He releído el artículo sobre alimentación infantil de Jesús Martínez, también el comentario-presentación de David Pérez Solís, en el blog de «el médico de mi hij@». Y os tengo que decir que no me voy a substraer a la tentación de dar mi punto de vista como educadora de niños del 0-3, y que me alegra mucho que se plantee el tema y el enfoque que le dan estos pediatras.
Las escuelas infantiles, hace ya mucho tiempo nos hemos convertido en las depositarias de la obligación de la mayor parte de la alimentación de los niños y además somos punto de convergencia de los distintos planteamientos que tanto los pediatras como las familias muestran en pautas alimenticias. Es natural que con el discurrir del tiempo los criterios se modifiquen, unas veces como resultado de nuevas investigaciones y estudios, otras por el seguimiento de posibles consecuencias más o menos negativas de determinados hábitos, ingredientes, momentos de introducción de alimentos, por los distintos modos de vida, costumbres sociales, avances en conocimientos… Pero nosotras tenemos que conjugar la visión de pediatras y la decisión de los padres.
En el primer nivel (0-12 meses) la escuela se adapta a ritmos individuales de los bebés, iniciamos a los niños en purés y papillas. La escuela asume la alimentación de los pequeñitos pero, a veces, nos vemos como «sujeto paciente». Me explico, los pediatras dan sus pautas y los papás quieren que se respeten. Estas pautas un día si y otro también son cuando menos originales. Nosotras hemos visto y oído de todo, desde el comenzar con la papilla de frutas a ritmo extra ralentizado (un trocito de plátano en el biberón), pasando por el «incorpore un quesito en la papilla de frutas», siguiendo por «no se toma pescado hasta los doce meses»…¿Y qué hacemos cuando nos encontramos con estas disparidades? Solemos optar por hablar con los padres para poder ofrecer al niño lo que consideramos, en cada momento lo «habitualmente correcto», lo que durante tiempo se ha venido haciendo porque ha demostrado su bondad para la nutrición infantil. A veces, y según sea la propuesta de imaginativa o rompedora me atrevo con un «los experimentos en casa y con gaseosa». Naturalmente, estoy hablando de niños sanos, con un crecimiento dentro de los parámetros normales.
Dicen que cada maestrillo tiene su librillo y es comprensible que cada médico haga su particular interpretación de la alimentación infantil, pero los padres suelen ver estas pautas como inamovibles y nosotras, en las escuelas estamos en tierra de nadie, no tenemos la autoridad del médico, ni el poder decisorio de los papás, pero a la vez somos quienes las tienen que llevar a cabo y nos suele gustar creer que lo que estamos haciendo es lo correcto…pero no somos los interlocutores directos de los médicos y cuando se nos plantean estos criterios más o menos novedosos no solemos tener la oportunidad de escuchar los argumentos que sostienen estas modificaciones.
Otro aspecto que incluso, a menudo, me enfada, ya no es el qué comer sino ¿cómo comer? Ahí, ya son palabras mayores. Como en cualquier otro aspecto del desarrollo somos partidarias de educar desde el principio, atendiendo a capacidades y por supuesto ritmos individuales, pero educar. También nos preocupa cuando los médicos dejan de lado el tema prolongar la succión priorizando la ingestión. A ver si me explico, no se puede decir a una madre que con tal de que el niño tome leche puede estar dándosela en biberón hasta…que el niño por vergüenza torera lo deje. Pues no. La succión es propia del principio de la etapa oral y sacada de su momento se convierte en efecto secundario para el resto del desarrollo, a nivel psicológico (el niño queda retenido en una etapa que no le corresponde por edad) viven contradicciones de exigencias de crecimiento en algunos aspectos (los que interesan al adulto) y se postergan aprendizajes que serían reconocimiento de capacidad y en definitiva, seguridad en sus posibilidades, crecimiento y autoestima.
Otro momento arduo, comenzar con la comida en trozos. Con la aparición de los dientes el niño tiene una nueva capacidad: morder y la alimentación tiene que acomodarse y favorecer este cambio. En la escuela, a los doce meses. Después del puré de verduras les ponemos un mini plato (yo le llamo pedagógico), al que al principio se acercarán motivados por su supermotor de aprendizaje, la curiosidad. y nosotras nos valemos de ella, les dejamos explorar la comida, con manos, la mastican , la escupen, de momento «tranquis», no importa que se manchen, estamos conociendo sabores, texturas, aprendemos a masticar, cada vez nos cansaremos menos al hacerlo, además estamos trabajando toda la musculatura de la boca ¡nos va a hacer falta para hablar! Poco a poco iremos puliendo modales. Todo tiene que estar muy cortadito y nosotras muy atentas, pero hay que hacerlo, todos los días, con constancia, con paciencia, con cariño.
