Una escuela que #cuidaInfancia sabe la importancia que entraña para todos que nuestros pequeños gocen del mayor bienestar.
Cada curso me mueve el deseo de reescribir este artículo para que sea una caricia alentadora. Lo intento; me valgo de lo mejor que poseo, la voluntad y el beneficio de transferir a través de la comunicación.
En esta actualización del curso 2019-2020 permanecen en el tiempo las razones que motivan la reflexión de la que se ocupa esta publicación, el plan de incorporación de Escuela Gran Vía.
Ser parte de una comunidad.
El poder de la pausa
Realmente no es exagerado decir que septiembre es un mes de renuncias y, por si fuera poco, de poner a andar las responsabilidades del invierno. No es fácil ¿verdad? Casi de un día para otro cambian escenarios, rutinas, y las gentes vamos como a la deriva.
Y con este cuerpo en la cuerda floja afrontamos una de las situaciones que más nos perturban a los progenitores, separarnos de nuestros pequeños para la incorporación a la escuela infantil.
Es una circunstancia sobrevenida por la manera en la que hemos decidido ¿o no?, en cualquier caso, la manera que nutrimos con nuestras prácticas sociales que no tienen como prioridad #cuidarInfancia.
Lo cierto es que hoy por hoy se delega crianza y educación a instituciones, centros, personas, que son ajenas al núcleo familiar.
Cuando esto esta situación es ineludible ¿Cómo nos lo planteamos, como problema o como desafío? Siegel habla del poder de la pausa; «detenerse, poner las cosas en perspectiva y así, con la distancia necesaria para ver con claridad, tomar decisiones».
Esta es nuestra invitación, respiremos y hagamos de nuevo la descripción:
Llega septiembre, un mes cargado de nuevos proyectos; el verano ha dado cuerda al cuerpo, en especial a una parte que dirige la gran orquesta de las ideas, el cerebro. Y sí, con oxígeno, con ganas recuperadas, llega el estreno de la que será durante unos años, nuestra segunda casa, la escuela ¡Ampliando la familia!
¿Cambia en algo la percepción?
Para decirlo de otra manera, hay muchas realidades, tantas como seamos capaces de ver 🙂
Ese verbo, «separarnos», invita a imágenes mentales poco o nada placenteras. Cuando todos vamos sabiendo de la importancia de la conexión en la primera infancia, las acepciones de separación parecen antagonistas de nuestra misión de progenitores.
Es difícil sentir que se está haciendo «bien».
Las ascuas de esta base de inseguridad promueven un impulso fuerte y respuestas poco flexibles. Evitar lo doloroso. Protección porque es lo que manda la más sabia, la madre naturaleza.
Nutrir la serenidad para generar bienestar
No se trata de que nos engañemos a nosotros mismos obviando los sentimientos. Hay separación. No se trata de negar las emociones, sino de tomar conciencia de ellas, modularlas para poder responder en vez de reaccionar.
Y no supondrá un engaño, se podrán modular las emociones, si el centro se responsabiliza de su MISIÓN.
Una escuela que es comunidad educativa aborda este aspecto y del problema hace un reto de bienestar.
La propuesta de nuestro diseño de «trato, si cabe, más humanizado» en estos días, es moverse en pos de actuaciones que sienten bien a los niños. Contamos con los impulsos intuitivos y también con la fortaleza que suponen la información, intención y el compromiso para nutrir esta etapa de afecto y confianza.
¿Queremos ser esa persona que marque una diferencia positiva en el acompañamiento en este proceso?
Los niños nos necesitan y somos nosotros, los adultos, los que tenemos en nuestra mano las soluciones.

Podemos mejorar ¡Aprender a trabajar juntos!
Dirigir una comunidad de la primera infancia supone organizar curso, objetivos y estrategias… tal vez suene extraño pero esto no es lo más importante para mi. Los años de profesión al lado de los niños me enseñaron que una de las prioridades de un educador de Infantil es ser capaz de meterse de infiltrada en los pensamientos y sentimientos de los progenitores de nuestros alumnos, así como ser capaz de ofrecer la mayor accesibilidad y transparencia en nuestra labor, para trabajar juntos y «acompañar adecuadamente».
Saber más de vosotros, que sepáis más de nosotras, para llegar mejor a ellos y ellas.
