Ya casi hemos terminado el curso. La fiesta del viernes fue ese momento que cuando empiezas en Septiembre, parece que está lejísimos en el tiempo y sin embargo cuando te quieres dar cuenta ¡llegó!
Han pasado muchas cosas en todos estos meses, hemos afrontado juntos la adaptación de los niños a la escuela. ¡Qué duro es! Sabes que la incorporación a un centro de Educación Infantil es bueno para ellos pero son muy pequeñitos y sólo la vivencia del día a día les permite conseguir la tranquilidad que les hará sentirse seguros en un espacio que al principio es nuevo, rodeado de personas extrañas y teniendo que empezar a hacer uso de sus poquitos recursos personales porque papá y mamá no están en la escuela. A los adultos (papá/mamá) la parte emocional nos juega malas pasadas. Son momentos de poner en práctica todas nuestras habilidades en arte dramático, aunque nos estemos muriendo por dentro, hay que ser capaces de manifestar tranquilidad y seguridad para que los niños, con sus antenas parabólicas «a toda pastilla» absorban de nosotros todo lo que en esos instantes les falta. También nosotras (las educadoras) tenemos que poner en funcionamiento todas nuestras dotes comunicativas para conseguir vuestra tranquilidad. Nos gustaría poder entrar en vuestras cabezas y en vuestro corazón para calmar inquietudes, poder transmitiros confianza y sosiego. Toda la información que seamos capaces de trasladaros va a ser poca, es imprescindible calmaros para que también lo hagan los niños.
Después el curso. Trabajamos juntos programaciones, hábitos, actitudes, actividades…y los primeros frutos no se hacen esperar. Su capacidad de aprendizaje es prodigiosa. Las destrezas, habilidades, capacidades cogen impulso y con la fuerza de su desarrollo evolutivo ya no hay quien los frene. Aprenden a voltear, arrastrarse, sentarse, gatear, caminar, aprenden a saltar, manipular y observar los objetos, balbucean, hablan, comen en brazos de su cuidadora, después en hamaca, en trona, en mesa, aprenden que hay que compartir, respetar, disculparse, saludar, atender, obedecer, cantar, colorear, pegar, rasgar… también hay, todo hay que decirlo, momentos de tensión, de conflictos, algún que otro arañazo o no sé si es peor, mordisco.
¡Son otros! La multitud de experiencias que han vivido les enriquecen, les han hecho crecer.
El curso también tiene su lado negativo. La enfermedad siempre está al acecho. Este año comenzamos con la preocupación y casi miedo a algo que nos iba a venir (o eso nos decían) pero no sabíamos bien a qué nos teníamos que enfrentar. Me refiero a la gripe A. Al final no sabemos, realmente si la pasamos pero si así fuese ¡no llegó la sangre al río! También hemos tenido un par de sustos por culpa de las alergias alimentarias. De repente una zona de la cara se inflama y tienes que salir corriendo al centro médico. Os tengo que confesar que aunque ya son muchos los años que llevo con los niños para estos temas no hay experiencia que valga. Me angustio y se puede decir que hasta que no están en manos de un médico y empiezo a vislumbrar la vuelta a la normalidad no respiro. Además, pues que os voy a contar que no sepáis, los procesos víricos y alguna que otra gastroenteritis. Aún así, este año no ha sido especialmente significativo en lo que a enfermedad se refiere. Nosotros ponemos de nuestra parte todo lo que creemos que está en nuestra mano para evitar la enfermedad. Una buena alimentación y enseñar a los niños prácticas y hábitos saludables. Y por supuesto nos tranquiliza la labor de Jesús que con sus visitas nos ayuda a sobrellevarlo.
También este año hemos tenido piscineros, Joaquín y Raúl se encargan de esta actividad. También al principio hay algún que otro llanto pero rápido queda en el olvido lo difícil del comienzo y van tan contentos a «nadar como los peces».
Ya en otro artículo hablamos de otra de las actividades de este curso las excursiones. Al teatro, al circo, a Faunia ¡superguay!
El día de la fiesta de fin de curso nuestra parte emocional vuelve a ocupar todo el espacio. Preparamos lo mejor que podemos y sabemos la fiesta para vosotros.¡ De nuevo estamos nerviosas! ¡Ojalá todo salga bien! El día anterior los mayores ensayan su recitado de poesía «La tortuga Luga» y yo me emociono. ¡Es tanta su capacidad! Los niños son el combustible de nuestra motivación. No hay nada más estimulante que ver el aprendizaje «de vértigo» de un niño de esta edad para recargar nuestras pilas de adulto y reponer energías.
Ha venido Ana, la cuentacuentos, es nueva entre nosotros. ¡Nos ha gustado! Es cariñosa y no escatima en cariños y atenciones.
Nos hemos sentido a gusto. Vosotros nos dedicáis una mañana, sabemos que no es fácil. Creemos que todo ha resultado bien, hemos tenido princesas, hadas, flamencas, piratas, cocinero, trogloditas… ¡No me digáis que no están para comérselos! Después intentamos recobrar la rutina para poder comer y descansar.
Ahora sólo nos queda julio. Es un mes bonito. Ya no trabajamos programaciones porque nos hemos esforzado mucho todo el curso y nos merecemos un descanso, así que hacemos actividades de plástica, contamos cuentos, jugamos… disfrutamos. ¿A que es un buen plan?
Y me las he dejado para el final aunque en este caso el orden nada tenga que ver con la importancia. Me vais a permitir que haga un elogio de la labor de las educadoras. Este curso ha sido para mí más especial, cuando el equipo humano tiene, como es en nuestro caso un carácter casi familiar (por el tamaño y las horas que pasamos juntas) conseguir buenas profesionales y que además tengan, lo más importante, gran calidad humana no sólo es una suerte, es un lujo del que yo he podido disfrutar. GRACIAS.
Bueno, no sigo. Pero si quiero deciros GRACIAS por dejarnos compartir estos primeros años de las vidas de vuestros hijos y colaborar en la tarea de guiarles en el descubrimiento del mundo.
Nota: la poesía de La tortuga Luga
un hurra por Maria, Cristina, Ana, Macu y Nines!!! 😀