También, en este tema tenemos nuestros pequeños enfrentamientos con los criterios de algunos pediatras,» que es posible el atragantamiento, que el aparato digestivo no está preparado»…estos son algunos de los argumentos. Nuestra apuesta, siempre la misma, crecer. Es una apuesta fuerte exige mucha dedicación, es más fácil dar comida batida, pero es necesario afrontar el aprendizaje para asegurar un completo desarrollo integral y no contradictorio con el resto de vivencias de los niños. Niños que desde muy corta edad tienen que desenvolverse en grupo, que van a pasar muchas horas fuera de casa, que van, quizá demasiado pronto al colegio, ya de proporciones descomunales para estas edades y donde ya tendrán que desarrollar sus poquitos recursos y ejercer su poca autonomía…pero por encima de todo por DERECHO AL RECONOCIMIENTO DE SUS CAPACIDADES, con planteamientos estimulantes y no atrofiadores del crecimiento.
Y por fin, las familias, hasta no hace tantos años, en casa las pautas que se llevaban a cabo para enseñar a comer, eran más o menos similares, a ciertas edades tenían que comer determinadas cosas y de aquella manera y se hacía, pero la vida ha cambiado. Ahora, también hay una gran disparidad de unas a otras. Los horarios laborales, el progresivo abandono de cocinar en las casas…¡Problema!, el niño tiene, al menos dos grupos de referencia, la escuela y la familia. No os tengo que comentar mucho más sobre nuestro punto de vista. Pero cada año apreciamos mayor distanciamiento con las vivencias en casa, los niños son alimentados, en muchas ocasiones con biberones o megabiberones y papillas hasta casi el inicio del colegio. Se reduce el número de tomas y se aumentan las cantidades de cada una de ellas. Creo que no se tiene en cuenta que no damos de comer sólo para alimentar, es muy importante educar. Con esos biberonazos estamos subiendo el umbral de saciedad de los niños y transmitiendo la idea de que para comer bien hay que ponerse hasta las cejas, incluso, inconscientemente podemos estar creando y alimentando un futuro problema de obesidad.
Nos encontramos con contradicciones que vive el niño, que en la escuela come cocido y en casa biberón. Se está alargando el tiempo que el niño es alimentado, en casa con papillas y biberones. Se está retrasando ese menú transición que nosotros recomendamos desde el primer año, en el que la base sigue siendo el puré pero compaginado con la introducción de la comida en trozos. Por supuesto, esto nos convierte, a veces en «la primera vez» de muchos alimentos y además durante varios años. Somos el sitio donde el niño come por primera vez muchos alimentos porque en casa no lo hace y esto últimamente genera un problema añadido, sufrimos las consecuencias de las primeras manifestaciones alérgicas.
Quería contaros como lo vivimos, como lo sentimos.
¡Buscamos la coherencia en la vida de los niños!.
Buenas tardes. Soy Pediatra de Atención Primaria y he accedido a este blog a través del de Jesús Martínez. Sólo quería decir que me encanta lo que cuentas, cómo nos traes la realidad a la consulta y que estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dices. Especialmente en la lactancia materna exclavizadora para madres e hijos en pro de un beneficio que, como solemos hacer con muchas otras cosas, tendemos a exagerar. Seguiré tus comentarios a ver qué más puedo aprender. Gracias
Escribo desde nuestra perspectiva que puede quedar desenfocada si no se contrasta con otras. Por eso te agradezco mucho el comentario.
Me ha encantado tu artículo. Tienes más razón que un santo. Yo tengo dos niñas (de 2,5 años y de 9 meses) que han ido a la escuela desde los 4 meses. Os admiro siempre y os agradezco vuestra labor. Es complicado y arduo tratar con tantos padres y con tantos modos de vida y, a su vez, de educación. Desde aquí que conste mi eterno agradecimiento a todos y todas los profesionales de la educación infantil.
Me encanta tu blog y lo seguiré leyendo para enriquecerme y conocer un poco más vuestra experiencia.
Un afectuoso saludo.
Muchas gracias Rosa, nuestra labor quiere y debe ser complementaria a la vuestra. Besos para tus princesas.
¡Hola! Yo también soy pediatra de atención primaria y estoy de acuerdo con tus reflexiones.
Es muy importante adaptarse a la capacidad madurativa de los bebés para introducir alimentos y formas de alimentarse (beber de un vaso, comer con cuchara, roer y masticar, usar dedos primero, cubiertos más tarde…). Además hay momentos más oportunos, en que las capacidades del bebé favorecen esos cambios. Antes que mirar qué edad tiene el crío observemos qué sabe hacer:
¿Se mantiene sentado, abre la boca para recibir la cuchara y puede girar la cabeza cuando ya no quiere más? Pues es el momento de los purés.
