Abundando en mi deseo de que veáis la Educación Infantil, un poco, por nuestros ojos y con el ánimo de un pequeño ejercicio de introspección profesional, hoy os escribo sobre la corta y a la vez larga travesía de nuestra Etapa, en España. Naturalmente lo hago desde las reflexiones que me han permitido mis vivencias, durante 32 años con los niños.
La Educación Infantil (0-6) es relativamente joven, en nuestro país. A pesar de su juventud han sido muchos los cambios y continuas transformaciones. Las leyes educativas, en España, han sufrido también muchísimas modificaciones (LGE, LOECE, LODE, LOGSE, casi LOCE, LOE), y para desgracia de todos, éstas suelen ir asociadas al partido que gobierna y suelen mostrar signo político. Fue con la LOGSE (1990), esa ley que nos convierte en uno de los países con mayor fracaso escolar, con la que sin embargo, en nuestra Etapa se consiguió un hito ¡por fín! se veía, se contemplaba el 0-6 con CARÁCTER EDUCATIVO. Sustentada en Piaget, Vygotsky, las ideas del Constructivismo y en las líneas pedagógicas de Freinet y Decroly, estableció el desarrollo curricular,se amplió la escolarización gratuíta y obligatoria, descendió el número de alumnos por aula y apareció la especialización del profesorado. Enseñanza concebida en función de capacidades pero que potencia el igualitarismo académico, propugnando la promoción automática.
Mis primeros años junto a los niños (a partir de 1978) fueron una experiencia que poco o nada tiene que ver con la realidad presente. Entonces, apenas existía oferta de plaza pública. Eramos las escuelas privadas las que cubríamos la creciente necesidad social de llevar a los niños del 0-6 a las escuelas. Fueron años de precariedad. Como os digo la demanda social había crecido mucho, con la incorporación de la mujer a la vida laboral pero el Estado no facilitaba plaza pública. También era prácticamente inexistente una regulación normativa, un control. No había unos requisitos mínimos a cumplir ni en titulaciones, ni en condiciones de los recintos, ni en objetivos y contenidos. Eso sí, nosotros, la privada, cubrimos esa necesidad social, trabajábamos, en esa época desde las 6:00 a las 22:00, en circustancias y con medios que hoy se verían como increibles. Poco material, muchos niños por grupo, personal no titulado. Aún recuerdo, como si fuese hoy, la cantidad de horas que me pasaba, en casa haciendo las fichas para mis alumnos. Entonces teníamos niños hasta los 6 años y les enseñaba a escribir y leer. Para la preescritura me punteaba, letra por letra, un montón de fichas, con su punto de origen y su flecha de dirección para garantizar que el aprendizaje del automatismo fuese el correcto y no cogiesen malos hábitos al escribir, luego difíciles de corregir. Las editoriales apenas tenían material para nuestra etapa y eramos nosotras, las educadoras, las que teníamos que inventar y crear para nuestros niños. Cobrábamos poco a los padres, los medios económicos con que contábamos no eran para tirar cohetes, así pues nos hacíamos fichas, a mano, hasta hartar. Yo he llegado a hacerlas con» calcos» ¿sabéis lo que es?
Trabajábamos de forma puramente vocacional e intuitiva, fue una época con sus luces y sus sombras. La Administración apenas existía para bien, pero si fallábamos rápidamente se nos ponía a los pies de los caballos, como si hasta esos momentos no hubiera sido parte involucrada en nuestra labor aunque sólo sea por omisión.
Cuando el Ministerio de Educación quiso reaccionar (en España siempre lentos, siempre tarde para lo imprescidible) y hacer una ley que amparase y diese cobertura a la Etapa de Infantil, de nuevo nos pusimos a lo que mejor sabemos hacer, trabajar con todas nuestras energías. Queríamos mejorar, ofrecer CALIDAD. En el terreno económico nos hipotecamos hasta las cejas, empezamos otra vez, casi desde cero, la Ley exigía una renovación muy grande, buenos centros, actualizar la formación. Tuve que hacer mi especialización en Infantil porque mi diplomatura era de Enseñanza General Básica. Yo no fui de las que se demoró en el ajuste y reconversión que suponía la LOGSE. Llevaba muchos años trabajando y tener que volver a la Universidad me costó. Ya tenía una familia, para más señas, numerosa. Pero fue una experiencia única. Los alumnos éramos los profesores de colegios y escuelas que por la exigencia de la nueva ley debíamos adaptarnos a los nuevos requisitos. No éramos alumnos a la usanza tradicional, todos teníamos experiencia, fue unir práctica (la llevábamos puesta) con teoría, en un grupo de gentes con los mismos intereses y muchos nexos en común ¡Y lo hicimos!
