Poner como título a esta publicación Disciplina Positiva e infancia respetada puede resultar una redundancia. Sin embargo a veces hay que echar mano de esta estrategia para mantener en la memoria bien claro el mensaje que se pretende trasladar.
De melodías
Para escribir sobre infancia respetada no voy a abordar estrategias, tampoco recursos, ni las mejores maneras. Puede que esta afirmación haga que algún lector desestime el resto del texto.
Escribiré notas, acordes, tal vez alguna clave… del sol en la mirada de un educador.
En este blog, detrás de cada párrafo, si estás atenta se escucha una melodía, la de una de las filosofías sobre la conexión humana que sin ser la única es aporte esencial, la Disciplina Positiva.
Aprender a solfear las notas de este programa me ha aportado la pauta para que tanta información, como he ido recabando en mi vida profesional, encaje o deje de hacerlo definitivamente en este marco que es aliado en mi finalidad, «#cuidarInfancia».
El pentagrama
Escribir en la vida de otras personas es tener mucho poder.
Se puede hacer de manera responsable y sin miedo a desterrar lo que desentona, con coraje para emprender lo que suene bien en sus cajas de resonancia.
Este paso, el de la consciencia, fue decisivo y también por qué no decirlo, hasta doloroso. Era permitirme la autovaloración y no dejarme coger por el vértigo al descartar prácticas del pasado repetidas ciegamente. Dar un NO rotundo y difícil a ser transmisora y perpetuadora de lo que detestaba.
Aunque no sepa escribir música lo estoy haciendo todos los días, cada día, en muchos pentagramas. Ser consciente de qué estoy favoreciendo no es opcional, es mi compromiso con la infancia.
Sonidos agudos, estridentes, silencios abrumadores, que hacen daño a los niños, que los alejan del sentimiento de un educador confiable, que les invitan a sentimientos de inseguridad.
Deja esa batuta.
Vuelve a aprender el alfabeto musical, siempre es posible.
Las musas
Los cambios necesitan inspiración, son costosos. Seleccionar cuál es el filtro con el que vas a tratar las relaciones no es tampoco sencillo, hay filtros que te convierten en pieza singular y esto tiene doble lectura.
Aliento y a la vez presión.
Imbuida en las numerosas formaciones que imparto es mucha la energía con la que me nutro a través de estas experiencias y también, en cierta manera, propician una dicotomía con «otras realidades».
Esas realidades, hoy por hoy, son tantas, tan cotidianas, que pudiera parecer que tu percepción es además de distinta, errónea.
No me queda otra que salir de vez en cuando de mi burbuja melódica y no tardo en darme de bruces con «un sistema» que si bien llamamos estado de bienestar hace aguas por muchos lados. Y regreso a mi refugio zaherida por el feedback fragmentado de una sociedad llena de notas sin secuencia, falta de cordura.
Tus musas, entonces, parecen más bien voces de sirena.
Me acurruco un poco al son de una nana y una vez regresa la seguridad me hago cargo, retomo pasión y abordo.
En clave
Que la Disciplina Positiva no troque en un mero ensayo de praxis educativa depende fundamentamentel de cómo nos planteemos como adultos «nuestro poder».
¿Quién se atreve a ceder poder en aras del reconocimiento del poder de los niños?
Claves de dominio, control corrección… y aparecen los instrumentos, la recompensa, el castigo, la etiqueta, el menosprecio, la humillación.
Buscas otras claves.
El desajuste que se detecta entre la necesidad de cambio y las creencias, pensamientos, actitudes y actuaciones arraigadas en el hecho educativo… ¿es solo un problema de estrategias, de metodologías? ¿Es posible educar en clave de respeto a la infancia?
La importancia de resolver armónicamente es tanta que de ella depende el sinfín de sentimientos que quedan soterrados en los primeros años de vida de las personas y que son los que van a mover los hilos de hogares, escuelas, sociedad y mundo.