- Si los pequeños van a contar con al menos dos núcleos referentes tendremos que buscar la manera de ser cómplices a sus ojos.
- Si hay algún momento en el que la conexión de la comunidad tiene que ponerse de manifiesto es en la adaptación al centro.
En primera infancia se necesita sentirse en familia
Escuela enREDada es un centro que trabaja en cada actuación un modelo relacional en el que progenitores y educadores aportemos, todos, para el desarrollo físico y psicológico de los niños.
Actuar como una gran familia, es la piedra angular del proceso.
Vivir la escuela no como separación sino como la oportunidad de crecimiento en comunidad.
Aunque es de sobra conocido que la incorporación debe ser bien vivida y bien asimilada por el niño, todas o casi todas las exigencias que va a requerir son por cuenta de los adultos, padres y madres y docentes.
Pues eso, con todo este preámbulo he querido decir que estas letras son para nosotras, las personas que acompañamos la incorporación.
Os lo comentaba el año pasado y lo escribo de nuevo, esta maestra, de lo que vive, de lo que estudia y aprende sobre cómo cuidar a la infancia en un centro de Educación Infantil, os da cuenta.
Lo escribo porque me sienta bien, me ayuda a tener un pensamiento más abierto, poroso a vuestras impresiones, susceptible de modificación con las aportaciones. Salir de “mi lado” para percibir el vuestro. Lo escribo para las familias que sé que en estas fechas andáis presas de temores e incertidumbres. Lo escribo para que no nos sintamos solos, unos como docentes, otros como padres y madres.
Pero sobre todo, lo que manda, la razón más imperiosa por la que escribo, es él o ella, el niño o la niña.
Tengo la esperanza de ir logrando adecuar y optimizar todo lo que esté al alcance como adultos educadores, al fin esa es nuestra labor, preparar el terreno para que la incorporación a la escuela sea un paso que contribuya a que los niños se sientan atendidos, cuidados, comprendidos ¡sentidos!
Bien, pues partiendo de esta idea de aprender a ver la incorporación como un proceso en el que nuestra participación adulta vale mucho ¿cuántos de vosotros estaríais dispuestos a intentar otra cosa antes que anclarse en la ansiedad?
La clave es tomar conciencia de que podemos influir mucho con nuestras acciones y elecciones para que estos días no se conviertan en dura separación sino en creación de nuevas vinculaciones acompañando con sensibilidad y afecto.
Las prácticas de antaño que dejaban a madres y padres en el quicio de la puerta, quedaron añejas ¡afortunadamente! Y si hasta ahora en tu escuela no ha sido así, este es el momento de dar el paso porque es necesario.
Cuando los progenitores no pueden involucrarse para afrontar el desafío de la adaptación a la escuela es muy, muy difícil modular el temor, incluso la rabia que aparecerá con pátina de culpa por «dejar» a los niños en manos desconocidas ¿Cómo hemos podido pensar que esta manera de proceder goza de algún tipo de lógica o coherencia?
Hoy padres y madres deben ver su derecho reconocido. En Infantil, en primera infancia, «padres y madres en la escuela» sois necesarios. Para contribuir de formas únicas y significativas. Los padres pueden ayudar mucho a los niños a sentirse bien en comunidad.
Ver, observar, participar, colaborar… ser parte. La información evita que supongamos, alienta que verifiquemos que la decisión que hemos tomado es adecuada. Con la información se muestra la tranquilidad. Y con vuestra confianza y nuestra tranquilidad, llegan las del niño o niña.
«Respirar para que ellos y ellas puedan hacerlo» ¡Se trata de neuronas espejo!
Este enfoque de nuestro centro invita a salir de la «resignación/insuficiencia» porque ayuda a ver a los niños y a nosotros mismos de forma diferente; desde la capacidad y el crecimiento.
Poner límites a las prácticas irrespetuosas en adaptación:

No es opinión, numerosas investigaciones ponen de relevancia que es un proceso trascendental según qué y cómo se vivan las experiencias en la primera infancia. Madres y padres muy presentes hasta que el educador o educadora forma parte de la vida del niño.
- No es una fase que “se soporta” y ya vendrán tiempos mejores. Los primeros contactos son determinantes, según sea la calidad de las experiencias. Decide cómo vas a influir.
