
El proceso de adaptación a Escuela Gran Vía es una publicación que no falla cada año en este blog. Una escuela que #cuidaInfancia sabe la importancia que entraña para todos que nuestros pequeños gocen del mayor bienestar.
Cada curso me mueve el deseo de escribir un artículo que fuera como una caricia muy alentadora. Lo intento; me valgo de lo mejor que poseo, la voluntad y el beneficio de transferir a través de la comunicación.
En esta actualización del 2017 permanecen en el tiempo las razones que motivan la reflexión de la que se ocupa esta publicación.
No somos ajenos a lo que nos rodea
Ocurre que llega septiembre, un mes de renuncias y, por si fuera poco, de poner a andar las responsabilidades del invierno. No es fácil ¿verdad? Casi de un día para otro cambian escenarios, rutinas, y las gentes vamos como a la deriva.
Y con este cuerpo en la cuerda floja afrontamos una de las situaciones que más nos perturban a los progenitores, separarnos de nuestros pequeños para la incorporación a la escuela infantil.
Sin embargo os invito a reescribir estos previos… Hagamos de nuevo la descripción:
Llega septiembre, un mes cargado de nuevos proyectos; el verano, el sol, el descanso, han dado cuerda al cuerpo, en especial a una parte que dirige la gran orquesta de las ideas, el cerebro. Y sí, con oxígeno, con ganas recuperadas, llega el estreno de la que será durante unos años, nuestra segunda casa, la escuela.
¿Cambia en algo la percepción? Hay muchas realidades, tantas como seamos capaces de ver 🙂
Ese verbo, «separarnos», invita a imágenes mentales poco o nada placenteras. Cuando todos vamos sabiendo de la importancia de la conexión en la primera infancia, mencionar el alejamiento no nos ayuda nada.
Es difícil sentir que se está haciendo «bien».
Las ascuas de este base promueven un impulso fuerte, proteger a los niños de lo doloroso. Es lo que nos inspira «ese verbo» asociado al inicio de curso. Protección porque es lo que manda la más sabia, la madre naturaleza.
No será difícil que llegue la confusión, la pena, incluso la rabia… incluso que veamos al que debería ser el gran aliado, el educador, como un intruso que nos merma las miles de la crianza.
No se trata de que nos engañemos a nosotros mismos obviando los sentimientos. Hay separación. La propuesta de nuestro diseño de trato humano en estos días es moverse en pos de actuaciones que sienten bien a los niños, porque facilita y ayuda a cambiar nuestro estado de ánimo. Con ello, todo puede funcionar mejor.
¿Queremos ser esa persona que marque una diferencia positiva en el acompañamiento en este proceso?
Los niños nos necesitan y somos nosotros, los adultos, los que tenemos en nuestra mano las soluciones.

Podemos mejorar ¡Aprender a trabajar juntos!
Dirigir una comunidad de la primera infancia supone organizar curso, objetivos y estrategias… tal vez suene extraño pero esto no es lo más importante para mi. Los años de profesión junto a los niños me enseñaron que una de las prioridades de un educador de Infantil es ser capaz de meterse de infiltrada en los pensamientos y sentimientos de los progenitores de nuestros alumnos, así como ser capaz de ofrecer la mayor accesibilidad y transparencia en nuestra labor.
Saber más de vosotros, que sepáis más de nosotras, para llegar mejor a ellos, los niños.
Si los pequeños van a contar con al menos dos núcleos referentes tendremos que buscar la manera de ser cómplices a sus ojos.
Si hay algún momento en el que la conexión de la comunidad tiene que ponerse de manifiesto es en la adaptación al centro.
En Educación Infantil se necesita sentirse en familia
Escuela enREDada es un centro que trabaja en cada actuación un modelo relacional en el que progenitores y educadores aportemos, todos, para el desarrollo físico y psicológico de los niños.
Actuar como lo que debemos ser para los pequeños, una gran familia. Este enunciado puede ser la piedra angular del proceso.
Vivir la escuela no como separación sino como la oportunidad de crecimiento en comunidad.
Aunque es de sobra conocido que la adaptación debe ser bien vivida y bien asimilada por el niño, todas o casi todas las exigencias que va a requerir son por cuenta de los adultos, padres y madres y docentes.
