Tomás, Sofía son bebés de cuatro y seis meses de edad, sus vidas acaban de iniciarse, dos proyectos de persona. De su carga genética y de la interactuación con el entorno dependerá el que sean individuos más o menos libres, formados, autónomos y felices.
Desde su nacimiento el llanto, la sonrisa, el interés… son algunas de las manifestaciones en las que coinciden. Y es que venimos al mundo cargados con un patrimonio genético que nos permite distinguir entre emociones positivas y negativas y además expresarlas de forma gestual o vocal. Ha sido desde los dos o tres meses que han adquirido la capacidad de comprensión de las emociones en las caras de los adultos.
Hoy, Tomás, en toda su plenitud de bebé redondo y feliz, ha tenido sonrisas para todo aquel que ha sucumbido a sus encantos y ha iniciado comunicación con él. Sus emociones han sido de felicidad, agrado e interés. Sofía, en la hora de la comida lloraba con toda la energía de la que era capaz. Yo, dejándome llevar por un impulso incontrolable, no medité lo suficiente y cogiéndola en brazos me la llevé a otra sala para consolarla. Mal, porque ella no entendió (no podía) mi intención y sin embargo vio frustrada su necesidad imperiosa de comer «inmediatamente». Yo no traduje en condiciones y Sofía se manifestó sin reservas.
En poco tiempo, a los seis meses, ya matizan sus expresiones, siendo en la segunda mitad del primer año de vida cuando sus padres y educadores somos capaces de diferenciar su expresión (por ejemplo el enfado y el dolor).
Cuando tengan un año Tomás y Sofía habrán conseguido un gran avance en la comprensión de las emociones de los demás. El hito es que serán capaces de comprender que esas emociones pueden referirse a objetos o situaciones (mamá está asustada porque ha visto un perro). Y será un hito porque las emociones de los demás serán usadas como «referentes sociales». Para ir conociendo el significado de las cosas, las amenazas, lo divertido, lo interesante, usarán nuestras reacciones, seremos su ventana al mundo.
Esta información la utilizarán para regular su conducta. Son múltiples los estudios que ponen de manifiesto la íntima relación entre la expresión de emociones por parte de la madre y conductas de aproximación y exploración ante los objetos.
Será al final del primer año cuando expresen una gran variedad de estados emocionales. En el segundo, el papel del niño se vuelve muy activo. Interactuarán sobre los estados emocionales de los demás para influir sobre ellos. Y lo manifiestarán de dos maneras, para «calmar la presencia de emociones negativas» o «para evocar negativas». Fijáos que hasta este momento el niño se limitaba a aceptar emociones de otras personas y se adaptaba a ellas. Ahora tiene genuinos intentos de influir, calmando o haciendo rabiar.
A veces, ambos intentos tienen el mismo interés que no es otro que contemplar las emociones de los que le rodean. Cuanto más nos acerquemos al final de este segundo año estas conductas serán más frecuentes, siendo el tercer y cuarto año, mucho más elaboradas y por supuesto más eficaces. En todo caso se verán alimentadas o no en función del hogar y el entorno en los que el niño se críe.
Para que el niño llegue a comprender y conocer sus emociones es necesario el desarrollo de sus capacidades intelectuales, porque una cosa es la manifestación y otra la experiencia interna que de ellas tiene el pequeño ¡atención adultos el lenguaje y nuestra actitud son factores determinantes!
Hasta los tres años no tiene una buena comprensión de la causa de sus emociones, a medida que vaya adquiriendo consciencia de ello se harán más complejas y se manifestará en un uso de mecanismos variados para el manejo de las de los demás.
Un pequeño recorrido sobre un tema muy importante para la construcción personal en el que los adultos, los educadores tenemos un papel protagonista como figuras de modelaje e identificación.
Para Tomás , para Sofía, una emoción que es poderosa en la construcción personal:
El amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso».
!El ruiseñor y la rosa». Oscar Wilde.
Lecturas recomendadas: Harris, P. H., «Inteligencia emocional» Goleman, D., «Educar con Inteligencia Emocional», Elias, M.J., Tobias, S.E., y Friedlander, B.S.