Yo creí firmemente en la mejora que suponía la ley para nuestro trabajo. Dignificaba la etapa, mejoraba las condiciones de una manera espectacular. ¡Así creamos GRAN VÍA! Mucho sufrimos, al principio, de nuevo la Administración ejerciendo toda su fuerza dónde menos debía. La ley era joven, no tenía flexibilidad y a los centros de nueva creación nos la aplicaban rígidamente, mientras coexistíamos con los centros antiguos que tenían un margen de diez años para adaptarse. Con ello vivimos unos años de inspecciones descarnadas, que nos ponían en una situación de competencia desleal con las escuelas ya existentes.
En todo este recorrido, que os he comentado, luchábamos, al principio con la adversidad de medios y condiciones. Cuando éstas mejoraron con el Miniterio (lento, rígido, de escaso o nulo apoyo a los que arriesgando lo poco que teníamos apostábamos por una infantil de calidad). También con los colegios, en los años 90, coincidiendo con la crisis y la bajada de natalidad, los colegios se hicieron con el 3-6, hasta entonces, mayoritariamente, a nuestro cargo. Yo, siempre un poco utópica luché todo lo que pude por mantener el segundo ciclo. Aún sigo creyendo que los niños de esa edad estaban mejor con nosotros. El colegio les queda grande. Además para los niños de infantil la finalidad no debe ser tanto instructiva como de desarrollo de capacidades, y el colegio es «escolarización», lo académico, la tendencia homogeneizadora. Es la escuela quien puede garantizar pequeños grupos, interacción personalizada, quien procura de forma más garantizada la atención que requieren los niños de esta etapa (todavía muy vinculados a lo asistencial), quien puede garantizar el clima de afectividad y tranquilidad tan necesarios, como imprecindibles para el buen desarrollo de los niños pequeños. Siempre he pensado que la división de esta etapa en los dos ciclos actuales es puramente artificial y que no existe una causa del desarrollo que lo justifique.
Pero no se acaba aquí. En el terreno laboral también es la Etapa de los desafortunados. Las educadoras del primer ciclo, son personas con una gran responsabilidad y entrega, además de mal pagadas. En el resto de la enseñanza, los horarios son menos extensos, las vacaciones…qué os voy a contar, y el personal cuenta con un mayor reconocimiento social. La educación infantil es cara para los padres y sin embargo no suficiente para adaptar los sueldos al merecimiento por desempeño de una gran labor.
Y, por último, los estereotipos sociales. a día de hoy sigues oyendo, leyendo frases en la línea de «no sé si traer el niño a la escuela o dejarlo en casa con una chica» o «para que no esté aquí encerrado tantas horas» o ya el colmo los que en el siglo XXI se sigan cuetionando el derecho de los niños de esta edad a una enseñanza de calidad. También ahí seguimos dando la cara ¡superando estereotipos! Creo que poco a poco, la sociedad se va haciendo más sensible y percibe que las posibilidades de los niños mejoran enormemente si asisten a escuelas infantiles por su aportación educativa y socializante, además de los beneficios que suponemos para la futura escolarización. Todos sabemos que los niños poseen una serie de capacidades que se desarrollarán. En este desarrollo, el niño tiene un papel muy activo en su proceso de construcción, pero SIN OLVIDAR que para que se optimice ES IMPRESCINDIBLE la estimulación física y social de iguales y adulto. No es la primera vez que os comento que mi opinión es que no sólo es beneficiosa, pienso que ES DECISIVA, porque los primeros años de vida marcan el desarrollo cognitivo e intelectual del individuo.
En definitiva, uno de los sectores, NO, el sector más importante de la enseñanza ha sido tratado, SIEMPRE, como el patito feo. Y debiera ser contemplado y mimado por su trascendencia para el futuro, para la vida de las personas.
Y hasta aquí. Me gustaría que me ayudáseis a completar este paseo de introspección. Pienso que quedaría incompleto sin vuestra visión, sin la percepción que de las escuelas y su labor tenéis los padres del siglo XXI.
¡SÓLO ASÍ PODREMOS SEGUIR MEJORANDO!
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