Hace tiempo que no escribo sobre los talleres que imparto de Disciplina Positiva. Los días no son elásticos y el tiempo, implacable, pone sus límites. Ando cual avecilla migratoria, buscando el calor de personas o equipos que deseen sentarse relajados, a conversar y reflexionar sobre qué estamos haciendo y qué deseamos mejorar en educación.
Hoy me he decidido a hacer una excepción y regreso a la tecla y dedico espacio en el blog a unas jornadas formativas que han sido especialmente significativas para mi.
Tres días, cada uno en una provincia, repartidos entre dos meses fríos, diciembre y enero, en una tierra de luz. La Asociación Plataforma de Profesionales de los Equipos de Tratamiento Familiar de Andalucía me hizo una solicitud, dar a conocer lo que la metodología del respeto mutuo, Disciplina Positiva, puede aportar a la praxis de tantos profesionales que asumen una labor muy especial, cuidar la infancia maltrecha, la infancia en riesgo.
Al menos esa que oficialmente está reconocida como tal, permitidme la ironía pero no puedo evitar que venga a mi mente, cuando pienso en el término «infancia en riesgo», que existe «la infancia en riesgo, oficial» y también la otra, aquellos niños y niñas que como decía Dreikurs padecen la tendencia a degradar y humillar, que ha llegado a ser más intensa con los intentos de relaciones que se basan en la competitividad y empujan a hombre contra hombre… En estas condiciones no debieran asombrarnos las herramientas que utilizan nuestros hijos o alumnos para derrotarnos ¿Cómo podemos estimular si, en el fondo, lo que tratamos de hacer es derribarnos? ¿Cómo podemos ayudar cuando actualmente estamos interesados en mantener la inferioridad de nuestro oponente tanto en el hogar como en la escuela?
Comencé pues, la que iba a ser la presentación, cuidando aún con más sensibilidad si cabe, la agenda de contenidos. Mi finalidad no era ofrecer un listado de herramientas, eso no es Disciplina Positiva; sino, la actitud del profesional educador, la que debe estar presente siempre hacia los niños, sobre la que se construyen las estrategias educativas. Si quieres llegar de manera adecuada al niño, él no es el foco. Planteé una invitación, revisa tu impacto, es el único espacio que puedes controlar. La intervención, las posibles soluciones, el poder trasformador está en nosotros mismos.
Neurosicoeducación
Llegó el día, encuentro en Granada, a los pies de La Alhambra, entorno singular para una reunión sobre los efectos del mensaje de amor más desafortunado que le puede llegar a la infancia, el maltrato, el abuso. Tras Granada fue Córdoba y al fin Chiclana. Personas, sí personas, de mucha altura. No por sus títulos sino por su empeño, tesón y cualidades. He aprendido mucho con vosotros, he podido sentir la fuerza que explica lo esencial, ganas de aprender y dar valor al conocimiento en habilidades de educación.
La afirmación de la influencia del afecto en el cerebro y cómo las experiencias de la primera infancia son las que aseguran la confianza básica del niño en el adulto cuidador, me pareció que aunque sobreentendida no podía dejar de tener presencia en la formación. En cuanto nos alejemos de la armonía como alimento necesario en la construcción de mente, el resto de construcción personal puede no ser útil al individuo.
Poseemos un cerebro que nos quiere seguros y que viene predeterminado para la auto organización, este es un largo proceso a través de «organizaciones físicas, sensoriales, sensomotrices, de la personalidad, sociales…» que solo se darán de manera adecuada si se logra la conexión con el adulto.
Los niños dependen pues, totalmente de su cuidador, pero esta conexión tiene un requisito decisivo; para lograr su regulación interna dependen de la organización mental del cuidador para conseguir la propia. Parten de una simbiosis física y psicológica para que se puedan dar los procesos de antagonismo, más o menos conflictivos, que les conducen a conocer sus límites físicos y psíquicos, hasta separarse.