Me ha parecido muy interesante lo que planteas.
En mi caso, no puedo hablar de otra cosa, me doy cuenta que sin querer, he volcado sobre mi primer hijo algunos de mis miedos, y me reconozco en algunas reacciones que tiene. No me siento orgullosa de ello, pero me equjivoco tantas veces a lo largo del día…
Mi segundo hijo no sufre tan en primera persona estas cosas, porque su referencia no soy yo, sino su hermano mayor. Suerte que tiene.
Ahora entiendo mucho mejor que mi hermana y yo seamos tan distintas aún habiendo nacido en la misma familia.
Marta, mi pequeño recorrido por el desarrollo emocional, tiene como objetivo hacer un poco de hincapié en que los niños no sólo manifiestan emociones sino que además existe un «desarrollo emocional», totalmente vinculado al desarrollo madurativo y especialmente al entorno social. Todo el mundo se informa, se preocupa por el crecimiento físico, por cómo alimentarlos, cómo deben dormir, cómo preservar su salud…pero poco o nada de como se construye su desarrollo emocional. Aunque ahora parece que al menos en el lenguaje ya están los primeros esbozos, de interés por el tema.
Como bien dices, no somos perfectos, claro que no. Nos equivocamos y esto es humano y positivo si valoramos nuestros errores y modificamos para mejorar. Y también tienes toda la razón en que en las edades cortas los padres somos su figura de identificación. Fíjate que en el primer y segundo año son capaces de manifestar sus emociones y comprender las de los demás pero no se ven como sujetos capaces de influir en ellas. Las emociones de los demás son su referente, les sirven como mecanismo de supervivencia, digamos que de tus emociones van obteniendo la comprensión y conocimiento de los objetos y situaciones. Los adultos somos su lector de vida.
Cuando su maduración se lo permite, en torno a los dos años, ya son sujetos activos en las emociones de los demás. Comentas las diferencias entre tu hijo mayor y el pequeño, y de nuevo forma parte del desarrollo evolutivo el comportamiento de ambos. El mayor, tenderá a intervenir en el estado de ánimo del chiquitín y el pequeño sabe que en el mayor encuentra ese primer consuelo, con lo que se reforzarán sus conductas de acercamiento y aproximación.
Mi artículo está centrado en los tres primeros años de vida, pero es un proceso apasionante. A medida que crece el niño empieza a comprender las causas (no sólo reconocer externamente, sino asociar a un origen intelectual) de las emociones y que una misma causa podrá derivar en unas emociones u otras en función de que medien «deseos y creencias»… y como siempre, Marta, la implicación del adulto es el elemento decisorio canalizando, valorando, negociando, alimentando… unas respuestas u otras. Ya no me quiero meter en otros entornos, véase escuela, sociedad… tan poco pródigos en beneficios de desarrollo emocional.
Bueno, al menos unas pinceladas. Para que no sea «el gran tema descuidado por los educadores». Muchas gracias por tu visita Marta. Un abrazo.
La verdad es que me apasiona el tema…
Otra curiosidad: yo pensaba que el caracter se iba formando con el tiempo, que era una cosa moldeable.
Mi hijo pequeño tiene cierto caracter diferenciado desde que nació. Es curioso…
Ahora comprendo como mi hermana y yo, educadas en la misma familia somos taaan diferentes.
Yo no se si el carácter se forma o se nace con él, pero si que he notado en el niño una tendencia desde que nació. Los primeros días yo decía «Tomás no sabe llorar» y es que ni siquiera lloraba cuando tenía hambre, se limitaba a abrir los ojos y hacer ruiditos hasta que le atendías. Sólo se hacía notar cuando tenía hambre o el pañal sucio a base de ruiditos, pero no le oíamos llorar nunca y las noches las dormía impresionantemente bien. Todo el mundo nos decía «disfrutad disfrutad… que ya vendrán tiempos peores…» Hoy por hoy tiene 4 meses y no ha cambiado la tónica. Ahora cuando quiere comer sus quejas son mas altas pero en su línea y solo llora cuando tiene un dolor. Solo en una ocasión ha tenido un llanto prolongado durante una hora que comenzó sin ton ni son y tal cual empezó terminó… nadie sabe que pasó.