Pues eso, con todo este preámbulo he querido decir que estas letras son para nosotros, los que acompañamos la adaptación.

Os lo comentaba el año pasado y lo escribo de nuevo, esta maestra, de lo que vive, de lo que estudia y aprende sobre cómo cuidar a la infancia en un centro de Educación Infantil, os da cuenta.
Lo escribo porque me sienta bien, me ayuda a tener un pensamiento más abierto, poroso a vuestras impresiones, susceptible de modificación con las aportaciones. Salir de “mi lado” para percibir el vuestro. Lo escribo para las familias que sé que en estas fechas andáis presas de temores e incertidumbres. Lo escribo para que no nos sintamos solos, unos como docentes, otros como padres.
Pero sobre todo, lo que manda, la razón más imperiosa por la que escribo, es él o ella, el niño o la niña. Nuestros chicos.
Tengo la esperanza de ir logrando adecuar y optimizar todo lo que esté al alcance como adultos educadores, al fin esa es nuestra labor, preparar el terreno para que la incorporación a la escuela sea un paso que contribuya a que los niños se sientan felices.
Bien, pues partiendo de esta idea de aprender a ver la incorporación como un proceso en el que nuestra participación adulta vale mucho ¿cuántos de vosotros estaríais dispuestos a intentar otra cosa antes que anclarse en la ansiedad?
La clave es tomar conciencia de que podemos influir mucho con nuestras acciones y elecciones para que estos días no se conviertan en dura separación sino en creación de nuevas vinculaciones acompañando con sensibilidad y afecto.
Las prácticas de antaño que dejaban a madres y padres en el quicio de la puerta, quedaron añejas ¡afortunadamente!
Cuando los progenitores no pueden involucrarse para afrontar el desafío de la adaptación a la escuela es muy, muy difícil modular el temor, incluso la rabia que aparecerá con pátina de culpa por «dejar» a los niños en manos desconocidas ¿Cómo hemos podido pensar que esta manera de proceder goza de algún tipo de lógica o coherencia?
Hoy padres y madres deben ver su derecho reconocido. En Infantil, en primera infancia, «padres y madres en la escuela» sois necesarios. Para contribuir de formas únicas y significativas. Los padres pueden ayudar mucho a los niños a sentirse bien en comunidad.
Ver, observar, participar, colaborar… ser parte. La información evita que supongamos, alienta que verifiquemos que la decisión que hemos tomado es adecuada. Con la información se muestra la tranquilidad. Y con vuestra confianza y nuestra tranquilidad, llegan las del niño o niña.
Este enfoque de nuestro centro invita a salir de la «resignación/insuficiencia» porque ayuda a ver a los niños y a nosotros mismos de forma diferente; desde la capacidad y el crecimiento.
Poner límites a las prácticas irrespetuosas en adaptación:
No es opinión, numerosas investigaciones ponen de relevancia que es un proceso trascendental según qué y cómo se vivan las experiencias en la primera infancia. Madres y padres muy presentes hasta que el educador o educadora forma parte de la vida del niño.

Influencia positiva el proceso de adaptación:
Esta escuela que no cesa de revisar el impacto que tenemos en los alumnos, no se fija la meta de pasar o subsistir a septiembre sea como sea sino que nos centramos en crear buenos cimientos para nuestra comunidad. Como escribía párrafos arriba podemos anclarnos en la insuficiencia o bien, tomando conciencia de nuestra responsabilidad, trabajar juntos para la conexión que es lo que necesitan los niños, conexión con la gran familia que es la escuela.
Para los niños y niñas de Educación Infantil la fuente que mana alegría es la conexión. Conexión en todos los órdenes, física, sensorial, senso motriz, personal, afectiva, social… La sustantiva es la afectiva.
Cuando está garantizada, ellos y ellas, podrán hacer lo que deben, jugar, explorar, manipular, contrastar… aprender.
Es fácil que el educador apremiado por tiempos o bien por presiones de otra índole, se enfoque tan solo en alguno de estos objetivos y por ejemplo, trabaje, incluso denodadamente, actividades hasta muy, muy originales. Sin embargo, es posible que aflore el fracaso, la alegría no embargará a los niños si la base, la conexión afectiva, no está presente.