La falta de cuidados empáticos, de estimulación, o bien las actuaciones inapropiadas tempranas continuas, por uno o más adultos son circunstancias dañinas que interactúan en los comienzos de la vida del niño que presentará, más tarde, síntomas de trastorno de vínculo reactivo inhibiendo el desarrollo y con efectos devastadores en los planos afectivo y social. Con este tipo de vínculo no se dan las condiciones necesarias para generar los bloques del aprendizaje y se dan las consecuencias de bases poco sólidas, los niños viven hipervigilantes, reactivos.
Cuando la infancia sufre maltrato o abuso no pueden lograr una conexión adecuada, no pueden “separarse” y funcionar de manera independiente. Los equilibrios internos no se han establecido sólidamente y dan lugar a funcionamientos “anormales” e inestables del sistema nervioso central.
¡Las huellas biológicas y psicológicas del estrés!
La comprensión y conciencia de los cimientos de la vinculación son fundamentales para poder reconstruir sanando bases.
Minimizar los efectos de los estragos del estrés nos obliga a otra manera de ver al niño, asomarse al funcionamiento cerebral ayuda además de ser un aprendizaje que hoy es inexcusable para todo educador. La ciencia moderna avanza en el esclarecimiento en la forma en qué operan cerebro y mente para poder alcanzar un nuevo modo de comprensión hacia nosotros mismos y de las personas con las que nos rodeamos. Bucear en sentimientos y pensamientos es obligado cuando se quieren conocer las causas de los comportamientos, al fin como dice Sue Gerhardt, los pensamientos crean nuestra realidad o como decía Dreikurs, somos lo que decidimos percibir y el sentido o interpretación que le damos a nuestra percepción.
El cerebro percibe, a través del SARA (Sistema Activador Reticular Ascendente), lo que considera importante para su supervivencia, bien porque le afecta a través de la vía de placer, o a través de la vía de dolor, y para esta interpretación, hace uso del banco de memoria que cada uno poseemos, de aquí que este proceso interpretativo es único en cada persona.
Los sentidos captan información del mundo exterior y con ella las áreas sensoriales de nuestros cerebros se forman una idea de lo que existe afuera. Sin embargo la construcción final no depende de los sentidos, sino del significado que cada uno de nosotros le da a la información entrante.
Una vez que la información entrante ha sido armada en estas zonas pasa a las de asociación, aquí las percepciones se integran. Lo que construimos en la mente, si bien parte de un estímulo del mundo exterior, acaba siendo el resultado de una construcción personal en función de características genéticas y experienciales (no existen dos personas que tengan el mismo número de neuronas sensibles, por ejemplo, al color rojo) porque el cerebro es modelado por educación y experiencia.
Cuando se expone al cuerpo a un daño o una amenaza, se producen un conjunto de cambios fisiológicos que se conocen como respuesta del estrés o solamente estrés.
Tanto los estímulos estresantes psicológicos como los físicos producen cambios fisiológicos similares, pero sólo el estrés psicológico crónico se reconoce como enfermedad. El estrés en los mamíferos consiste básicamente en una serie de cambios que involucran principalmente a dos tipos de hormonas producidas por las glándulas suprarrenales:
a) La adrenalina y la noradrenalina secretadas por la medula adrenal.
b) Los glucocorticoides como el cortisol, producidos por la corteza adrenal.
La función de ambas hormonas es la de movilizar la energía corporal, especialmente hacia los músculos, con el fin de que los mismos puedan llevar adelante diversas conductas como lo son por ejemplo la de huida o ataque.
El concepto clave en la diferenciación del estrés constructivo y el no constructivo, el primero aparece cuando una situación particular es vista como un desafío en el que el individuo se ve capaz el obstáculo, el segundo, la persona interpreta que no podrá salir airoso y las respuestas constructivas quedan de lado apareciendo las destructivas.
