Esta es la descripción de la segunda experiencia de MimaMadrid. Un último capítulo que tiene la singularidad de ser inicio, ojalá cimiento sólido, de un proceso de aprendizaje que nos acerca a objetos, personas, entornos y a nosotros mismos.
La temática de la aventura somos las personas. MimaMadrid es nuestra ciudad y la estamos conociendo y construyendo con materiales de la vida real y desde «la percepción», espero que no suene pretencioso, de ciudadanos de uno y dos años. Si en la primera experiencia fue la Literatura, y más tarde vendrán la Música y la Pintura y la Naturaleza, ahora nos hemos adentrado en el mundo de lo humano y lo hemos hecho explorando una emoción que cual lapa se ciñe a lo largo de nuestra vida a hechos, pensamientos y sentimientos, la tristeza.
Queremos que a nosotros, los niños y niñas del Primer Ciclo de Infantil, exploradores de pro, no nos atenace esa fama que tiene de inseguridad e incertidumbre porque sabemos que no temerle es el umbral para que nos desvele sus secretos e incluso, atrapada por la seducción del desafío, nos muestre cómo reconocerla, manejarla y hasta aprovechar lo mejor que pueda darnos en habilidades afectivas y sociales.
Aguerridos, hemos zarpado en una curiosa embarcación a navegar el mar de la tristeza. Aguas oscuras a veces, olas encrespadas ¡no temáis! Llevamos brújula ¿sólo brújula? No, no tembléis amigos, hemos hecho acopio de un buen montón de fieles cómplices, al fin semejante aventura lo requiere ¿o es que acaso seleccionar buenos instrumentos de mar no es el mejor de los aciertos? En lo emocional sin lugar a dudas.
Pudiera ser que alguno ya haya salido espantado de la publicación ¿tristeza? ¿Y con niños pequeños? ¿Y porqué un tema gris habiendo tantas y tantas cosas que nos hacen sentir bien?
Pues por eso, porque la vida no es solo blanco o negro y porque para sentirnos bien, tenemos que aprender a lidiar con lo que nos hace entristecer. E incluso, estar apenados no deja de ser la mejor muestra de que no somos ajenos a un mundo tantas veces descabellado y cruel; en la infancia, con la infancia, también.
Negar la tristeza, dejarla arrinconada, no darle la entidad que tiene, incluso ridiculizarla, a los niños pequeños les desconcierta ¿cómo que no me pasa nada? ¿Cómo que no estoy triste? ¿Y por qué dirán que no siento lo que siento? ¿Y por qué no puedo llorar? Ay si alguna vez estas mentes infantiles pudieran expresar en código adulto la descripción de cómo respondemos los educadores al lenguaje emocional…
Cuando restamos importancia a las emociones de los niños o las negamos estamos impidiendo su expresión; nos centramos en ignorarlas en lugar de ayudarles a entender su significado.
Seamos honestos, en lugar de validar el sentimiento infantil nos falta tiempo, para con toda la osadía, convertir nuestro anhelo en realidad, «te quiero contento». Es humano sí, y engañamos, no hay nubes negras en tu vida, no te sientes apenado. Tendemos a distraer para que inhiban su respuesta emocional. Nos parece que si el malestar se disipa inmediatamente es sinónimo de fortaleza; transitar la emoción, dejar que las nubes afloren, nos convierte en débiles y vulnerables.
Así es, a todos nos gustaría que no las hubiera pero si no aceptamos que los niños pequeños tienen una tendencia grande a enfadarse, a sentirse tristes, porque sienten en muchas ocasiones frustración, cuando no obtienen lo que quieren, cuando no se les deja hacer lo que desean, cuando están cansados o cercanos a la satisfacción de necesidades básicas… ¿cómo podrán tomar conciencia de sus sentimientos, ponerles nombre, aprender a identificarlos, vivenciarlos de la mejor manera posible?
Haz la prueba, observa al niño mientras le dices que no es así, que no le pasa nada ¿no notas desconcierto en su mirada? Cuando menos sorpresa, «dicen que no siento lo que siento»… alguno habrá que hasta se lo crea, pero la mayoría pasa de la tristeza a la ira y claro, no es para menos.
Pues bien, estáis invitados a la travesía, en el puerto nos espera una curiosa embarcación ¡barco a la vista, compañeros, venga, zarpamos!…
Construimos el plan
Desde la escuela, puerto seguro, partimos en pos de un gran mar, en él navegamos toda la vida ¿o acaso alguien escapa del embate de las penas? No hace falta desempolvar recuerdos, están ahí casi a diario, una y mil tristezas.
Emoción básica, de las primeras en entonar su melodía de acordes lentos, de notas revueltas, de ritmo que nos enlentece y hasta nos frena. Nos encorva, nos retuerce, nos hace creer que nos abandona el aliento. A los niños también, con el extra de que cuando sienten pena no saben que son pasajeras.
El plan ha partido de Emociona T.
¿Cómo te sientes? Bueno, a veces me siento solo, a veces me siento triste ¿Y tú cómo te sientes?
Izamos velas, realizar actividades destinadas a reconocer y expresar la tristeza.