- Es decisivo que el niño aprecie atmósferas de bienestar; transición familia-escuela con mucho cuidado, mucho contacto y seguimiento efectivo para que el educador logre el pegamento de la vida con sus pequeños.
- Es imprescindible ser educadores que resuenen en la mente infantil con buenos acordes. Cuando los niños cuentan con adultos que se dan cuenta de los mensajes emocionales los niños poseen muchas oportunidades para sentirse bien; dando lugar a vinculaciones saludables en la escuelas.
Entrar en el mundo infantil
Partir de lo que necesitan los pequeños nos pone en la vía de logros adecuados en la satisfacción.

La biología nos ayuda:
El tronco o tallo cerebral se encarga de regular las funciones esenciales del cuerpo, circulación, respiración. Además, sede de los instintos y con la finalidad de asegurar nuestra supervivencia, también se encarga de las respuestas que preparan al organismo para enfrentarse a situaciones que pueden suponer “peligro o amenaza”. Una serie de sustancias químicas, los neurotransmisores se ocuparán de hacer la labor de que “el mensaje” (información que proviene de estímulos, bien internos o bien externos) se transmita y module. Se desata la ansiedad (esta tensión es natural ante cualquier necesidad que precisa satisfacción) se libera adrenalina y a nivel cortical se activa la hiperalerta a través de la noradrenalina. A su vez se libera dopamina para tener la iniciativa suficiente para actuar, insulina que energiza a las neuronas, endorfinas que energizan al organismo y aumenta la disponibilidad de inmunoglobulinas que liberan serotinina que preparan para la recuperación. Si la situación ansiógena es superada con éxito todo este proceso es beneficioso para el organismo porque supone una ejercitación y potenciación para superar situaciones futuras.

Nuestro organismo siempre está haciendo frente a situaciones ansiógenas moderadas, si aumentan en magnitud, en intensidad, son inesperadas o permanecen en el tiempo, nuestro organismo se torna frágil y vulnerable, incluso enfermizo, porque si el estrés no da tregua se produce el agotamiento, el nivel neuroquímico se debilita, se echa mano continuamente de la serotonina para bloquear a la noredranalina, aumenta la insulina y las sustancias inflamatorias, se elevan las conductas impulsivas y compulsivas.
El niño que no ve respetados sus procesos emocionales mantienen la incertidumbre relativa a si sus propios estados emocionales y sus necesidades serán sintonizadas y satisfechas.
- Cuando los niños no se encuentran aceptados, amados, respetados, valorados… las relaciones provocan ansiedad y buscan enconadamente protegerse de la amenaza, según el temperamento se aislará, se someterá o bien externalizará la ansiedad en forma de rebeldía, atacando, defendiéndose, con negativismo y desórdenes conductuales.
- Cuando los niños no encuentran asegurada su pertenencia su cerebro estará enfocado en defenderse de la amenaza y no podrá aprender. Pensemos en cuántos factores estresantes de toda índole (seguridad, familia, compañeros, aprendizaje…) llevan y sienten los niños en los hogares y en la escuela en el periodo de adaptación.
- Durante el tercer trimestre de vida intrauterina inicia su maduración la corteza parietal del hemisferio derecho, encargada de la descodificación de información emocional proveniente de los rostros. También en este trimestre se inicia la maduración de la corteza temporal superficial del hemisferio derecho, descodifica el contenido emocional de la voz (textura, melodía, tono… ¡la importancia de la comunicación afectiva y efectiva en el proceso de adaptación! Al nacer somos los padres o cuidadores los encargados de asumir lo que Stern llama “armonización” “servir de espejo a los sentimientos internos del niño”. Un grito de emoción ante la presencia de la escuela encuentra una sonrisa o un abrazo, los circuitos correspondientes a estas emociones se refuerzan. Cada experiencia armónica le da consistencia al cableado. De igual manera las señales químicas y eléctricas que se producen ante emociones que solo suscitan indiferencia o una respuesta contraria (el niño está inquieto, la cara de mamá traslada su miedo, la educadora no es sensible a los estados emocionales y se tensa mientras dice “eres un llorón”), es como si a la vez le estuviera diciendo al niño “ven aquí y aléjate”. Esos circuitos se confunden y no se fortalecen favorablemente hacia el bienestar infantil. Un solo arrebato no afecta al niño para la vida.

