La comprensión no es un sustantivo tendencia de este momento; los complejos efectos de la pandemia más bien ponen creencias patas arriba y desmantelan las certezas.
Hablar de “fiestas” mientras hay tanto mal esparcido hasta casi me hace sentir que fuera inconsciencia. Sin embargo, necesitamos anclajes y uno de ellos, esencial, es parar e, independientemente de credos o quizás por ellos, dejarse seducir por la tradicional llamada al vínculo, al afecto y si puedes, al amor.
Es el final cronológico de un año aciago, tremendo ¡ojalá pudiéramos decir de verdad que ha terminado!
Tengo muchas imágenes en la retina que muy difícilmente se borrarán de las memorias, no quiero pensar en las que tendrán las personas que no han sido público sino actores de primer orden en esta sinrazón.
Necesitaría perdonar y perdonarme para sacudir de encima tantos pensamientos encontrados y gritar a pleno pulmón ¡hicimos además de lo que pudimos lo mejor para todos, para el NOSOTROS!
No hay esa energía todavía en mí, si acaso, temblorosa, pido que no nos olvidemos de que arrasar con la COVID no puede traducirse en acabar con la conexión de los seres humanos.
Nunca vi tan nítida la falta que nos hacemos los unos a los otros.
En Navidad, he escrito siempre mi carta de reyes; me doy cuenta de que año tras año no la he usado para pedir sino para agradecer. Puede que ese agradecer fuera solo un truco, una suerte de solicitud ¡quiero seguir así!
Actualizar esta plantilla de reconocimiento, con tantas realidades sumergidas que ya irán dando la cara, me cuesta.
Si bien los sueños ayudan a forjar mundos y el que tenemos ahora mismo los necesita, hago un esfuerzo y reintegrando en este caos quiero recuperar la mente de la comprensión, la compasión y el agradecimiento. Preciso ese alivio.
Reformulo los pensamientos sobre este año, reprogramo el cerebro; no para mentirme, sí para hacerlo soportable. Acogiendo, quizás, podremos reconstruir sobre las fortalezas que hemos mostrado ante este enemigo que puede ser de todo menos pequeño.
He observado minuciosamente que sin cooperación, sin distribución ordenada de las tareas, la productividad humana en lo importante es cualquier cosa menos humanizada.
Agradezco haber contado con el privilegio de constatar fehacientemente que, cuando somos capaces de trascender al egoísmo, en lo que nos rodea, se cultiva el sentido.
Saber de tantas gentes y en especial de las personas mayores que han quedado al albur de soledades insolidarias, desamparados, con la tremenda evidencia de no ser dueños de su propia vida, ni tan siquiera de su muerte, fatiga mucho más que haber caminado millas ¿Qué habrá sido de tanto proceso de duelo sin elaborar? ¡Cuántas historias de amor quedan sin escribir un final digno!
Agradezco la consciencia de «cuánto» podemos cambiar para que «algo» en la atención cobre sentido.
Me he dado cuenta de que la mente y el cuerpo se sobresaltan cuando tenemos la amenaza de la enfermedad y malinterpretamos hasta los gestos. Caras desenfocadas, en mucho hogares hay «vacíos».
Agradezco la fuerza que ha cobrado la intensidad de la mirada, la sonrisa y hasta una lágrima cómplice cuando trascendiendo al miedo ensayamos la empatía.
Otro tema más y no menos importante. He presenciado impotente el ninguneo a la infancia, ha sido inmisericorde. Encerrados, en muchos casos con convivencias dolorosas que subrayan la desconexión y el desafecto.
Agradezco pensar que hoy hay más personas que ya saben que hemos contraído una deuda con muchos niños y niñas y pondremos empeño en observar, en mantenernos atentos a los recovecos de los tentáculos largos del confinamiento ¡para que recuperen la armonía, para que encuentren sentido en su salud no solo física sino afectiva y social.
Ya he perdido la cuenta de tantas empresas y personas en el paro; no me puedo quejar, intento mantener la respiración para ver si esta corriente se olvida de su curso y las personas desfavorecidas dejan de estar sentenciadas. Me duele, el daño hecho a mi ámbito profesional; la educación infantil todavía no sé si ha sobrevivido.
Agradezco la persistencia de tantas voluntades que aunque sufrimos la dejadez de la administración ¿competente?, una y otra vez, no hemos permitido que nos averíen la brújula que apunta siempre al mismo norte #cuidarInfancia para que tenga un retorno social con sentido.
He vivido fuerte con el nacimiento de mi nieta, una superviviente de pandemia, he echado de menos el crecimiento de mi nieto, sus primeras palabras, su movimiento que nunca es exceso.
Agradezco su semi inconsciencia de estos días feos y anhelo en lo más profundo que no queden huellas en sus corazones y cuerpos de la envoltura en emociones intensas de sus protectores, de sus figuras de apego ¡Soy firme creyente del sentido que le da a la vida el amor, el afecto!
He visto como una manera de defensa está siendo eludir, ya no sabemos qué hacer para sentirnos seguros.
Agradezco cuando me invade y arrebata la rebeldía y no me resigno y no quiero. Tendremos que aceptar la magnitud de esta adversidad si queremos no sucumbir a la hipoactivación estéril ¡Y entonces esta travesía tendrá algún sentido, si es que puede tenerlo, en superación personal venciendo al miedo!
¡Qué lista larga cuando me doy permiso para pensar en la pandemia, no solo en la que se ve, sino en la oculta!
El reto más grande para mi es que estar alerta no sea en detrimento de conservar y recuperar la vida sin mermas en lo sustantivo.
Agradezco que en todo este proceso haya podido contar con algo milagroso, el cariño de mi familia, el calor de mis amigos, sin que falte uno, aunque echando de menos los besos.
Agradezco formar parte de muchos hogares. En los talleres que imparto ha habido protectores de confianza sin par, sumábamos mundos, mirándonos, escuchando, haciendo… para que lo mejor de nosotros, volcándose, activara recursos de complicidad, de ensayos de lugares seguros en los que, al menos por un rato, las llamas de la pandemia estaban bajo control.
Agradezco pensar que puedo mirarte a los ojos, 2020, y ponerte nombre ¡te has adueñado de muchas vidas, nos has hecho daño!
…
Y aunque agradezca y aunque reconozca ¡basta ya 2020, basta pandemia! ¡Para!
Gracias por leer ¡Cuidaos!
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