Año tras año, escribo sobre el proceso de adaptación. Objetivo, ofrecer un buen puñado de reflexiones, aquellas que todo educador hacemos para afrontar uno de los momentos más delicados de la vida escolar de los niños. El artículo es un clásico por la perseverancia en el tiempo, pero tan solo por eso, porque cada año, es sencillamente distinto. Es obvio que cada niño como ser único requiera atenciones singulares, y que cada comunidad prefiera unas u otras herramientas; pero además esta maestra, de lo que vive, de lo que estudia y aprende sobre cómo ayudar al niño en los primeros días de asistencia a un centro de Educación Infantil, os da cuenta.
Lo escribo porque me sienta bien, me ayuda a tener un pensamiento más abierto, poroso a vuestras impresiones, susceptible de modificación con las aportaciones. Salir de “mi lado” para percibir el vuestro. Lo escribo para las familias que sé que en estas fechas andáis presas de temores e incertidumbres. Lo escribo para que no nos sintamos solos, unos como docentes, otros como padres. Ya pasaron los tiempos de la desconexión, hoy, si trabajamos desde compartimentos estancos nos perdemos mucho enriquecimiento.
Dialogar y conocer lo que se siente y piensa allende las paredes de la escuela. Pero sobre todo, lo que manda, la razón más imperiosa por la que escribo, es él o ella, el niño o la niña. Nuestros chicos.
Tengo la esperanza de ir logrando adecuar y optimizar todo lo que esté a nuestro alcance como adultos educadores, al fin esa es nuestra labor, preparar el terreno para que la incorporación a la escuela sea un paso que contribuya a que los niños se sientan felices.
Podemos vivir la experiencia como algo inquietante o incluso amargo y dejar que nos inunden las inseguridades o bien podemos buscarle otro sentido a las vivencias que compartiremos, familias, escuela y niños.
La costumbre lastra, y no hay solo costumbre en la práctica docente también la hay en los planteamientos prefijados de los progenitores.
De lo que no se trata la adaptación:
- No es una fase que «se soporta» y ya vendrán tiempos mejores. Los primeros contactos son muchas veces determinantes, según sea la calidad de las experiencias. Decide cómo vas a influir.
- Un plan «indistinto», para todos, no es eficaz. Cada niño es único. etapa evolutiva, vivencias de la relación establecida con sus padres, un temperamento, un estilo de vida… ni todos en tropel, ni todos hora y media, no es el tiempo, es la sensibilidad y receptividad a su estado de ánimo.
- Negar los sentimientos infantiles. A todos los adultos nos gusta ver a los niños alegres. Los niños se encuentran mejor si en lugar de evitar o negar sus emociones, son comprendidos y apoyados para gestionarlas.
- La sobreprotección no es buena nunca, en la adaptación tendremos que hacer esfuerzos doblados para sobreponernos a los impulsos. Las dudas atenazan ¿quién atenderá la fragilidad mi bebé? El miedo nos cerca ¿tendrá recursos para salir airoso de esta situación? ¡Es tan pequeño!, incluso la culpabilidad ¡no quiero separarme de ti! ¿Por qué lo hago? Decanta tus miedos. Los niños necesitan protección, no sobreprotección.
- La escuela no lo puede todo. Si practicas colecho, si el bebé mama a demanda, mantén una entrevista con su educador, ponte a disposición de los nuevos requerimientos, por más que queramos no podemos darle satisfacción. Somos más efectivos si sumamos complicidad. El niño nos lo agradecerá a ambas partes. Piensa en tu disponibilidad para seguir amamantando en la escuela o llevar tu leche… invierte en facilitar; todo menos hacer pasar al bebé de un día para otro por una situación de frustración absoluta. No tiene recursos para defenderse de nuestras decisiones.
- Exigir a los chicos lo que no modelamos. Las neuronas espejo hacen su labor, imitar las acciones e intencionalidades del adulto ¿Qué imagen proyectas? Cuida tu comunicación no verbal es la que sabe leer el niño. Piénsalo ¿qué puede entender el niño cuando le dices “te lo vas a pasar muy bien”, mientras todo tu cuerpo expresa lo contrario, te aferras a él con un abrazo indisoluble y faz desencajada?
- El engaño del silencio. Un niño que no llora no quiere decir que esté adaptado. No bajes la guardia, observa reacciones pasivas. Puede haber llegado a la conclusión de abatimiento o insuficiencia, eso no es lo que buscamos, el niño debe sentirse bien en la escuela.