Los deseamos equilibrados, conscientes y hábiles en el manejo de sus emociones, autónomos, con criterio para discernir entre el bien y el mal, lo adecuado y lo que no lo es. Los ansiamos generosos, solidarios, sensibles al dolor ajeno, empáticos, considerados. Necesitamos pensar que son y se sentirán felices ¡que van sonar bien!
Y a poco que repases la partitura que has escrito se revela que los términos de la fórmula que empleamos para lograrlo no mantienen sintonía, casi haría falta un elixir para que funcionara. No porque nos falte buena intención, sin duda queremos lo mejor para nuestros hijos. Tampoco nos falla el sentimiento grande donde los haya, el amor.
¿Y entonces dónde está la nota disonante?
No parece que tenga sentido engancharse en actuaciones adultas que nos impidan lo que queremos lograr en la relación con nuestros hijos y sin embargo lo hacemos sin cesar ¡Queremos ir al norte y bajamos hacia el sur!
El poder adulto empleado como dominio del débil no es el mejor rumbo.
- No soy lo suficientemente bueno.
- No soy capaz de contribuir.
- No puedo hacer las cosas bien.
- No puedo ayudar.
- No tengo poder ni control.
- Nunca hago lo suficiente.
- Mi ayuda no es apreciada.
- No estoy a salvo.
- Mis ideas no son aceptadas.
- No me aman.
- No importo.
Los nuevos músicos necesitan poder aprender errando; necesitan tu poder, sí, el solidario, el que ante un conflicto no se envalentona para aplastar sino el poder preñado de afecto en el trato.
¿Cómo si no podrán ejercitar sus habilidades? Tal vez lo que sientan es temor a fracasar o incluso puedan llegar a la conclusión de que ellos y ellas son el fracaso. Pasarse la vida asumiendo comportamientos de compensación de inferioridad en vez de comprendernos y alentarnos mutuamente.

No tengo que ser perfecto
Querer a nuestras criaturas de tal manera que midan el desafío en interés, en esfuerzo, en cooperación, en responsabilidad; no en temor, en argucias, en competitividad, en negarse a sí mismos la oportunidad de no ser perfectos.
- Soy lo suficientemente bueno.
- Soy capaz de contribuir.
- Puedo aportar de maneras significativas.
- Tengo poder sobre mi propia vida.
- Puedo hacerlo.
- Mis ideas son consideradas.
- Estoy a salvo.
- Me siento apreciado.
- Soy amado.
- Importo.
Si cuando llora un niño puedes sentir la paz necesaria para transmitirla, si cuando no come la comprensión te invade y no le anulas las pocas ganas que tiene, si cuando pega o muerde eres capaz de no soliviantarte y con manto de afecto tienes arresto para ponerte a su lado y ayudar a identificar sus sentimientos, si cuando se equivoca no te ves solo a ti mismo y a tus miedos y una mirada cálida le devuelve la sonrisa. Si cuando sufre es tu sentido del humor el motor para que pueda hacer puenting entre la adversidad y la capacidad para superarla, si cuando fracasa reinventas para devolverle la confianza… estás muy cerca de un hombre o una mujer que en el futuro será fuerte, amable y capaz.
Todo esto son solo apuntes de una educadora que tiene en sus manos primera infancia, la semilla de la vida (gracias Silvia Vallina) a otros educadores.
Compartiendo pentagrama, mirándonos a los ojos, cara a cara, desde el corazón.
Muchas gracias por leer y mucha suerte en nuestros procesos.
Cuántas verdades, ¡cuántos retos! Cada vez que te leo, veo todo lo que me queda por recorrer. ¡Qué vértigo! Luego vuelvo a mi yo optimista y sigo pasito a pasito.
¡Gracias por inspirarno tanto!
Muchísimas gracias Tere, son los retos de tener entre las manos «semillas de vida», la responsabilidad pesa y también es muy alentadora.
¡Abrazo enorme!