
El proceso de adaptación a la escuela infantil.
Esta publicación es sobre un tema que no ha faltado ningún año en este blog, es, como os comentaba el curso pasado, un clásico; llega septiembre, no viene solo, bajo el brazo asoman cambios importantes en rutinas de las vidas familiares. El proceso de adaptación a la escuela infantil viene a sumarse a un tiempo en el que el estado de ánimo anda renqueante tras dejar atrás los múltiples beneficios de las vacaciones estivales.
Integrar de nuevo obligaciones, despedirse de los atardeceres malvas del sol o de los baños naranjas de la nunca más cálida luna y reemplazar en los sentidos imágenes, sabores, aromas de mar y montaña no es fácil ¿verdad?
Así desde el estado de goce y sin apenas tiempo para consolarnos por su semi pérdida pasajera se nos vienen encima las tareas que conlleva haber tomado una decisión muy, muy importante para todos, especialmente para los niños que se incorporan a las escuelas.
Dirigir una comunidad de la primera infancia conlleva organizar curso, objetivos y estrategias… también implica ser capaz de meterse de infiltrada en los pensamientos y sentimientos de los progenitores de nuestros alumnos. Escuela enREDada es un centro que intenta en cada actuación un modelo relacional, familias y educadores aportando, todos, para el desarrollo físico y psicológico de los niños. Si hay algún momento en el que la conexión de la comunidad tiene que ponerse de manifiesto es en la adaptación al centro.
Recuerdo que con el artículo del último curso hubo quien comentaba ¡vaya, ahora los que nos tenemos que preparar en este proceso somos los progenitores! Me sentí satisfecha por haber logrado transmitir adecuadamente el mensaje, respiré hondo. Sí, sin duda. Aunque es de sobra conocido que esta etapa de profundos cambios debe ser bien vivida y bien asimilada por el niño, todas o casi todas las exigencias, compromisos, responsabilidades, apoyos… son por cuenta de los adultos, familia y docentes.
Retomo esta finalidad para volver a ofrecer el puñado de reflexiones de antaño, aquellas que todo educador hacemos para afrontar uno de los momentos más delicados de la vida escolar de los niños. Escribir en general del proceso de adaptación puede servirnos para meditar sobre aspectos de carácter general pero quiero dejar muy claro que, como es obvio, cada niño como ser único requiera atenciones singulares, y que cada comunidad prefiera unas u otras herramientas; esta maestra, de lo que vive, de lo que estudia y aprende sobre cómo cuidar a la infancia en los primeros días de asistencia a un centro de Educación Infantil, os da cuenta.
Lo escribo porque me sienta bien, me ayuda a tener un pensamiento más abierto, poroso a vuestras impresiones, susceptible de modificación con las aportaciones. Salir de “mi lado” para percibir el vuestro. Lo escribo para las familias que sé que en estas fechas andáis presas de temores e incertidumbres. Lo escribo para que no nos sintamos solos, unos como docentes, otros como padres. Ya pasaron los tiempos de la desconexión, hoy, si trabajamos desde compartimentos estancos nos perdemos mucho enriquecimiento.
Dialogar y conocer lo que se siente y piensa allende las paredes de la escuela. Pero sobre todo, lo que manda, la razón más imperiosa por la que escribo, es él o ella, el niño o la niña. Nuestros chicos.
Tengo la esperanza de ir logrando adecuar y optimizar todo lo que esté a nuestro alcance como adultos educadores, al fin esa es nuestra labor, preparar el terreno para que la incorporación a la escuela sea un paso que contribuya a que los niños se sientan felices.
Es muy posible que vivir la experiencia de compartir crianza y educación con la escuela tenga la connotación emocional (y racional) de algo inquietante o incluso amargo; también que nos inunden las inseguridades.
La protagonista en los previos y en los primeros días es la ansiedad. De los niños sí, de los adultos también.
Es clave ayudarnos a nosotros mismos a través del conocimiento de lo que sentimos para poder ayudar a los niños a construir un buen proceso de adaptación.
La clave es modular el temor, incluso la rabia que pueda suscitar la culpa para poder buscarle otro sentido a las vivencias que compartiremos, familias, escuela y niños.