Educadores que promueven vinculación saludable
Las actitudes son la base sobre la cual se aplican las estrategias.
Las experiencias también pueden dar fortaleza a ese cableado con signo positivo, Goleman dice, ante un bebé sollozante un padre tranquiliza suavemente, una educadora lo deposita en la cuna abrazando, otra puede gritar ¡ya está bien, para! Las primeras respuestas guardan armonía, las otras están desincronizadas desde el punto de vista emocional. En el cerebro confluyen y se procesan las emociones y se almacenan nuestros recuerdos (área límbica). El cerebro medio, el “radar de seguridad”, descodifica las sensaciones, les asigna valor positivo (alegría, quietud) o negativo (miedo, rabia). A partir de este momento una experiencia determinada y el cúmulo de sensaciones pasan a constituir una vivencia que adquiere el sello de lo particular, individual. Es decir, la amígdala adjetiva la vida, crea catálogos de emociones positivas y negativas (A. Céspedes); el hipocampo archiva dichas emociones, algunas serán codificadas en un carácter implícito, inaccesible a la conciencia de modo volitivo (a través de la voluntad), mientras que otras serán codificadas como memoria biográfica, episódica, susceptibles de ser evocadas y relatadas ¿Cómo deseamos formar parte de los engramas de memoria infantiles los educadores? El cerebro superior, el que se encarga de procesar la adecuación de esas emociones, el que las regula, en los niños es muy inmaduro.
“Los frenos” para las situaciones de bloqueo emocional, no funcionan bien a esta edad. La entrada en la escuela supone un cambio radical, sale del mundo familiar que es un espacio conocido, seguro (placer) y se introduce en un mundo desconocido. Radar emocional ¿seguridad? Incierta. Valoración ¡peligro! Reacciones emocionales: llorar, gritar, huir, enfados, inhibición de la acción… no es voluntario, el niño pone en funcionamiento la reactividad de los impulsos de supervivencia.
- Estos conocimientos nos responsabilizan sobre las experiencias que aportamos. Los niños en edad preescolar son fácil presa de la ansiedad de separación y tienen dificultades para autorregular sus estados emocionales. Los educadores debemos saber leer las conductas del niño en clave emocional de modo empático porque dependen de un adulto que esté dispuesto a validarse como significativo para él.
- ¿Es imprescindible que el niño sufra? El cambio es una hecho real, el proceso debe ser lo menos agresivo para la mente infantil. Habrá niños que en tan solo unos días y con las buenas prácticas de los educadores y padres lo consigan y habrá otros que no. Estos niños son los que más nos necesitan. Habrá que interpretar su llanto como expresión de temor, aceptarlo y tomar las medidas para que puedan superarlo. Ni jornadas enteras, ni jornadas de hora y media, si estamos llevando a cabo la adaptación, será la jornada que se acople a su necesidad para evitar el sufrimiento y darle el margen necesario hasta que perciba las cualidades positivas del nuevo entorno: satisfacción de necesidades básicas, sentirse protegido de peligros reales, encontrar afecto y aprecio… conectar. El vínculo con su educador devolverá al niño la tranquilidad.
- La atmósfera de la adaptación no nos puede impedir “ver el todo”. Descéntrate, ten mirada larga, piensa en los objetivos del destino educativo. Te dará aliento para superar este proceso. Piensa en positivo, sin duda más rentable.
- Pon en alza los éxitos, cuida el lenguaje, evita palabras como “no, nunca, otra vez»… !De la comunicación que bloquea a la que fomenta la conexión!
Los niños van a vivir miles de impresiones que les hablarán de sí mismos, de los que le rodean, de su mundo… los mensajes posteriores se apoyarán en ellos, y eso lo transforma en elementos capaces de almacenar fuerzas tremendas… Corkille Briggs. Me atrevo a añadir: para vivir de la mejor manera posible.
Y nunca está todo dicho. Este proceso es decisivo, tu opinión es valiosa, cuéntanos tu experiencia, nos enriquece a todos…
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