Este año también escribo carta a los Reyes Magos y nada más empezar me asalta un pensamiento ¿quiero pedir? ¿Necesito que me traigáis un objeto, una sensación, un empeño, un sueño? No, no quiero pediros nada.
No soy mal educada, ni desconsiderada.
Tampoco es que piense que el balance de mi proceder no sea el adecuado para esperar una atención.
Este como tantos otros años ya he recibido tal vez más de lo que merezco. Quizás en este curso, apreciaciones, aún más significativas, que desataron las emociones de una maestra loca con la Educación Infantil.
Escuela enREDada tuvo alas y libó el néctar de estar en la biblioteca digital de la Universidad Rey Juan Carlos, también la Asociación Espiral nos hizo un hueco en sus páginas educativas, incluso, el enREDo, fue más allá de nuestras fronteras, Amicus, una ONG polaca nos quiso como ejemplo de buenas prácticas y fuimos y contamos y ahí estamos a su disposición para formar parte de un proyecto grande para el ciclo del 0-3. También estaremos en el Congreso que AMEI organiza en mayo. Sí, en este sentido, como veis Majestades, no hemos sentido pereza para escribir, relatar, compartir lo que sentimos, pensamos y hacemos.
Escuela enREDada hace tiempo que no es mi criatura sino el esfuerzo de muchos pero he sido muy dichosa comprobando como en los pocos meses de este curso ha saboreado las mieles de múltiples reconocimientos.
Pero decidí no quedar atrapada en el oropel de la cierta satisfacción que proporciona saber que un proyecto funciona. Decidí seguir explorando las aguas muchas veces turbulentas de las relaciones educativas. Y he trabajado mucho Majestades.
Llevo meses, casi un año, de fisgona. He utilizado mi aprendizaje sobre desarrollo socio emocional para mejorar los vínculos y actuaciones en la escuela, pero también para meterme en hogares y aulas. Puede que alguien lo interprete como presunción o atrevimiento. Hasta no hace tanto hablar y valorar pautas educativas era un espacio reservado para los expertos. Tal vez sea esta una de las razones por las que los descubrimientos e investigaciones sobre cómo aprenden los niños andan cogiendo polvo en los estantes de las bibliotecas. «El mal de altura» del conocimiento que deja sin oxígeno a los que luego debemos llevarlo a la práctica. Tú, maestro «de a pie», aprendías los contenidos académicos en la Universidad y con ellos hacías todo el rodamiento de tu carrera profesional. Ni te cuestionabas, ni te dejabas cuestionar. Y luego decimos que el niño tiene un carácter inaguantable o «que mira cómo me ha salido». Como si no tuviéramos arte ni parte.
Lo que quiero deciros es que he seguido de aprendiz de este noble arte de educar ¿Cuánto tiene que saber un maestro? Y si aprendes más ¿Puede una maestra común escribir, reflexionar y hasta orientar sobre educación? ¡Cuándo abandonaré la costumbre de poner todo en duda!
Pues mirad, soy un eslabón decisivo para que los niños puedan conocerse a sí mismos, soy guía para actuar ante un conflicto, orientación y modelo para interaccionar socialmente poniendo en práctica habilidades que les hagan sentir bien. Soy responsable de construcción personal. Dicho así puede leerse como envanecimiento pero sabéis que no es ese el tono de la frase, quiero en este párrafo enfatizar la importancia, la responsabilidad, el peso que tiene mi proceder en tantas vidas humanas.
Podría haber seguido investigando, sumando «saberes» y haberlo aplicado tan solo en la escuela, pero Escuela enREdada es plaza pública, nos gusta reunirnos e intercambiar impresiones. Para nosotros es interesante no solo adquirir conocimiento sino que fluya en interacción con otros para saber qué funciona y qué no funciona en educación. Lo que yo sé no es dogma de fe, pero es lo que hago cada día, lo que impacta en la vida de los niños. Razón suficiente para que no adopte la creencia de que todo lo que hago es perfecto, o niegue los errores o no se puedan abordar las inseguridades… o proclamar a los cuatro vientos el goce de los éxitos.
Es ridículo pensar que no hay otros enfoques, otras estrategias, otras perspectivas.
Que estemos unos y otros abiertos al valor de la información en educación es un cambio de actitud no solo deseable, sino imprescindible para ofrecer a los chicos coherencia y respeto.
No tengo la menor duda, pensar y hablar de lo que hacemos en educación nos invita a todos a superar inseguridades, a buscar nexos, alternativas, estrategias de las que se pueden beneficiar los niños.
Este, se puede decir, es mi nuevo afán que ya casi cumple un año, queridos Reyes Magos. Llevo meses contando lo que leo, lo que estudio, que imparto talleres, que comparto en público en la red y pienso que esta nueva manera de trabajar ensancha las finalidades de Escuela enREDada ¿Una escuela para aprender las habilidades del mundo grande que es la sociedad?
Es costoso, no penséis que aunque sea una decisión libre no implica esfuerzo, sobre todo porque cuando hablo de aprender nuevas habilidades, aprender a no juzgar a los niños para pasar a entender y comprender, cuando hablo de retirarse emocionalmente de los conflictos si no estamos preparados para modelar aquello que les exigimos, cuando hablo de trascender a los hábitos de educación que convierten los hogares y las aulas en campos de batalla… no pienso en que lo hagan otros sino en la importancia de cogerle el tranquillo, encarnar en mi praxis todas esas habilidades que tienen poder para motivar, asegurar reconocimiento, apreciar, capacitar y alentar ¡Modelar!
Y en esta asunción de nuevas tareas hay mucho positivo y hay también escollos y barreras. Si cabe, más que nunca, porque cuando inicias el reto del cambio es cuando te haces sensible a la cantidad de pasos que habrás de dar para alcanzar las metas.