La costumbre lastra, y no hay solo costumbre en la práctica docente también la hay en los planteamientos prefijados de los progenitores.
De lo que no se trata el proceso de adaptación:
- No es una fase que “se soporta” y ya vendrán tiempos mejores. Los primeros contactos son determinantes, según sea la calidad de las experiencias. Decide cómo vas a influir.
- Un plan “indistinto”, para todos, no es eficaz. Cada niño es único. Etapa evolutiva, vivencias de la relación establecida con sus padres, un temperamento, un estilo de vida… ni todos en tropel, ni todos hora y media. No es el tiempo, es la sensibilidad de la naturaleza infantil en función de la edad, de la naturaleza infantil de cada alumno y la receptividad a su estado de ánimo.
- Negar los sentimientos infantiles. A todos los adultos nos gusta ver a los niños alegres. Los niños se encuentran mejor si en lugar de evitar o negar sus emociones, son comprendidos y apoyados para modularlas.
- La sobreprotección no es buena nunca, en la adaptación tendremos que hacer esfuerzos doblados para sobreponernos a los impulsos. Las dudas atenazan ¿quién atenderá la fragilidad mi bebé? El miedo nos cerca ¿tendrá recursos para salir airoso de esta situación? ¡Es tan pequeño!, incluso la culpabilidad ¡no quiero separarme de ti! ¿Por qué lo hago? Decanta tus miedos. Exprésalos a la educadora, busca su complicidad y conexión. Los niños necesitan protección y seguridad, no sobreprotección.
- La escuela no lo puede todo. Si practicas colecho, si el bebé mama a demanda, mantén una entrevista con su educador, ponte a disposición de los nuevos requerimientos, por más que queramos no podemos darle satisfacción. Pero sí podemos evitar sufrimientos innecesarios. Insisto somos más efectivos si sumamos complicidad. El niño nos lo agradecerá a ambas partes. Piensa en tu disponibilidad para seguir amamantando en la escuela o llevar tu leche… invierte en facilitar; todo menos hacer pasar al bebé de un día para otro por una situación de frustración absoluta. No tiene recursos para defenderse de nuestras decisiones. Objetivo prioritario: que no se produzca la ansiedad por separación, para ello madres muy presentes mientras el educador presta apoyo y afecto hasta formar parte de la vida del niño.
- Exigir a los chicos lo que no modelamos. Las neuronas espejo hacen su labor, imitar las acciones e intencionalidades del adulto ¿Qué imagen proyectas? Cuida tu comunicación no verbal es la que sabe leer el niño. Piénsalo ¿qué puede entender el niño cuando le dices “te lo vas a pasar muy bien”, mientras todo tu cuerpo expresa lo contrario, te aferras a él con un abrazo indisoluble y faz desencajada?
- El engaño del silencio. Un niño que no llora no quiere decir que esté adaptado. No bajes la guardia, observa reacciones pasivas. Puede haber llegado a la conclusión de abatimiento o insuficiencia, eso no es lo que buscamos, el niño debe sentirse bien en la escuela.
De lo que sí se trata el proceso de adaptación:
- En la adaptación no hay medias tintas, es decisivo que el niño aprecie bienestar; si la práctica en el hogar o en la escuela no nos deja ver las necesidades infantiles, se pierde la cercanía con la realidad infantil. Hay que ser cautelosos para que el proceso de individualización infantil no se vea afectado; transición familia-escuela con mucho contacto, seguimiento muy efectivo para comprobar continuamente que estamos haciendo lo correcto.
- La principal dificultad en este proceso es que lo pilota un río desbordado de emociones. Y sin embargo, los chicos precisan de adultos serenos. Comprender manteniendo la calma y abandonar la urgencia de poner freno a su malestar son mediadores eficaces. Respetemos la liberación de tensión y el niño se sentirá escuchado y atendido.
- Sé amable contigo mismo, date el tiempo que necesites para mostrarte ante el niño como el adulto cálido que necesita, es un voto por tu ritmo personal, por su ritmo personal. Todo puede ser más agradable.
- Recuerda que la adaptación es suya, es algo que el niño debe organizar en su interior, partiendo de las vivencias en un entorno paciente y amigable.