Cuando oigo a amigos decir que sus hijos lloran tan a menudo que piensan que es porque les gusta… me da cierto vértigo.
En ocasiones tiene su genio… pero en general Tomás nos lo pone fácil, y por eso me resulta sencillo saber cuándo le duele la boca, cuando tiene sueño, cuando hambre… y cuando es el primero ¡¡es una suerte!! porque siento que me está enseñando a ser madre de una manera muy sencilla. ¡¡Miedo me da que llegue el segundo!! porque estoy convencida de que no hay dos iguales
Efectivamente, es un tema apasionante, Marta. Y con vuestros comentarios hemos entrado en un clásico de la Psicología, la dicotomía entre herencia y medio. A día de hoy, son más las teorías que no ven esa oposición sino una mutua dependencia entre los factores hereditarios y los adquiridos. Comentáis si se nace o no con el carácter, quizá, cuando lo hacéis a lo que os referís es al temperamento que sí viene escrito en los genes, pero no el carácter. Los genes traen órdenes y tendencias que se cumplirán o no en función de que se les permita expresarse.
Los niños asimilan la información de su entorno, la elaboran y la aplican a sí mismos, (son curiosas las investigaciones con gemelos univitelinos, en los que su situación como embrión en el útero puede tener consecuencias importantes en su inteligencia y conductas futuras). Pero la identidad personal se construye a la vez que se conoce lo que nos rodea con la interacción con el medio, sobre todo en los primeros años de la vida y es un proceso en el que los niños empiezan conociendo lo concreto, lo físico, de forma externa y aislada, para después ser capaces de conocer, entender, explicarse y construir procesos internos, ya de forma autónoma.
Desde que nace, el bebé, comienza la construcción del yo, sus movimientos reflejos como la succión o prensión del dedo de la madre ya dan lugar a las primeras sensaciones. La conducta se reduce a mamar, llorar, eliminar y moverse de forma incoordinada, a partir de los dos meses tiene gran cantidad de respuestas diferenciadas, muy vinculadas con el mantenimiento de la vida. Y como sabéis esas percepciones de calor, comodidad, hambre, son el origen de sus primeras impresiones que van constituyendo sus vivencias del propio cuerpo. A los tres meses observa sus manitas, a los nueve se distingue de otros bebés, a los quince se reconoce en el espejo… el hecho de que el aprendizaje sea posible a edades tan tempranas tiene una importancia capital en sentimientos y práctica para padres y educadores, principales figuras de modelaje e identificación. Es decir, se va diferenciando de los demás, elaborando su identidad, su carácter, conociéndose a sí mismo, su identidad social, su adquisición de género… Este autoconcepto lo elabora de las actitudes y mensajes que obtiene de los demás, hostiles, de descalificación, de afecto, de aceptación. así van construyendo una actitud de orgullo, satisfacción o vergüenza (autoestima), que, efectivamente, Marta, se puede reajustar, pero los estímulos recibidos desde el nacimiento, como impresiones neuronales, son experiencias que tendrán para la vida un poderoso efecto. Porque es cierto que cuando acaba la fase de crecimiento del organismo, el hígado, riñón… la mayoría de nuestros órganos adquieren una estabilidad para la vida y que esto no ocurre con el sistema nervioso, ni la conducta resultante, debido a la plasticidad neuronal, pero esta capacidad de las neuronas de recibir información tiene su fase de optimización en los primeros años de la vida.
El adulto tiene un papel protagonista en la forja de la construcción del carácter del niño, con su actitud y conducta modela intereses, motivaciones, confianza, puntos de vista. sentimientos… claro, dice Mª José, no hay dos iguales, por supuesto, cada niño es único con su herencia genética y su entorno que tampoco será igual que el de su hermano mayor, las circunstancias, las personas, los vínculos de empatía… todo cambia.
Muchos besos a las dos, en especial uno grande para Tomás, muchas gracias por vuestros comentarios y ¡buen fin de semana!