Os pongo como entrada un comentario que nos ha llegado al blog. Es de una pediatra, Ana Martínez. Gracias Ana.
¡Hola! Yo también soy pediatra de atención primaria y estoy de acuerdo con tus reflexiones.
Es muy importante adaptarse a la capacidad madurativa de los bebés para introducir alimentos y formas de alimentarse (beber de un vaso, comer con cuchara, roer y masticar, usar dedos primero, cubiertos más tarde…). Además hay momentos más oportunos, en que las capacidades del bebé favorecen esos cambios. Antes que mirar qué edad tiene el crío observemos qué sabe hacer:
¿Se mantiene sentado, abre la boca para recibir la cuchara y puede girar la cabeza cuando ya no quiere más? Pues es el momento de los purés.
¿Empieza a perseguir por el mantel toda clase de migajas y se las lleva a la boca? ¡estupendo! Eso nos dice que ya puede empezar a roer, aunque no tenga dientes.
Si lo postergamos por diferentes temores del pediatra o de la familia (que se manche, que se atragante, que coma poco…) significa perder oportunidades. Esperar a “que tenga todos los dientes” o “que tenga 2 años” nos lleva a un momento evolutivo en que, por el contrario, va a ser todo mucho más difícil, pues al disminuir el ritmo de crecimiento los niños y niñas entra en la llamada etapa de “inapetencia fisiológica”. Hay cosas que se aprende mejor a una edad concreta.
Como dice también Jesús Martínez en una entrada reciente, hay que mirar más al niño que al papel del pediatra o a los consejos de la vecina o los de internet… Ellos saben si les está gustando chuperretear ese dulce corazón de sandía.
Me gustaría añadir dos pequeños detalles:
Uno es sobre la enorme presión de la industria que continuamente diseña alimentos para bebés, totalmente innecesarios, pues todos ellos pueden hacerse de forma casera. Sin embargo, bajo el mensaje aparente de “facilidad, comodidad, modernidad, seguridad y buen precio”, esconden trampas que vana dificultar que los niños se acostumbren a la comida familiar normal:
- Los potitos cuyo sabor y textura es totalmente diferente de la “comida de casa”.
- Las papillas envasadas en tetrabrik.
- Todas esos productos con nombres “tramposillos” (mi-peque-no-se-qué, para-que duermas-mejor, por-si-no-come, ) por lo general muy blandos y dulzones.
- Las leches “de crecimiento” que al contener azúcar y miel son no solo más cariogénicas que la leche normal, sino que además “fidelizan” pues los niños ya no quieren probar la otra.
El otro es aliviar un poco la responsabilidad que atribuimos a las familias. Ellos no tienen la culpa de vivir en el mundo que viven: con sus propios horarios locos, con los cambiantes y/o peregrinos consejos de sus pediatras, con la presión de la industria… Ellos quieren hacer lo mejor para sus hijos… y no saben que ellos tiene mucha capacidad de decidir; y los niños también saben decir lo que necesitan.
Además que gustaría destacar y valorar el papel que realizáis en las guarderías como agentes de salud, promoviendo lo que tú has descrito con una sola palabra pero que voy a poner con mayúsculas: CRECER. Además para las familias sois más cercanos que los pediatras (que a fin de cuentas sabemos bastante más acerca de las enfermedades de los niños pero muy poquito de los niños normales). Me encanta ver que ponéis sensatez en el batiburrillo actual de los consejos de alimentación infantil pensando en educar jugando (me ha encantado eso del “miniplato pedagógico”, pienso usar esa expresión y desde aquí pido permiso).
Como decía un antiguo profesor de pediatría: Cuando cumplen un año hay que tirar los biberones y la batidora. Es hora de que se sienten a la mesa.
Deja una respuesta