Las situaciones estresantes activan la amígdala y a las tres respuestas que se disparan ante el miedo (ataque, huida, paralisis). A la vez la amígdala se relaciona con una serie de zonas cerebrales a través de la corticotrofina, un neurotransmisor que activa la hipófisis para que estimule la suprarrenal a que libere el cortisol. El cortisol va hacia el tallo cerebral en donde se activará el sistema nervioso simpático que activa las glándulas suprarrenales para que liberen adrenalina. La amígdala se relaciona también con la corteza prefrontal con lo que no es de extrañar que la toma final de decisiones se vea fuertemente influida por los estados emocionales. Así mismo, por medio de proyecciones, se conecta con las cortezas sensoriales. Esto explica por qué son tan vívidas las sensaciones relacionadas a ciertos estados emocionales, motivo por el cual a las personas traumatizadas, se les activan los recuerdos sensoriales relacionados a estas experiencias.
Cuando el estrés se hace crónico los glucocorticoides estimulan al locus ceruleus para que libere noradrenalina que actuará estimulando más a la amígdala cerrando así el circuito.
Además la tensión extrema, también tiene efectos nocivos sobre funciones cognitivas como la capacidad de aprender y memorizar aspectos cognitivos-ejecutivos, por supuesto, que no emocionales que por el contrario se fijan aún más. Los efectos negativos del estrés crónico sobre la memoria se deben a dos causas principales:
a) el estrechamiento del campo de la atención.
b) lesión de las neuronas del hipocampo por acción del cortisol.
Cuando los niños están expuestos a situaciones prolongadas de estrés, esta respuesta adaptativa del organismo, incide en todos los dispositivos de aprendizaje, en los canales sensoriales, en la emoción, en la atención, en la memoria, en la motivación… da lugar a estados mentales en los que se ven afectados el pensamiento causal, el consecuencial, el alternativo, el que capacita para definir los problemas y seleccionar estrategias. Así los niños llegan a interpretaciones erróneas de «la realidad» que conducen al individuo a ver el mundo de manera disfuncional.
La natural alarma del hemisferio derecho cerebral, ante situaciones que se interpretan como amenaza, el trauma, la hiper-sensibiliza reaccionando exageradamente.
Los LÓBULOS PREFRONTALES son la única oportunidad que existe para escapar del poder que los impulsos tienen sobre nosotros, son el órgano civilizador. En la infancia sometida a abusos o maltrato la vía de sanación, de entrada al mundo, es la frontalización que regenere confianza básica. Necesitan asegurar la conexión y esto no lo pueden hacer solos, necesitan el apoyo de otros, el apoyo de un equipo de especialistas.
Como podemos ver, los lóbulos prefrontales (que maduran en la tercera década de la vida) representados por el pequeño luchador de sumo jamás podrán salir airosos en ninguna batalla contra el gran adversario. A menos que a través de la reeducación sea preparado para desarrollarse de tal manera de poder enfrentar en combate de igual a igual a su contendiente. Este entrenamiento, por supuesto, debe comenzar desde las etapas más tempranas de la vida y abarcar tanto la vida escolar, familiar y laboral.
Cuando no se ha dado no podemos afrontar los conflictos como si el niño o niña hubiera contado con las oportunidades de ejercitación, cuando las relaciones estresantes son intensas o prolongadas, las respuestas temerosas de la amígdala dificultan la creación de las importantes vías neuronales entre amígdala y córtex prefrontal. Las conexiones son débiles y los lóbulos prefrontales, frenos cerebrales, no pueden reprimir condicionamientos como el pánico o el miedo o la rabia. El niño no posee herramientas de autodisciplina, autoevaluación, autorregulación… reacciona, no responde.
De la Neurosicoeducación a la Disciplina Positiva
¡Hacer algo diferente persiguiendo salvaguardar la dignidad y respeto en la vida de los niños, es crucial!
Pertenecer y sentirse valioso es el objetivo. Reconstruyendo la base para los niños con relaciones inseguras o traumas, este ha sido nuestro guión de acercamiento a los puentes de la metodología del respeto mutuo.
Regular, relacionar, razonar:
- Autoconocimiento y vinculación. Todo lo importante para nuestro sistema nervioso se cuece en la primera infancia. El trauma da lugar a expectativas biológicas de niveles químicos. Recuperar la confianza elemental para crear y avanzar en estabilidad de las funciones mentales, nuevos patrones, es el gran reto. Se precisan vivencias y entornos libres de miedo o culpa, se precisan adultos con una profunda solidez y conciencia de su impacto en la tarea de conformar sistemas emocionales muy dañados. Cuando el cerebro infantil te percibe como amenaza no hay escucha, no hay aprendizaje, has perdido la cercanía porque no se siente seguro y mostrará conductas amigdalinas.