¿Qué emociones impulsan el comportamiento infantil en la adaptación?
Es necesario un marco que estructure cómo han de ser las relaciones interpersonales y cómo influyen las bases neurológicas, cómo la emoción es aspecto sustancial en el proceso de adaptación. El tronco o tallo cerebral se encarga de regular las funciones esenciales del cuerpo, circulación, respiración. Además, sede de los instintos y con la finalidad de asegurar nuestra supervivencia, también se encarga de las respuestas que preparan al organismo para enfrentarse a situaciones que pueden suponer «peligro o amenaza». Una serie de sustancias químicas, los neurotransmisores se ocuparán de hacer la labor de que «el mensaje» (información que proviene de estímulos, bien internos o bien externos) se transmita y module. Se desata la ansiedad (esta tensión es natural ante cualquier necesidad que precisa satisfacción) se libera cortisol, se libera adrenalina y a nivel cortical se activa la hiperalerta a través de la noradrenalina. A su vez se libera dopamina para tener la iniciativa suficiente para actuar, insulina que energiza a las neuronas, endorfinas que energizan al organismo y aumenta la disponibilidad de inmunoglobulinas que liberan serotinina que preparan para la recuperación.Si la situación ansiógena es superada con éxito todo este proceso es beneficioso para el organismo porque supone una ejercitación y potenciación para superar situaciones futuras. Nuestro organismo siempre está haciendo frente a situaciones ansiógenas moderadas, si aumentan en magnitud, en intensidad, son inesperadas o permanecen en el tiempo, nuestro organismo se torna frágil y vulnerable, incluso enfermizo, porque si el estrés no da tregua se produce el agotamiento, el nivel neuroquímico se debilita, se echa mano continuamente de la serotonina para bloquear a la noredranalina, aumenta la insulina y las sustancias inflamatorias, se elevan las conductas impulsivas y compulsivas.
El niño que no ve respetados sus procesos emocionales mantienen la incertidumbre relativa a si sus propios estados emocionales y sus necesidades serán sintonizadas y satisfechas.
- Cuando los niños no se encuentran aceptados, amados, respetados, valorados… las relaciones provocan ansiedad y buscan enconadamente protegerse de la amenaza, según el temperamento se aislará, se someterá o bien externalizará la ansiedad en forma de rebeldía, atacando, defendiéndose, con negativismo y desórdenes conductuales.
- Cuando los niños no encuentran asegurada su pertenencia su cerebro estará enfocado en defenderse de la amenaza y no podrá aprender. Pensemos en cuántos factores estresantes de toda índole (seguridad, familia, compañeros, aprendizaje…) llevan y sienten los niños en los hogares y en la escuela en el periodo de adaptación. El cerebro medio nos orienta hacia la conexión y las relaciones buscando siempre proteger nuestra supervivencia.
- Durante el tercer trimestre de vida intrauterina inicia su maduración la corteza parietal del hemisferio derecho, encargada de la descodificación de información emocional proveniente de los rostros. También en este trimestre se inicia la maduración de la corteza temporal superficial del hemisferio derecho, descodifica el contenido emocional de la voz (textura, melodía, tono… ¡la importancia de la comunicación afectiva y efectiva en el proceso de adaptación!) Al nacer somos los padres o cuidadores los encargados de asumir lo que Stern llama “armonización” “servir de espejo a los sentimientos internos del niño”. Un grito de emoción ante la presencia de la escuela encuentra una sonrisa o un abrazo, los circuitos correspondientes a estas emociones se refuerzan. Cada experiencia armónica le da consistencia al cableado. De igual manera las señales químicas y eléctricas que se producen ante emociones que solo suscitan indiferencia o una respuesta contraria (el niño está inquieto, la cara de mamá traslada su miedo, la educadora no es sensible a los estados emocionales y se tensa mientras dice «eres un llorón»), es como si a la vez le estuviera diciendo al niño «ven aquí y aléjate». Esos circuitos se confunden y no se fortalecen favorablemente hacia el bienestar infantil. Un solo arrebato no afecta al niño para la vida.
Pero ¿qué debemos cuidar los educadores?
