Sois testigos de que desde hace un año, la vida de la escuela no es una experiencia que vivamos solamente vosotros, los padres, los niños y nosotras, las educadoras. ¡Ya no tenemos la exclusiva! Nuestro pequeño mundo ha ampliado el horizonte.
Un buen día, y nunca mejor dicho, decidimos que no debíamos permitirnos seguir anclados en la existencia 1.0 y «dicho y hecho», comenzamos esta aventura/exigencia de la red.
Ahora, nuestras semanas, son una amalgama de vivencias físicas y digitales. Las rutinas son las mismas pero teñidas por esa tintura Twitter, Facebook, que todo lo cubre, que todo lo cambia.
Ha cambiado nuestro enfoque, nos vemos y sentimos distintas, os vemos y sentimos distintos y queremos conseguir finalidades distintas para nuestros chicos. Queremos poner cimientos para que en el futuro se vean y se sientan interesados y capaces en una enseñanza 2.0.
Las jornadas comienzan como siempre, con el ojo medio cerrado y la sonrisa ya dibujada para recibir a los más madrugadores. Poco a poco, el bullicio se hace con las salas, los saludos, el olor del desayuno, las novedades… y abrimos el ordenador, y otras realidades entran en la escuela, correos de avisos vuestros, mensajes de cursos que hacemos, noticias de aquí y del otro lado del mundo. Intercambios de información entre las educadoras de la tarde/noche online.
Nos ilusiona ver tantos maestros innovadores. Es verdad que se dejan media vida, después de sus jornadas laborales, en inventar experiencias motivadoras para sus alumnos, que impliquen, que hagan sentir a los chicos que son los protagonistas de sus aprendizajes.
Luego nuestra programación elástica, la que hacemos como si fuese un guante para que quede pegadita a la piel, se estira o se encoge con actividades organizadas pero siempre abiertas al interés de los niños.
Los lunes dan para mucho, nos contamos las vivencias del fin de semana. Éste a Lucía no le llegaba para trasladar a sus compis todo lo que quería relatar. Aún, a la hora de la merienda, seguía «pues se hizo de noche…» y Samuel, desesperado, «Lucía calla que tengo hambre». La protagonista no tenía tanta y proseguía. Samuel, con toda una estrategia le dijo «y colorín colorado este cuento se ha acabado». Tres años recién cumplidos, son especiales.
El miércoles, también fue especial. Muchas veces comentamos como en nuestra etapa hay objetivos que son compartidos en la casa y en la escuela. Que nos gusta vuestra complicidad con la labor del centro. Y en esta ocasión el deseo se nos ha cumplido. Marina nos acompañó por la mañana. Trajo magia entre sus manos, un libro que ella llama de sombras y que yo llamo de luz.
¡Tantas sensaciones! Se vive a oscuras, apagamos las luces, bajamos las persianas y ya el cuento empieza a hacer su función, las emociones se asoman a los rostros. Es un libro de páginas troqueladas que permiten el paso de una luz aplicada cerca de lo hoja y dirigida hacia el techo. Los peces, los barcos, las estrellas, el sol, las flores… no os cuento más, sólo tenéis que imaginar. Mil gracias Marina, una gran experiencia.
Además de la luz, hemos estado ambientando las salas para la nueva unidad, las profesiones. El color azul ya anda por suelos, paredes, trabajos… y la música de esta semana, pues sin comentarios, lo mejor, escucharla. La bella durmiente, Tchaikovski.
¡Que disfrutéis!
Deja una respuesta