- Un plan “indistinto”, para todos, no es eficaz. Cada niño es único. Etapa evolutiva, vivencias de la relación establecida con sus padres, un temperamento, un estilo de vida… ni todos en tropel, ni todos hora y media. No es el tiempo, es la sensibilidad de la naturaleza infantil en función de la edad, de la naturaleza infantil de cada alumno y la receptividad a su estado de ánimo.
- Negar los sentimientos infantiles. A todos los adultos nos gusta ver a los niños alegres. Los niños se encuentran mejor si en lugar de evitar o negar sus emociones, son comprendidos y apoyados para modularlas ¡Conecta con su hemisferio derecho, comunica con todo el cuerpo tu sintonía emocional!
- Las dudas atenazan ¿quién atenderá la fragilidad mi bebé? El miedo nos cerca ¿tendrá recursos para salir airoso de esta situación? ¡Es tan pequeño!, incluso la culpabilidad ¡no quiero separarme de ti! ¿Por qué lo hago? Decanta tus miedos. Exprésalos a la educadora, busca su complicidad y conexión. Los niños necesitan protección y seguridad ¡necesitan CONFIANZA!
- La escuela no lo puede todo. Si practicas colecho, si el bebé mama a demanda, mantén una entrevista con su educador, ponte a disposición de los nuevos requerimientos, podemos evitar sufrimientos innecesarios. Insisto somos más efectivos si sumamos complicidad. El niño nos lo agradecerá a ambas partes. Piensa en tu disponibilidad para seguir amamantando en la escuela o llevar tu leche… invierte en facilitar; todo menos hacer pasar al bebé de un día para otro por una situación de frustración absoluta. No tiene recursos para defenderse de nuestras decisiones. Objetivo prioritario: que no se produzca la ansiedad por separación, para ello madres muy presentes mientras el educador presta apoyo y afecto hasta formar parte de la vida del niño.
- Exigir a los chicos lo que no modelamos. Las neuronas espejo hacen su labor, imitar las acciones e intencionalidades del adulto ¿Qué imagen proyectas? Cuida tu comunicación no verbal es la que sabe leer el niño. Piénsalo ¿qué puede entender el niño cuando le dices “te lo vas a pasar muy bien”, mientras todo tu cuerpo expresa lo contrario, te aferras a él con un abrazo indisoluble y faz desencajada?
- El engaño del silencio. Un niño que no llora no quiere decir que esté adaptado. No bajes la guardia, supervisa, observa reacciones pasivas. Puede haber llegado a la conclusión de abatimiento o insuficiencia, eso no es lo que buscamos, el niño debe sentirse bien en la escuela.
Influencia positiva en el proceso de adaptación:
Esta escuela que no cesa de revisar el impacto que tenemos en los alumnos, no se fija la meta de pasar o subsistir a septiembre sea como sea sino que nos centramos en crear buenos cimientos para nuestra comunidad. Como escribía párrafos arriba podemos anclarnos en la insuficiencia o bien, tomando conciencia de nuestra responsabilidad, trabajar juntos para la conexión que es lo que necesitan los niños. Hacer todo lo posible para que niños y niñas se sientan «a salvo», «seguros».
Para los niños y niñas de Educación Infantil la fuente que mana alegría es la conexión. Conexión en todos los órdenes, física, sensorial, senso motriz, personal, afectiva, social… La sustantiva es la afectiva.
Cuando está garantizada, ellos y ellas, podrán hacer lo que deben, jugar, explorar, manipular, contrastar… aprender.
Es fácil que el educador apremiado por tiempos o bien por presiones de otra índole, se enfoque tan solo en alguno de estos objetivos y por ejemplo, trabaje, incluso denodadamente, actividades hasta muy, muy originales. Sin embargo, es posible que aflore el fracaso, la alegría no embargará a los niños si la base, la conexión afectiva, no está presente.
- Es decisivo que el niño aprecie atmósferas de bienestar; transición familia-escuela con mucho cuidado, mucho contacto y seguimiento efectivo para que el educador logre el pegamento de la vida con sus pequeños.
- Es imprescindible ser educadores que resuenen en la mente infantil con buenos acordes. Cuando los niños cuentan con adultos que se dan cuenta de los mensajes emocionales los niños poseen muchas oportunidades para sentirse bien; dando lugar a vinculaciones saludables en la escuelas.