El patrón, y este puede ser muy poderoso, “un bebé que no consigue equiparar sus niveles de emoción se convierte en una persona pasiva, incapaz de sentir emoción o alegría”.
Las experiencias también pueden dar fortaleza a ese cableado con signo positivo, Goleman dice, ante un bebé sollozante un padre tranquiliza suavemente, una educadora lo deposita en la cuna abrazando, otra puede gritar ¡ya está bien, para! Las primeras respuestas guardan armonía, las otras están desincronizadas desde el punto de vista emocional. En el cerebro confluyen y se procesan las emociones y se almacenan nuestros recuerdos (área límbica). El cerebro medio, el «radar de seguridad», descodifica las sensaciones, les asigna valor positivo (alegría, quietud) o negativo (miedo, rabia). A partir de este momento una experiencia determinada y el cúmulo de sensaciones pasan a constituir una vivencia que adquiere el sello de lo particular, individual. Es decir, la amígdala adjetiva la vida, crea catálogos de emociones positivas y negativas (A. Céspedes); el hipocampo archiva dichas emociones, algunas serán codificadas en un carácter implícito, inaccesible a la conciencia de modo volitivo (a través de la voluntad), mientras que otras serán codificadas como memoria biográfica, episódica, susceptibles de ser evocadas y relatadas ¿Cómo deseamos formar parte de los engramas de memoria infantiles los educadores? El cerebro superior, el que se encarga de procesar la adecuación de esas emociones, el que las regula, en los niños es muy inmaduro.
“Los frenos” para las situaciones de bloqueo emocional, no funcionan bien a esta edad. La entrada en la escuela supone un cambio radical, sale del mundo familiar que es un espacio conocido, seguro (placer) y se introduce en un mundo desconocido. Radar emocional ¿seguridad? Incierta. Valoración ¡peligro! Reacciones emocionales: llorar, gritar, huir, enfados, inhibición de la acción… no es voluntario, el niño pone en funcionamiento la reactividad de los impulsos de supervivencia.
- Estos conocimientos nos responsabilizan sobre las experiencias que aportamos. Los niños en edad preescolar son fácil presa de la ansiedad de separación y tienen dificultades para autorregular sus estados emocionales. Los educadores debemos saber leer las conductas del niño en clave emocional de modo empático porque dependen de un adulto que esté dispuesto a validarse como significativo para él.
- ¿Es imprescindible que el niño sufra? El cambio es una hecho real, el proceso debe ser lo menos agresivo para la mente infantil. Habrá niños que en tan solo unos días y con las buenas prácticas de los educadores y padres lo consigan y habrá otros que no. Estos niños son los que más nos necesitan. Habrá que interpretar su llanto como expresión de temor, aceptarlo y tomar las medidas para que puedan superarlo. Ni jornadas enteras, ni jornadas de hora y media, si estamos llevando a cabo la adaptación, será la jornada que se acople a su necesidad para evitar el sufrimiento y darle el margen necesario hasta que perciba las cualidades positivas del nuevo entorno: satisfacción de necesidades básicas, sentirse protegido de peligros reales, encontrar afecto y aprecio… conectar. El vínculo con su educador devolverá al niño la tranquilidad.
- La atmósfera de la adaptación no nos puede impedir “ver el todo”. Descéntrate, ten mirada larga, piensa en los objetivos del destino educativo. Te dará aliento para superar este proceso. Piensa en positivo, sin duda más rentable. Pon en alza los éxitos, cuida el lenguaje, evita palabras como “no, nunca, otra vez…”
Venga tenemos un reto importante por delante, el niño nos necesita unidos, los niños necesitan «sentirse sentidos» ¡Vamos a ofrecer lo mejor de nosotros en beneficio de ellos, en beneficio de todos!
Los niños van a vivir miles de impresiones que les hablarán de sí mismos, de los que le rodean, de su mundo… los mensajes posteriores se apoyarán en ellos, y eso lo transforma en elementos capaces de almacenar fuerzas tremendas… Corkille Briggs. Me atrevo a añadir: para vivir de la mejor manera posible.
Este proceso es decisivo, tu opinión es valiosa, cuéntanos tu experiencia, nos enriquece a todos…

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