¿Empieza a perseguir por el mantel toda clase de migajas y se las lleva a la boca? ¡estupendo! Eso nos dice que ya puede empezar a roer, aunque no tenga dientes.
Si lo postergamos por diferentes temores del pediatra o de la familia (que se manche, que se atragante, que coma poco…) significa perder oportunidades. Esperar a “que tenga todos los dientes” o “que tenga 2 años” nos lleva a un momento evolutivo en que, por el contario, va a ser todo mucho más difícil, pues al disminuir el ritmo de crecimiento los niños y niñas entra en la llamada etapa de “inapetencia fisiológica”. Hay cosas que se aprende mejor a una edad concreta.
Como dice también Jesús Martínez en una entrada reciente (http://tinyurl.com/338235a), hay que mirar más al niño que al papel del pediatra o a los consejos de la vecina o lo de internet… Ellos saben si les está gustando chuperretear ese dulce corazón de sandía,
Me gustaría añadir dos pequeños destalles:
Uno es sobre la enorme presión de la industria que continuamente diseña alimentos para bebés, totalmente innecesarios, pues todos ellos pueden hacerse de forma casera. Sin embargo, bajo el mensaje aparente de “facilidad, comodidad, modernidad, seguridad y buen precio”, esconden trampas que vana dificultar que los niños se acostumbren a la comida familiar normal:
– Los potitos cuyo sabor y textura es totalmente diferente de la “comida de casa”.
– Las papillas envasadas en tetrabrik.
– Todas esos productos con nombres “tramposillos” (mi-peque-no-se-qué, para-que duermas-mejor, por-si-no-come, ) por lo general muy blandos y dulzones.
– Las leches “de crecimiento” que al contener azúcar y miel son no solo más cariogénicas que la leche normal, sino que además “fidelizan” pues los niños ya no quieren probar la otra.
El otro es aliviar un poco la responsabilidad que atribuimos a las familias. Ellos no tienen la culpa de vivir en el mundo que viven: con sus propios horarios locos, con los cambiantes y/o peregrinos consejos de sus pediatras, con la presión de la industria… Ellos quieren hacer lo mejor para sus hijos… y no saben que ellos tiene mucha capacidad de decidir (y vuelvo a JM, http://tinyurl.com/338235a) y los niños también saben decir lo que necesitan.
Además que gustaría destacar y valorar el papel que realizáis en las guarderías como agentes de salud, promoviendo lo que tú has descrito con una sola palabra pero que voy a poner con mayúsculas: CRECER. Además para las familias sois más cercanos que los pediatras (que a fin de cuentas sabemos bastante más acerca de las enfermedades de los niños pero muy poquito de los niños normales). Me encanta ver que ponéis sensatez en el batiburrillo actual de los consejos de alimentación infantil pensando en educar jugando (me ha encantado eso del “miniplato pedagógico”, pienso usar esa expresión y desde aquí pido permiso).
Como decía un antiguo profesor de pediatría: Cuando cumplen un año hay que tirar los biberones y la batidora. Es hora de que se sienten a la mesa.
Me han encantado todos vuestros comentarios, que son muy ciertos.
Desde que uno sabe que va a ser padre siempre empieza a investigar a leer y informarse yo como primeriza le hice mucho caso al pediatra de mi niña que me fue dando las pautas que hoy en día le agradezco en el alma, con 8 meses me comento que ya le fuera dejando grumos en las papillas para que se fuera acostumbrando a masticar, yo le comente «Doc. la niña aun no tiene dientes (fue tardía) y me contesto no te preocupes que las encías ya hacen esa labor» y así lo hice, y cuando hico 1 año me comento que ya podía comer nuestra comida (en plan peque claro) y en la guardería ha tenido una alimentación que ya quisiera yo ;-). También hago hincapié en que los niños aun que no coman los sentemos con nosotros a la mesa para que cojan el habito de comer en familia yo así lo hice y recuerdo con cariño como nos miraba comer y con 6 mesitos nos imitaba masticando, hoy en día mi niña con 2 años y medio come de todo (a veces solo lo que le gusta…) eso si en la guarde es una campeona allí sí que no hace ascos a nada. Gracias a todo el personal que nos ayudan a criar a nuestros hijos (medico, enfermeras, profesoras….) y MUY IMPORTANTE que no se nos olvide a los padres que al cole van a aprender pero la educación y los valores los tienen que aprender en casa. Me ha encantado el Blog que seguiré con mucho interés.
Hola Dina, me encanta leer comentarios como el tuyo que ponen de manifiesto la buena labor de tantos profesionales relacionados con la infancia. Mis felicitaciones, primero para vosotros, padres con sentido común y después para ese pediatra que con sus orientaciones os ha ayudado a que vuestra pequeñita crezca y se desarrolle reconociéndole sus capacidades y estimulando su autonomía. Muchas gracias.