¡La importancia de la calma! ¡Enseña a los niños cómo funciona su cerebro y practica herramientas para reducir la intensidad! (Enseñado y modelado).
Estilos de liderazgo, relaciones basadas en la amabilidad y la firmeza. ¿Qué estilo de educador eres? ¿Y tu disponibilidad? ¿Cómo usas tu poder? Tu carta alta. Todos somos diferentes, la manera en la que te enfrentas a los conflictos influye en los que te rodean ¿a qué invitas a los niños cuando surgen los problemas? - Singularidad. El mal comportamiento es desaliento para lograr la conexión. Cuando los niños llegan a creencias de insuficiencia el autoconcepto y autoestima están en juego ¿Cómo inviertes en crítica constructiva? El tratamiento del error como maravillosa oportunidad de aprendizaje y desechar la etiqueta hacen sentir al niño que estás de su lado, no en su contra ¡no seas un techo bajo! ¡Si me etiquetas me niegas! Cuando los educadores trabajan solo el comportamiento, usualmente crean más desaliento, cada vez peor comportamiento.
- Aprendiendo el lenguaje de las emociones. Escuchar y validar, expresarse sin lastimar. Ayudar al niño a prestar atención y entender las sensaciones, los sentimientos, los pensamientos. Habla con él del mundo interior. ¡Poner cimientos para que el niño tome consciencia entre el estar y el ser! El lenguaje emocional es la base de la autorregulación.
- Mantenerse firme no es querer dominar.
La fuerza de la conexión. Pensando en los efectos del control. No hay castigo beneficioso, menos para cerebros dañados por el miedo. Destierra el castigo y la alabanza de la vida de los niños, se sustentan en la obediencia y la manipulación, no ayudan a tomar conciencia, tampoco a desarrollar habilidades.
- Solo así, en entornos amables, con adultos constantes, presentes, disponibles, con los que el niño se sienta escuchado, se sienta sentido; con adultos cuidadores en intercambios relacionales de persona a persona, se va construyendo gradualmente la empatía, el desarrollo de la conciencia, el pensamiento causal, el enfoque en soluciones… la capacidad de amarse y amar.
No me olvido de que los profesionales no son magos y las experiencias de este tipo de actitud, que yo llamo de «pico y pala», exceden en muchas ocasiones a la voluntad y esfuerzo desesperado de estas personas.
La remodelación de entornos vitales para tratamiento del trauma precisa de complicidades múltiples. Todos remamos en ese barco que es #cuidarInfancia y reflexionar sobre la optimización y la intencionalidad de las acciones parece que figura en el orden del día, sin embargo adolece de muchas lagunas. Como escribí hace un tiempo, en Memoria del corazón, lo que mueve al niño en el proceso de adaptación, asimilación y acomodación, lo que le mueve a poder ser de una manera u otra y saber cómo conseguirlo es la intervención e implicación de dos decisorios núcleos, la familia y la escuela. En este sentido me gustaría alzar la voz y expresar un deseo, que no permanezcamos sumisos, ni indiferentes, año tras año, día tras día, al proceso que continua su curso exponiendo a nuestros vástagos a la influencia de esa pedagogía social contradictoria, casi esquizofrénica, que se perpetua y olvida del compromiso con el ser integral. Los niños necesitan ser amados, muchos de los niños expuestos a maltrato lo son, sus progenitores o sus educadores, no consiguieron cablear mentes que leyeran emociones y no pueden leerlas en las de sus hijos.
El mensaje de amor dista mucho de llegar de la manera más apropiada.
Lo que no hemos de dudar es que nuestra intervención, la de todos, marca la diferencia.
Agradecimiento, reconocimiento y admiración para esta asociación con la que he vivido momentos entrañables, cargados de humanidad y calidez.
Gracias.
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