Quizás algunos conocéis aquella anécdota de la mamá que fue al pediatra y preguntó “Doctor, ¿cuándo debo empezar a estimular el desarrollo de mi niño?, y éste le contestó ¿cuántos años tiene? Pues mire, cinco. Señora, váyase a casa y empiece ya, ha perdido cinco maravillosos años.”
Os he leído, con detenimiento, me he recreado. Ahí está vuestra reflexión, la mido con la cabeza y el corazón. Después de cada una he sentido desazón, ¡venga, hagamos otra escuela, empecemos ya, estamos perdiendo muchos maravillosos años de las vidas de nuestros chicos!
Las propuestas están ahí, las antiguas, Freinet, Fröebel, Decroly, Montessori, Freire… poned las que queráis. Las nuevas, ya van casi… todas con nombre propio, los vuestros.
¿Quién no se apunta a tanta buena teoría? Pero ¿notáis su pulso, vivís su pálpito?
¿Quién cuando hablamos de escuela abierta al mundo, llega a clase, añora y favorece la aportación social, sin ir más lejos, de los padres? Cada año, oigo los lamentos de las familias cuando los niños empiezan a ir al colegio “¿por qué nos habéis acostumbrado a esto, si luego no existe?”
Si se les permite, son enriquecedores, amén de necesarios. Hasta los hospitales, hace tiempo que se dieron cuenta de que las visitas estipuladas y restrictivas, masificaban, eliminaban el beneficio afectivo de la colaboración.
¿Quién tiene sus elaboradas estrategias abiertas a la modificación? ¿De qué nos sirven los nexos con el mundo, si no permitimos que el aire fresco nos remueva, nos contamine?
¿Quién cuando hablamos de alumnos que aprendan a pensar, facilita el que lo hagan? ¿Quién no se molesta cuando se expresan, cuando muestran desidia o rechazo? ¿Se pretende su respeto y cercanía, su interés?
¿Quién no se quiere quitar de encima al problemático, al que se mueve, al rebelde? Los tildamos de hiperactivos, antes que los especialistas.
¡Frena en seco! Descarta que no estás levantando muros al desarrollo. Ten inquietud por conocer sus motivos, quizás, sólo sea un mecanismo de defensa. Defienden sus ansias de ser frente a nuestras murallas, allana el camino del aprendizaje.
¿Quién ante temarios estériles, que borran el brillo de los ojos de los alumnos, se ve parte implicada? ¡Sé rebelde frente a las imposiciones! Déjales ser protagonistas de sus vidas, déjales crear su aprendizaje.
Mi propósito es un GRITO y si está vivo, mañana, debería ser OTRO. Es lo que intento ponerme cada mañana, cuando me visto y me pinto el ojo. Renuncio a ser aquella princesa que durmió sin darse cuenta del garbanzo debajo del colchón.
Os invito a ser Alicia en el País de las Maravillas, Blancanieves en rebelión frente a la madrastra y colaborativa con los enanitos, Caperucita cañera y transgresora. Inteligente, generoso como el Ruiseñor… para que no nos pase lo que al jardín del Ogro ¡se quedó sin flores!
¡Sensibilidad, voluntad, ternura y la fuerza para «DEJAR SER personas libres, felices y capaces de forjar su mundo»
En nuestra etapa, el modo de hacer es brindar herramientas… se podría extender al resto de la vida.
Muchas gracias.
Tienes razón en tu planteamiento, muchas veces perdemos mucho tiempo haciendo planteamientos, está claro que la teoría nos la sabemos, pero nos falta a veces la decisión final, el último paso, el más importante para el cambio definitivo. Dejemos a nuestros alumnos ser los verdaderos protagonistas, nos lo agradecerán toda su vida. Gracias por tu reflexión Marisa.
Hola Carmen, quizá sea mi edad o el hecho de haber vivido la enseñanza, también, desde la otra perspectiva, la de mis hijos como educandos, lo que me hace pensar, si como dices, no perdemos mucho tiempo y lo que es peor se lo hacemos perder. Si realmente lo que ofrecemos es lo mejor que pueden recibir, durante días, durante años de sus vidas. La responsabilidad me revuelve, no la siento como un peso, la tengo muy interiorizada como un estímulo para cambiar, para mejorar. Como, alguien comentaba, el otro día en Twitter, los chicos son nuestros clientes ¿nuestro propósito educativo es también el de ellos? Muchísimas gracias por tu comentario.
Marisa, ¡¡¡EXCELENTE!!! Es lo que me parece tu reflexión. Para ser feliz hay que ser muy valiente, pero para pensar por uno mismo hay que ser un superhéroe y ya ni digamos intentar con propósito de lograr que nuestros hijos tengan criterio para poder decidir, para poder pensar por sí mismos, para dejarles hacer y tomar sus propias decisiones.
Un abrazo gigante y me uno a tu GRITO, hoy más que nunca.
Sí Marina, tú me conoces bien y sabes que me gustan los retos, ¿y qué es vivir sino eso? Permitir a los hijos, a los alumnos ser protagonistas de sus vidas implica mucha valentía, pero es que es su derecho. Sé que no queda muy pedagógico lo del GRITO, que cada uno busque el sinónimo que lo haga más aceptable, pero creo que nos hace falta un buen revulsivo. Muchas gracias.
No sabes qué bien me viene este post para mandárselo a una amiga con la que conversaba hace poco de lo infructuosos que estaban resultando mis intentos para democratizar mis clases. Ella me decía que cuando llegan a la universidad ya es demasiado tarde para intentar cambiar nada. Los alumnos ya se han acostumbrado a hacer lo que se les pide, a no participar en el proceso de aprendizaje, a no aceptar que la materia la pueden hacer ellos mismos. Solo algunos saben apreciar este estilo de aprender de la mano: profesor y alumno, alumno y profesor. Ojalá que con la labor de profesionalazos como vosotros pronto puedan llegar a la universidad generaciones más aventureras y creativas.
Un abrazo
Me alegra mucho tu comentario porque me da pie a hablar de la importancia de la etapa de Educación Infantil. Durante muchos años hemos trabajado con los chicos como medio conciliador de vida familiar y laboral, poca gente veía la necesidad y los beneficios educativos que las escuelas podíamos aportar al niño, como individuo en pleno desarrollo, en estos primeros años tan definitivos para la vida. Yo, como tu amiga, creo que en la universidad ya es tarde. Para optimizar el aprendizaje, el niño debe ser protagonista de su construcción desde los comienzos. Pienso que los profesionales de Infantil deberíamos tener una exquisita formación multidisciplinar que nos permitiese contemplar a los chicos en su integridad y poder, de ese modo, acompañar y guiar en el desarrollo de habilidades y destrezas. Nosotras contamos con ventaja sobre los docentes de otras edades porque la curiosidad es una fuerza imparable que sólo tenemos que alimentar. Sus sentidos están, por ley natural, abiertos sobremanera, atentos a que el adulto sepa aprovecharlos para crecimiento creativo personal. También esa ventaja es un arma de doble filo, si nos hacemos insensibles a su imperiosa necesidad de explorar, de conocer, de crear… estamos incurriendo en atrofiamientos que perdurarán… Muchísimas gracias por tu comentario ¡ojalá seamos capaces de ponernos a la altura de las circunstancias! Un abrazo.