De lo que sí se trata:
- En la adaptación no hay medias tintas, es decisivo que el niño aprecie bienestar; si la práctica en el hogar o en la escuela no nos deja ver las necesidades infantiles, se pierde la cercanía con la realidad infantil.
- La principal dificultad en este proceso es que lo pilota un río desbordado de emociones. Y sin embargo, los chicos precisan de adultos serenos. Comprender manteniendo la calma y abandonar la urgencia de poner freno a su malestar son mediadores eficaces. Respetemos la liberación de tensión y el niño se sentirá escuchado y atendido.
- Sé amable contigo mismo, date el tiempo que necesites para mostrarte ante el niño como el adulto cálido que necesita, es un voto por tu ritmo personal, por su ritmo personal. Todo puede ser más agradable.
- Recuerda que la adaptación es suya, es algo que el niño debe organizar en su interior, partiendo de las vivencias en un entorno paciente y amigable.
- ¿Qué emociones impulsan el comportamiento infantil en la adaptación? El cerebro medio o cerebro emocional está en permanente alerta, valora si las situaciones son amenaza o placer, en tan solo 125 milisegundos. El cerebro superior, el que se encarga de procesar la adecuación de esas emociones, el que las regula, en los niños es muy inmaduro. «Los frenos» para las situaciones de bloqueo emocional, no funcionan bien a esta edad. La entrada en la escuela supone un cambio radical, sale del mundo familiar que es un espacio conocido, seguro (placer) y se introduce en un mundo desconocido. Radar emocional ¿seguridad? Incierta. Valoración ¡peligro! Reacciones emocionales: llorar, gritar, huir, enfados, inhibición de la acción… no es voluntario, el niño pone en funcionamiento la reactividad de los impulsos de supervivencia.
- ¿Es imprescindible que el niño sufra? El cambio es una hecho real, el proceso debe ser lo menos agresivo para la mente infantil. Habrá niños que en tan solo unos días y con las buenas prácticas de los educadores y padres lo consigan y habrá otros que no. Estos niños son los que más nos necesitan. Habrá que interpretar su llanto como expresión de temor, aceptarlo y tomar las medidas para que puedan superarlo. Ni jornadas enteras, ni jornadas de hora y media, si estamos llevando a cabo la adaptación, será la jornada que se acople a su necesidad para evitar el sufrimiento y darle el margen necesario hasta que perciba las cualidades positivas del nuevo entorno: satisfacción de necesidades básicas, sentirse protegido de peligros reales, encontrar afecto y aprecio… conectar. El vínculo con su educador devolverá al niño la tranquilidad.
- La atmósfera de la adaptación no nos puede impedir «ver el todo». Descéntrate, ten mirada larga, piensa en los objetivos del destino educativo. Te dará aliento para superar este proceso. Piensa en positivo, sin duda más rentable. Pon en alza los éxitos, cuida el lenguaje, evita palabras como “no, nunca, otra vez…”
Venga tenemos un reto importante por delante, el niño nos necesita unidos ¡Vamos a ofrecer lo mejor de nosotros en beneficio de ellos, en beneficio de todos!
Este proceso es decisivo, tu opinión es valiosa, cuéntanos tu experiencia, nos enriquece a todos…
Hola Buenos días, mi hija de 3 años se ha incorporado al colegio este curso, ella ha estado en la guardería desde muy pequeña, pero la entrada al colegio ha sido bastante mala. La profesora dice que se le pasa enseguida y cuando sale del colegio sale muy contenta y diciendo que se lo ha pasado muy bien. Pero lo que no entiendo es porque por las mañanas llora aunque en la puerta del colegio siempre juega con los compañeros y se pone en la fila, pero es ver que tiene que entrar a la clase y yo me voy y casi siempre llora.
Gracias
Hola Lara, gracias por tu comentario.
Si la niña se encuentra bien en la mañana y solo es el momento de la separación es porque «sentir» que va a quedar sin ti le produce cierta inquietud y es «normal» que así sea y es saludable que lo exprese.
Lo importante es que cuando lo hace tenga acompañamiento adulto, que le validéis la emoción y que en la medida de lo posible le trasladéis calma para que poco a poco la vaya consiguiendo ella.
Quedo atenta y a disposición.
Un abrazo.