Entrar en el mundo infantil
Fomentar vinculaciones saludables en las escuelas no es una opción es un deber. Siegel nos ayuda: brinda atención y afecto, con sensibilidad, haciendo que se sientan protegidos, les daremos la oportunidad de encontrarse cuidados recibiendo estos cuatro «dones».

Cerebros integrados en el periodo de adaptación:
De manera simplificada puede ser de utilidad tener en cuenta que los cerebros de nuestros pequeños/grandes alumnos son distintos a los del adulto.
Las partes más primitivas del cerebro son las que primero maduran. El tronco o tallo cerebral se encarga de regular las funciones esenciales del cuerpo, circulación, respiración. Además, sede de los instintos y con la finalidad de asegurar nuestra supervivencia, también se encarga de las respuestas que preparan al organismo para enfrentarse a situaciones que pueden suponer “peligro o amenaza”. Cuando hay tensión se desata la ansiedad (esta tensión es natural ante cualquier necesidad que precisa satisfacción) se libera adrenalina y a nivel cortical se activa la hiperalerta a través de la noradrenalina. A su vez se libera dopamina para tener la iniciativa suficiente para actuar, insulina que energiza a las neuronas, endorfinas que energizan al organismo y aumenta la disponibilidad de inmunoglobulinas que liberan serotinina que preparan para la recuperación. Es la respuesta adaptativa del estrés. Si la situación ansiógena es superada con éxito todo este proceso es beneficioso para el organismo porque supone una ejercitación y potenciación para superar situaciones futuras.

Nuestro organismo siempre está haciendo frente a situaciones ansiógenas moderadas, si aumentan en magnitud, en intensidad, son inesperadas o permanecen en el tiempo, nuestro organismo se torna frágil y vulnerable, incluso enfermizo, porque si el estrés no da tregua se produce el agotamiento, el nivel neuroquímico se debilita, se echa mano continuamente de la serotonina para bloquear a la noredranalina, aumenta la insulina y las sustancias inflamatorias, se elevan las conductas impulsivas y compulsivas.
El estrés en la mente infantil: liberar al cerebro de la carga de la hipervigilancia
Los niños pequeños dependen de la corregulación, de la calma y de la integración cerebral del adulto cuidador para lograr la suya.
El niño que no ve respetados sus procesos emocionales mantiene la incertidumbre relativa a si sus propios estados emocionales y sus necesidades serán sintonizadas y satisfechas.
- Cuando los niños no se encuentran cuidados, aceptados, amados, respetados, valorados… las relaciones provocan ansiedad y buscan enconadamente protegerse de la amenaza, según el temperamento se aislará, se someterá o bien externalizará la ansiedad en forma de rebeldía, atacando, defendiéndose, con negativismo y desórdenes conductuales.
- Cuando los niños no encuentran asegurada su pertenencia su cerebro permanece hipervigilante. Pensemos en cuántos factores estresantes de toda índole (seguridad, familia, compañeros, aprendizaje…) llevan y sienten los niños en los hogares y en la escuela en el periodo de adaptación.
- Durante el tercer trimestre de vida intrauterina inicia su maduración la corteza parietal del hemisferio derecho, encargada de la descodificación de información emocional proveniente de los rostros. También en este trimestre se inicia la maduración de la corteza temporal superficial del hemisferio derecho, descodifica el contenido emocional de la voz (textura, melodía, tono… ¡la importancia de la comunicación afectiva y efectiva en el proceso de adaptación! Al nacer somos los padres o cuidadores los encargados de asumir lo que Stern llama “armonización” “servir de espejo a los sentimientos internos del niño”. Un grito de emoción ante la presencia de la escuela encuentra una sonrisa o un abrazo, los circuitos correspondientes a estas emociones se refuerzan. Cada experiencia armónica le da consistencia al cableado. De igual manera las señales químicas y eléctricas que se producen ante emociones que solo suscitan indiferencia o una respuesta contraria (el niño está inquieto, la cara de mamá traslada su miedo, la educadora no es sensible a los estados emocionales y se tensa mientras dice “eres un llorón”), es como si a la vez le estuviera diciendo al niño “ven aquí y aléjate”. Esos circuitos se confunden y no se fortalecen favorablemente hacia el bienestar infantil.

Educadores que promueven vinculación saludable en el proceso de adaptación
Las actitudes son la base sobre la cual se aplican las estrategias.
