qué cosas SÍ hay que decirles?
Aun cuando el uso continuado del lenguaje es un apoyo imprescindible para que el niño logre dar significado a lo que hace y es necesario que todo el proceso esté acompañado de explicaciones, yo me inclino hacia una amalgama “decir y hacer” que es una especie de “papilla educativa” de atenciones y estímulos adecuados. La actitud del educador, el apoyo, las expectativas y capacidad que se tengan para transmitir confianza son buenos ingredientes que si no deben tomarse como receta, pueden servir como hoja de ruta que se traduce en acompañamiento verbal y afectivo:
- Ve con calma, sin prisas pero sin pausa.
- Planifica con orden y esmero. Busca su complicidad.
- Haz evidente tu disponibilidad generosa y atenta (observar, escuchar, acoger)
- Sé coherente y estable (somos referente y modelo)
- Importante, actitud positiva y comprensiva.
- Haz gala de accesibilidad, tolerancia y firmeza.
- Es el adulto el que al principio dota de sentido y razones a lo que el niño hace (desde lo sensoriomotor a lo intelectual y la reflexión)
¿Qué sucede si vemos que no lo logramos y se acerca la fecha del cole (al que deberá ir sin pañales)?
Sí, si no se ha logrado, no se debe forzar al niño, el aprendizaje debe ser un proceso motivador, satisfactorio y placentero. Los colegios deben dar una respuesta adecuada a la diversidad de ritmos en el desarrollo, eso sí, a los ritmos de los niños bien interpretados, lo contrario sería falta de respeto a la potencialidad del niño aunque provenga de su familia, el desajuste con la necesidad del niño puede ser por exceso o por defecto.
Conclusiones sobre el proceso de dejar el pañal
Las ocasiones de aprendizaje son bienestar y seguridad. Dar el margen de confianza a un chico en el momento adecuado no es solo una apuesta por un niño sin pañales, es un escalón importante en el aumento de la confianza en sus capacidades, será un chico sin pañales, mucho más colaborador, mucho más hábil… un poco más autónomo.
Para conocer con más detalle indicadores de desarrollo y pautas educativas sobre este proceso pincha aquí

Hola Marisa.
Lo primero que me gustaría es darte la enhorabuena y mil veces las gracias por tu dedicación tanto aquí como en facebook. No puedo estar más de acuerdo en cada uno de tus consejos, siempre que te leo me siento apoyada y reforzada, tanto como docente como madre primeriza.
Estoy segura de que ya has pensado sobre esto y tendrás formada tu opinión pero aún así me atrevo a invitarte a usar un lenguaje inclusivo, que no relegue a nuestras niñas, maestras, madres y abuelas a la generalidad del masculino que las oculta y silencia.
Espero que no te moleste.
Un saludo.
Inés
Hola Inés, disculpa la demora en aprobar el comentario, he estado de vacaciones. Me complace saber que de alguna manera este blog y nuestras publicaciones son valiosas, seguiremos poniendo todo el interés para que siga siéndolo.
No me molesta tu apreciación, sin libertad de opinión este espacio no tendría ningún sentido ni respondería a nuestra esencia y actitud a la hora de interaccionar con familias y otros docentes.
Si nos sigues desde hace tiempo habrás comprobado que enfocamos nuestra energía en los cambios profundos, los externos son más sencillos, sí, pero realmente no son eficaces si primero no se modifican actitudes, intencionalidades, sensaciones, sentimientos… así sí, así se logran cambios y hasta rupturas, así cambia el pensamiento. Y aunque del lenguaje se hace un uso discriminatorio, el lenguaje no es culpable, lo es la mentalidad del emisor y el receptor. Y como bien sabes, lo que realmente enseña no es el discurso, tampoco el sermón por melodioso que suene, lo que enseña es la práctica. Ese es nuestro objetivo, que la práctica sea inclusiva, que la práctica no deje lugar a la duda, que la práctica sea respetuosa para todos y todas 😉
Muchas gracias por sentirte cómoda en este espacio, es un placer contar con comentarios, son los que dan vida al blog.
Un abrazo grande!!