Por eso, Reyes Magos, no os pido. Si tuviera que hacerlo, perdería la mesura ¡Hay tantas razones que invitan a perder los nervios en la travesía! Y la verdad, siento desconfianza, es casi seguro que no podríais satisfacerme. No tengo derecho a poneros en esa coyuntura.
Pediría todas esas cosas que desde el momento en que se escriben empiezan a parecer alcanzables, tangibles, y no lo son ¿O acaso la honestidad en las personas, la sensibilidad en el trato, la educación que ayuda a ser, la capacidad de escucha, la generosidad, la compasión, la ética… lo son? Y además estoy poco indulgente, no sé si admitiría ni medias tintas, ni un placebo, creo que estoy cansada de tantas excusas y atajos que buscamos en educación.
No os preocupéis, no voy a ser más infeliz si no os pido, no lo vivo como frustración, es que creo que todo eso que anhelo no se debe pedir. Se puede decir que por fin, después de cincuenta años escribiéndoos cartas, me he dado cuenta de que eran erradas. Lo vuestro, no es dar. Dar es una suerte de asignación, lo que tengo te lo traspaso. Algo así como una gratificación. Y lo que quiero este año no se pide, sé que se trabaja, se ejercita, se siente, se aprende hasta que se convierte en parte de ti. No es adicional, no es un apéndice, no es un extra, no se puede dar ni recibir.
Y me cuesta renunciar a pedirlo porque realmente me gustaría tenerlo ya, sin dilación, sin tener que gastarme más. Pero desde el mismo momento en que me resigne a no hacerlo estaré en el buen camino. Lo que quiero solo puedo dármelo yo.
Sería un autoengaño o lo que es peor, una desidia, pensar que me vais a liberar de todas esas cosas que inquietan, que me hacen sentir insegura o restan energía, esas cosas que cada día hacen de este mundo un espacio menos alentador de bienestar para la humanidad ¿o acaso un maestro no debe pensar que es agente de cambio social? Y si lo somos ¿hay que esperar a que los cambios vengan de fuera? ¿Tan poco poder tenemos? ¿Nos lo tienen que dar? Quiero, tengo que pensar que no es así.
No, no quiero pedir, os quitaría voluntad, no daría margen a lo que habéis deseado para mi, no daría margen ni tan siquiera a la equivocación, ni al asombro. En cierta manera sería aprovecharse del compromiso para saltarme ese proceso valioso, que es «el pienso en ti, siento para ti y te regalo». Aunque hubierais decidido darme aquello que ansío, me haría un flaco favor a mi misma aceptando.
La capacitación para actuar sobre el entorno y gozar del poder de transformarlo tiene que venir de dentro, de la conciencia de que se poseen habilidades, actitudes y aptitudes para conquistarlo.
Antes de seguir tecleando grafismos releo y leo dureza. No os dejéis engañar por la apariencia, meteos entre líneas. Tan solo es la serenidad de una decisión que todos hemos de llegar a tomar alguna vez, lo más importante que esperes de la vida debes pedírtelo a ti mismo. Ese es el mejor regalo que te puedes hacer. Permanecer en la solicitud, el ruego, la demanda… es minusvalorarse o ni tan siquiera estrenarse como protagonista de tu vida y de lo que en ella pasa.
Hay una excepción a este enunciado. Hay algo que ennoblece la petición, que nos recuerda que no somos omniscientes, ni omnipotentes. La humildad.
Pedir ayuda… Para que la comodidad y la inercia de la costumbre no me confundan ni me jueguen malas pasadas. Para que la luz de la sabiduría me enseñe a priorizar lo importante y lo necesario. Esa es mi petición si lo tenéis a bien, espero de vosotros, ese regalo. Ayuda para recorrer con tesón y alegría el camino de este año. Lo empiezo con los labios cerrados, degustando silencios que dicen mucho, los ojos bien abiertos y la mente encendida.
Si fuera así, si me ayudáis a no perder la estrella polar, no me importa la dificultad ¡Hay que intentarlo!
¡Vamos allá Reyes Magos! En el corazón de esta maestra hay un espacio para vuestro regalo.
Para todos, gentes de bien, ¡Felices Reyes!
Regalo de reyes es lo que estás dando a tanto niños y familias. Tu sabiduría, tu esfuerzo, tu sensibilidad y sobre todo tu generosidad. El cambio de paradigma, nuestra nueva forma de ver nuestros hijos e hijas. La posibilidad de aprender contigo y como dices en tu carta, de exigirnos a nosotros mismos lo que queremos de los demás.
Gracias,Marisa
¿Sabes Guillermo? Cuando acabé de escribir esta carta estuve a punto de tirarla a la papelera. Por una lado sentía cierto pudor, me había salido demasiado intimista, por otro lado, no veía claro que dejara traslucir el mensaje. Hay en ella tonos duros.
No sé, una Carta a Los Reyes parece que debe ser alegre, esperanzada y no encontraba en la relectura ninguno de estos ingredientes.
Al final consideré que sí, que tal vez no es la carta típica, que incluso puede dejar un sabor agridulce en el lector, pero creo que está llena de vida. Tiene mucho de lo que siento, de lo que vacilo, de lo que necesito, de lo que deseo… de mi.
Y tiene lo más importante, ha sido eficaz. Tu comentario es regalo. Tus palabras son ayuda. Tu «escucha» me hace bien.
Muchas gracias por alimentar mi energía y ser un compañero importante en este camino que nos hemos propuesto y en el que tantos pasos habremos de dar.
¡Felices Reyes!
Un abrazo!