Hoy quiero escribir sobre un tema que parece que no tiene mucho protagonismo y sin embargo quizá sea el distintivo esencial en la evolución sufrida por la escuela. Me refiero al método. La actuación del educador no es mecánica, casual o espontánea, sino que forma parte de un sistema, un método pedagógico-didáctico que promueve situaciones que faciliten el proceso de enseñanza-aprendizaje dirigido a un fin educativo.
Aún hay personas que cuestionan el papel de las escuelas infantiles como motor de desarrollo y aprendizaje en los niños. Yo pienso que de no producirse la intervención educativa no es posible asegurar que tengan lugar los aprendizajes necesarios para el desarrollo global del niño.
ES IMPRESCINDIBLE, PARA QUE EL NIÑO DESARROLLE TODAS LAS POTENCIALIDADES QUE LE HA TRANSMITIDO SU CARGA GENÉTICA AL NACER, SE DESENVUELVA EN UN AMBIENTE ADECUADO, Y RECIBA LOS ESTÍMULOS PRECISOS» (amei).
Y son los primeros años de vida los de mayor significación para el desarrollo del ser humano. Para trabajar con los niños no es suficiente estimular, desarrollar actividades que no tengan un propósito y un orden con finalidad educativa, tiene que haber «una forma de hacer», sistemática y organizada. Tiene que haber un»saber hacer» del educador para lograr esa finalidad. Y este manejo inteligente de las distintas alternativas para guiar al niño debe dar respuesta a interrogantes como «qué enseñar» y «cómo enseñar». Aunque sin olvidarnos de lo esencial «qué aprenden» y «cómo lo aprenden».
La edad de nuestros alumnos (0-3) tiene una extraordinaria importancia para el futuro como individuo y como persona, por ello es necesario conocer las causas y condiciones del momento que viven. Para que la práctica educativa no se aleje de la realidad del niño. Tienen una forma de conocer distinta a la de los adultos, su conocimiento no es analítico, sino global, es decir, su percepción es confusa e indiferenciada de la totalidad. Por ello, la metodología en Educación Infantil se debe basar en el aprendizaje globalizado y significativo. Y posibilitar que el niño descubra sus propias posibilidades mediante la experiencia. La metodología no debe responder al planteamiento tradicional «educador/autor», «educando/receptor», debe ser activa, siendo el educador el orientador/guía/promotor de la investigación personal del alumno.
Cuando los contenidos a trabajar son prácticamente los mismos, de una escuela a otra, de un educador a otro, lo que diferencia es el método y la persona. La metodología está muy vinculada a la persona que la lleva a cabo, a su enfoque de aprendizaje, a su intuición, a su capacidad de observación de la realidad del niño, de sus intereses, a su capacidad de trasladar los conocimientos e información sobre sus alumnos a su acción instructiva.
Teniendo en cuenta las necesidades afectivas, las necesidades de actividad/movimiento, de autonomía, de afirmación de sí mismo y canalizando a través de nuestra mejor herramienta, el JUEGO.
Jean Piaget afirmaba que como consecuencia de la insuficiente y no conscientemente dirigida acción de estímulos, podría ocasionar que no se culminase la etapa de periodización del desarrollo psicológico.
Nuestra actividad, en la escuela, se fundamenta en la idea de que el educador ayudará al alumno mediante la planificación y guía, a que descubra y conozca a través de su propia experiencia. El educador no espera la madurez para promover el aprendizaje, sino que es este aprendizaje el que favorece la madurez. a través de una metodología centrada en la autonomía, para la vida, centrada en los intereses del niño, en el diálogo y con un carácter lúdico.
Es de este modo como el niño aprende sus primeras nociones sobre sí mismo y del mundo.
Otra nota: fuentes consultadas, documentación de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles.
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