¿Cómo puedes saberlo? Tomando nota de las señales que nos da, las que se manifiestan en el cuerpo, su expresión fisiológica: me salen lágrimas de los ojos, me quedo quieto, me faltan fuerzas, mi boca va hacia abajo, mirada al suelo, se me frunce el ceño…
Después, vamos con el análisis, ¿sabes por qué estoy triste? ¿Qué habrá sido? Echa un vistazo: que me peguen, que no me dejen un juguete, que no me den la galleta de chocolate, que no me mires cuando te hablo, que me dejes solo, que no sepa hacer algo, que tenga que dejar mis coches preferidos para ir al supermercado, que no me hayas dicho hoy te quiero…
Y seguimos construyendo travesía ¿qué puedes hacer por mi, qué puedo hacer por mi, qué puedo hacer por ti? Quiero que me comprendan, que me consuelen y que me ayuden. Quiero comprenderme, consolarme, ayudarme. Y quiero todo eso, también para ti.
Ha sido la hoja de ruta mientras navegábamos con velas negras y la mar brillando como un espejo, de fondo, un marinero toca el acordeón.
Así, padres y madres enREDados, abuelos y abuelas de nuestros protagonistas, los piratas del mar de la tristeza, se han hecho a la mar.
El barco hay que llenar, un armario, armar, y en ellos, todo aquello que alivia el malestar; un abrazo, un pastel, un beso, el oxígeno para volver a respirar ¿no sientes ya las cosquillas solo pensando en remediar tanto penar?
Acción. Escuela laboratorio. Con el cuerpo, con la mente, con el corazón.
Todo el mundo a trabajar, sobre al mar sopla una brisa, aprovechemos.
Tarea para los piratas adultos, echa el ancla, tenemos que pensar:
La tristeza ayuda a «despedirse» de algo o alguien significativo. Se produce un descenso de energía y del entusiasmo por las actividades vitales. Cuánto más profunda es la tristeza más se enlentece el metabolismo corporal.
Diario de abordo:
Trabajamos la escucha activa y la comprensión, cuida tu mirada (el contacto visual mejora la comunicación), parafrasea con onomatopeyas “ya veo, oh, mmm, cuéntame más, te sientes…” (Les llamamos abridores de puertas). Mensajes tú, describen los sentimientos de los niños y animan a expresarlos. No ordenes, pregunta. Sé empático, si solo le dices que no se preocupe puede pensar que no le comprendes o no te interesas por él.
Lo que realmente ayuda es validar sus sentimientos, es decir, acompañar. El gran problema emocional de los niños es que los adultos no entiendan qué les pasa. Empatiza, presta atención, hazte presente, y respeta sin juzgar.
No exijas lo que no sea propio de la de la naturaleza infantil. Ten en cuenta que:
- aprenden por ensayo y error, cualquier ocasión de expresión de tristeza es una oportunidad para enseñar habilidades afectivas,
- aprenden por imitación y observarán nuestras emociones y cómo las manejamos y ante situaciones similares reproducirán modelos.
- Aprenden por identificación, al copiar las reacciones emocionales de las personas de referencia se sentirán excitados por los mismos estímulos que provocan la emoción en la persona imitada.
- Aprenden por condicionamiento, situaciones y objetos que en principio no despiertan su emoción acabarán haciéndolo como resultado de sus aprendizajes.
¿Y los piratas pequeños? ¿Babor, estribor? ¿Qué hacer para conocerte y transitarte tristeza?
De mil maneras en el aula, de mil maneras en el agua, de otras tantas fantaseando… nos hemos acercado a ti, y hemos creado herramientas para que no seas ya tierra desconocida.
Plumeros juguetones que con cosquillas nos alivian, cañas sopladoras ¿podéis ayudarnos?, la falta de oxígeno atora. Corazones con patas ¿dónde hay que ir? Venga, en marcha, llegamos ¡te quiero!, consulta el astrolabio, usa catalejos de ultramar, solo tienes que acercarlo y ya, listo para ti, un viaje estelar. Te ayudo, me ayudas, el mejor comienzo de la empatía, del interés social.
No os cuento más, en el vídeo están los piratas de ultramar, haciendo gala de su alegría, el mejor antídoto contra la tristeza.
Control de datos
¡A través de la niebla se divisa una roca!
Pues sí, las emociones son muchas veces esas rocas que desvían el rumbo pero si las consideras el tesoro verdadero, son impulso, son energía, son valiosas.
El mapa de esta aventura ha tenido coordenadas, hola tristeza y alegría a la vista. Entre los aparejos, los cuentos:
Adiós tristeza.
Las piratas y el tesoro del arcoiris.
Las emociones de Nacho.
¿Cómo te sientes?
Monstruo triste, monstruo feliz.
Descubrir ideas y guardarlas en nuestros baúles de tesoros ha sido una aventura sin par, llena de sentimientos. Nos gusta compartir, más tesoros aquí
Sin conocimiento todo puede zozobrar, aprender el lenguaje emocional sigue siendo asignatura troncal en la escuela. En este sentido un recuerdo lleno de agradecimiento a una estupenda formadora, Marta Bustos. Las emociones te mueven, se expresan y al final se sienten, si las comprendemos estamos en la vía del enriquecimiento personal.
Una vez más la metodología del trabajo basado en proyectos nos ha enseñado más de lo que hubiéramos previsto o podido anticipar, poder explorar es la gran oportunidad para el aprendizaje.
Vinculada a la festividad de la Navidad, a tiempos de recogimiento, de encierro introspectivo que nos permita llorar pérdidas, sopesar consecuencias y planificar nuevos comienzos. Aportación personal y aportación al «nosotros».
Nos deseamos, os deseamos, piratas, adiós tristezas ¡Y muchas alegrías a la vista!
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