En todas las formaciones de Disciplina Positiva que imparto para las familias acabo los talleres con un texto de Amanda Céspedes:
Lograr el crecimiento humano solo es posible en la medida que «otro» visibilice u otorgue rango humano al niño. Esta es la tarea del educador, despertar las fuerzas interiores del menor a través de la interacción cargada de sentido. El amor es el único capaz de despertar en el niño dichas fuerzas, las que habrán de construir la paz y hacer posibles las utopías. A través del amor todo niño está en condiciones de llegar a ser un artífice de la paz, instalándose plenamente en su tiempo y en su historia».
Nutrir a la infancia, investirla de forma profunda y duradera no es tarea de un día, no se puede hacer desde la urgencia. La infancia «se cuece a fuego a lento».
En la escuela hemos aprendido la importancia de apreciar y disfrutar de los procesos. Ponemos el foco en las experiencias vivenciales porque sabemos que cada una de ellas supone una oportunidad de relaciones que posean valencia afectiva.
Vínculos
Nada, absolutamente nada, tiene tanta importancia como dedicar la energía a construir vinculaciones saludables. Hay tanta prisa en las vidas de los adultos que nos podemos quedar atrapados en la creencia de que hay que compensar el déficit de cuidados ofreciendo muchas cosas. Y muchas de esas cosas que hacemos solo son ansiolíticos, mentiras piadosas para no sentir que lo que realmente necesitan los pequeños lo estamos escamoteando.
Los niños pequeños necesitan adultos significativos. Ser un adulto significativo es ser cercano, empático, afectuoso. Cualidades casi prodigiosas cuando deberían ser cotidianas.
Maneras de ser
¿Y por qué es tan importante acertar con lo que hacemos para la primera infancia?
Maneras de ser aceptadas o negadas, maneras de aprender alentadas o desperdiciadas, maneras de relacionarse reguladas o con necesidad imperiosa de ser reeditadas.
Un gimnasio en cada escuela de armonía emocional. No hay nada más importante, ni más urgente.
Los niños pequeños están expuestos a un mundo que ha decidido girar sin tenerlos en cuenta. No tienen su pertenencia asegurada en los hogares, hay agendas complejas por las mañanas; no tienen cubiertas sus necesidades de aceptación, amor, respeto, reconocimiento, valoración, protección y amparo en los entornos escolares. No quedan energías en los adultos por las tardes y se ciernen sobre ellos ambientes inseguros que generan ansiedades, sentimientos de «amenaza» para sus primitivos y emocionales cerebros.
Dejar que transcurra la vida no es suficiente para que florezcan como seres humanos. Pueden optar por replegarse o bien deslizarse por caminos poco nutritivos en humanización.

Devolver la alegría a la primera infancia
No se trata de poner un sello perturbador en estas reflexiones, sí creo que nuestra responsabilidad es trascendente e invita a que hagamos un poco mejor los deberes.
Educadores sensibles a la naturaleza infantil. No queda más remedio que revisar qué sabemos y que podemos aprender acerca de los niños pequeños. Reducir las interacciones a controlar y corregir el comportamiento no es nuestra tarea. Para que esto no ocurra es imprescindible hacer un ejercicio valiente de autoconocimiento.
- Mantener a raya los miedos. Somos la amortiguación de los temores infantiles.
- Mirar cuáles son nuestras batallas, canalizar para que no perturben la tarea educadora.
- No pierdes autoridad si respetas al alumno.
- Modelar lo que deseamos que desarrollen, tenemos un impacto enorme en la arquitectura de un montón de seres humanos.
- Hacer aflorar nuestras fortalezas, nos sienta bien, les hace bien.
Una buena porción de la alegría en la primera infancia es permitirles crecer emocionalmente.
Afrontar los conflictos sin miedo, ni culpa; con esfuerzo, confianza y afecto incondicional. Si llega el día en el que sean capaces de escuchar, expresarse sin lastimar, reflexionar, establecer acuerdos y buscar soluciones en vez de reaccionar será porque en sus primeros años contaron con adultos que no tenían la necesidad de imponer su poder sino que acogían los temores y de ellos hacían oportunidades de entrenamiento respetuoso de habilidades para vivir como seres humanos.
No se trata de forzar una convivencia utópica; sin embargo no es bueno para los niños que se ponga el piloto automático y que no nos planteemos cómo estamos nutriendo a la infancia.
Prestar atención a lo importante
Si un niño llora, es lo importante, consuela. Cuando un niño no te requiere ni para el reconocimiento, ni para el refugio, revisa cómo le está llegando tu afecto. Los pequeños no hacen lo que tú quieres piensa si esto que deseas está alejado de su comprensión y capacidad. Si los resultados no te gustan cambia tú para que ellos puedan cambiar.
El momento evolutivo, el temperamento, la manera de procesar e integrar la información, las habilidades que poseen o de las que carecen, los intentos erróneos para lograr tu cercanía, la neurodiversidad, los posibles traumas habidos en sus vidas… son su iceberg. No te conformes con ver solo la punta, bajo las aguas está la intencionalidad que mueve su comportamiento ¿podemos aprender a ver el iceberg de cada uno de nuestros alumnos?
Educación emocional empezando por los educadores ¡tarea fundamental!
Diseñando vidas sencillas
En esta escuela trabajamos experiencias sencillas, cada vez más. Hubo un tiempo en el que creíamos que innovar en Educación Infantil era transformar la escuela en un sumatorio de recursos y metodologías que por el mero hecho de ser disruptivas con lo anterior ya sentaban bien a la infancia. Estábamos reaccionando. Hoy siento que se puede prescindir de muchas de estas demostraciones atractivas para el ego del educador, poco efectivas para los alumnos.
Caricias, palabras tiernas, demostraciones explícitas de comprensión, respeto y afecto; así de sencillo es el mundo del bienestar infantil ¡esta es la revolución necesaria en todas las escuelas y espacios educativos! Promoviendo desde el primer aliento la brújula que impide perder el rumbo, la conexión emocional.

Sembrar desde la fantasía
Afortunadamente la labor de un educador de infantil todavía guarda ciertos rasgos que los niños pequeños agradecen. El juego y la creatividad son señas de identidad. De las imágenes y las sensaciones a los conceptos hay un trecho evolutivo. El vuelo es fructífero cuando nos permitimos y les permitimos conocer y aprender cultivando lo que ellos están preparados para hacer explorar, deconstruir y crear jugando.
Todo en los niños puede desvelarse si las escuelas se alejan de prácticas dañinas para la infancia. No se puede crecer, ni aprender en infantil sin afecto ni movimiento.
Inspiración
Un vídeo que comparte mi compañera Diana Jiménez me inspira el final de este artículo:
Mira que yo te cuento
una cosita para que no haya más llanto,
mi medicina,
regalar amor mano de santo
y decir te quiero
sin que nos de miedo…
Gracias.
¡Escrito con amor!
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