Otro mes que acaba. Tengo que decir que a enero no le tengo un especial cariño. Es una mezcla extraña, empieza de fiesta y luego, ya hay estudios, nos vienen los días más deprimentes del año. Bueno, no hay mal que cien años dure, ya se acaba.
Esta semana nada de abrirnos al mundo, hemos estado parapetados en la «burbuja escuela», ha hecho tanto frío que nos hemos dedicado a buscar el calor de la actividad. Váis a ver cómo.
Así iba a empezar este post ayer pero hoy es otro día y dentro de esos contrastes del mes, este viernes ha sido espectacular. Hemos ido al teatro, sala Sanpol. Íbamos a ver Caperucita Roja y no sabíamos con que versión nos encontraríamos. Salimos de la escuela con lluvia, el camino como siempre, redescubriendo el Manzanares que cambia su aspecto (todo hay que decirlo a base de mucho dinero de los ciudadanos) pero con mi sana costumbre de los últimos tiempos de ver lo positivo, está quedando espectacular (acordáos que es mi palabra de hoy). Ya se parece a otros ríos europeos en sus pasos por las metrópolis.
Al llegar, nos acomodan en las butacas con los dispositivos que nos levantan un palmo del asiento que es el que nos falta para tener categoría de espectador a la usanza. Algunos tienen cara de «no sé si me va a gustar esto». Y empieza, y otra vez la palabra, espectacular. Efectivamente una Caperucita versionada, acomodada a nuestro tiempo, con los valores que se defienden, con los problemas que nos conciernen. Mis risas, dice Nines, que se oían en el otro extremo de la sala. Pero es que este lobo tan genial me ha hecho pasar un día espectacular. Necesitado de responder a su condición de lobo, ni bueno, ni malo o mejor dicho bueno y malo (vamos como somos todos), con ganas de comer y las vicisitudes para conseguirlo. Una rana que no se puede comer porque le enternece, un pollito que hace su vínculo de apego con la figura del lobo ¡papá qué bueno eres! Una Caperucita, que su mamá trata como hiperactiva, una Caperucita con unas ganas locas de correr, saltar, explorar reacciones de los que la rodean, superinteligente, que envuelve al lobo, a su mamá… y al «más pintado», ¡a que no me pillas lobo! Una abuela cañera que aturde al animal, que desde su mirada de la experiencia que le da la edad se hace cómplice de su nieta y sabe como nadie romper con la necesidad de Caperucita de llevar la contraria. Todos identificados con la historia, con los personajes, ahora con uno, ahora con otro, todos tenían ese componente humano que los ha hecho próximos.
Y al salir, el sol. Seguimos con los contrastes de enero. Pero ha sido un buen broche para la semana.
Empezó en la cocina, con el taller, hicimos rollitos bicolores. El taller nos da la oportunidad de compartir la experiencia con los compañeros de otras salas, utilizamos ingredientes no habituales en el trabajo cotidiano de la escuela, exploramos, manipulamos, aplastamos, untamos… de vez en cuando, sin poder superar la tentación, nos lo comemos antes de tiempo. Con el rodillo, se aplasta el pan de molde que después se unta con queso y mermelada (reto creativo, sobrasada y miel, jamón y queso… ), se enrolla y se come entero o se corta transversalmente, para aperitivos.
Pero no es todo, esta semana, el color rojo nos ha acompañado. Con muchos materiales, gomets, plastilina, lana, virutas de ceras, tizas, pinturas de dedos… hemos hecho de todo porque, en principio, la propuesta era un mural del color, después todo ha ido surgiendo sobre la marcha, el disfrute de la tarea les ha motivado y sugerido otras experiencias.
Alba empezó a pintar su cara, el color perdió su limitación espacial y empezaron a aparecer payasos por propia voluntad. Espectacular.
Pero no creáis que nuestra actividad en la burbuja de la escuela se acaba ahí. Nos pide Marina que pasemos el poema de esta semana al blog, seguramente os habéis dado cuenta del poder de la poesía en los niños, reclama su atención, les gusta la entonación del recitado, la memorizan hasta sorprendernos. Pienso que es tan enriquecedora para los chicos que habría que dársela como el alimento.
Mi tesoro.
Tengo en mi corazón
escondido un tesoro
en él guardo a las personas
que en el mundo más adoro.
Una es mi mamá
que es muy buena y cariñosa
otro es mi papá
que me enseña muchas cosas.
También están mis hermanos
y todos mis abuelitos
mis padrinos y mis tíos
que conjunto tan bonito.
Ellos son mi riqueza
ellos son mi tesoro
juntos somos felices
y a todos los adoro.
También esta semana estamos trabajando con las encuestas que os hemos pasado para conocer el nivel de satisfacción. Los últimos cursos a los que asistimos, pretenden inculcarnos la consciencia de que la escuela, aparte o junto, a su objetivo educativo es una empresa. Son los tiempos, no basta con que cuidemos nuestra labor pedagógica, tenemos que ser capaces de trasladarlo y además dentro de unas líneas estudiadas y organizadas de mercado. Bueno, pues hay que acomodarse a las exigencias sociales. Todo lo que sea mejorar hay que hacerlo.
¿Qué pensáis que se acaba aquí? Pues no. Hemos celebrado cumpleaños de nuestros chicos, Eduardo, Samuel y Mateo. Otra vez, espectacular, los bollitos, los regalitos, las nubes, las pelotas… Total, algún kilo más conseguido con las sensaciones más dulces. ¡Felicidades a mis niños!
Y como punto final, también hemos trabajado el día de la Paz ¡ojalá lo fuesen todos! Nosotras creemos en el poder de la educación, creemos que es la única vía, la mejor para conseguir sociedades hechas por individuos formados, comprometidos con valores universales. ¡Que no se quede en una frase de un día!
… y ya , ¡que disfrutéis del fin de semana! ¡que sea espectacular!
Como me gusta vuestra semana, eso sí, súper intensa.
Esa paloma de la paz tan alegre, no blanca si no de colores, como es el mundo de los niños. Yo me quedo con la frase de Juanito de dos años y medio que al explicarle que la paz es hacer cosas buenas él contesto:
¨Entonces Paz es comerse todas las lentejas¨
Pues si, en nuestro pequeño mundo infantil eso es un gran logro en la Paz.
Mi queridísima Carolina, me alegra verte en el blog. Tiene razón Juanito, la paz empieza por comerse el plato de lentejas con buena voluntad por parte del cocinero y del comensal, llegar al entendimiento en las cosas pequeñas es lo difícil pero lo que hace escuela, lo que nos hace fuertes, comprensivos y tolerantes. Alguien decía que no hay mayor agresividad por centímetro cuadrado que en una escuela infantil, donde por un coche se es capaz de dejarse la vida.¡ Otra vez la educación es ese instrumento mágico que revolucionaría tantas cosas!
Bueno, tal como está el mundo, al menos hagamos una pequeña reflexión, aunque sólo sea como dice Estrella, una amiga tuitera, para llorar. Muchos besos.