Lo más importante de una escuela infantil son las personas que la habitan.
Las experiencias también pueden dar fortaleza a ese cableado con signo positivo, Goleman dice, ante un bebé sollozante un padre tranquiliza suavemente, una educadora lo deposita en la cuna abrazando, otra puede gritar ¡ya está bien, para! Las primeras respuestas guardan armonía, las otras están desincronizadas desde el punto de vista emocional. En el cerebro confluyen y se procesan las emociones y se almacenan nuestras imágenes y sensaciones (área límbica). El cerebro medio, el “radar de seguridad”, descodifica antes estas sensaciones, les asigna valor positivo (alegría, quietud) o negativo (miedo, rabia). A partir de este momento una experiencia determinada y el cúmulo de sensaciones pasan a constituir una vivencia que adquiere el sello de lo particular, individual. Es decir, la amígdala adjetiva la vida, crea catálogos de emociones positivas y negativas (A. Céspedes); el hipocampo archiva dichas emociones, algunas serán codificadas en un carácter implícito, inaccesible a la conciencia de modo volitivo (a través de la voluntad), mientras que otras serán codificadas como memoria biográfica, episódica, susceptibles de ser evocadas y relatadas.
¿Cómo deseamos formar parte de los engramas de memoria infantiles los educadores? El cerebro superior, el que se encarga de procesar la adecuación de esas emociones, el que las regula, en los niños es muy inmaduro.

Responsables de las experiencias que aportamos
“Los frenos” para las situaciones de bloqueo emocional, no funcionan bien a esta edad. La entrada en la escuela supone un cambio radical, sale del mundo familiar que es un espacio conocido, seguro (placer) y se introduce en un mundo desconocido. Radar emocional ¿seguridad? Incierta. Valoración ¡peligro! Reacciones emocionales: llorar, gritar, huir, enfados, inhibición de la acción… no es voluntario, el niño pone en funcionamiento la reactividad de los impulsos de supervivencia.
- Estos conocimientos nos responsabilizan sobre las experiencias que aportamos. Los niños en edad preescolar son fácil presa de la ansiedad de separación y tienen dificultades para autorregular sus estados emocionales. Los educadores debemos saber leer las conductas del niño en clave emocional de modo empático porque dependen de un adulto que esté dispuesto a validarse como significativo para él. Los niños pequeños dependen de la corregulación que logren.
- ¿Es imprescindible que el niño sufra? El cambio es una hecho real, el proceso debe ser lo menos agresivo para la mente infantil. Habrá niños que en tan solo unos días y con las buenas prácticas de los educadores y padres lo consigan y habrá otros que no, su ventana de tolerancia es más estrecha. Estos niños son los que más nos necesitan. Habrá que interpretar su llanto como expresión de temor, aceptarlo y tomar las medidas para que puedan superarlo. Ni jornadas enteras, ni jornadas de hora y media, si estamos llevando a cabo la adaptación, será la jornada que se acople a su necesidad para evitar el sufrimiento y darle el margen necesario hasta que perciba las cualidades positivas del nuevo entorno: satisfacción de necesidades básicas, sentirse protegido de peligros reales, encontrar afecto y aprecio… sintonizar, conectar. El vínculo con su educador devolverá al niño la tranquilidad.
- Pon en alza los éxitos, cuida el lenguaje, evita palabras como “no, nunca, otra vez»… !De la comunicación que bloquea a la que fomenta la conexión!
Los niños van a vivir miles de impresiones que les hablarán de sí mismos, de los que le rodean, de su mundo… los mensajes posteriores se apoyarán en ellos, y eso lo transforma en elementos capaces de almacenar fuerzas tremendas… Corkille Briggs. Me atrevo a añadir: para vivir de la mejor manera posible.
Y nunca está todo dicho. Este proceso es decisivo, tu opinión es valiosa, cuéntanos tu experiencia, nos enriquece a todos…
Ojalá todas las escuelas siguieran los principios de la tuya. Pero poco a poco es posible que algunas cosas vayan cambiando.
Estoy convencida de que ya se ha iniciado un proceso de cambio y aunque pueda ser largo también quiero creer que imparable. Lo importante es que cada persona no delegue su responsabilidad, confiar en nuestro poder transformador y no rendirse.
Muchísimas gracias por comentar.
Un abrazo agradecido.