
Son tantas las necesidades infantiles que son muchas las cosas que hacemos para satisfacerlas. De un tiempo a esta parte, ampliamente, he escrito sobre los métodos que utilizamos para ¿conectar con los niños?
Pienso que por muchas letras que junte y palabras que arme, entrar en el mundo de la infancia es un viaje tan complejo que siempre me queda la impresión de que no acabamos de lograrlo.
Así iba a empezar este artículo y algo me impulsó a abandonar lo que sin duda no tardaré en retomar. Hoy, me lo vais a permitir, dejo de lado las cuerdas que hay que tocar en el instrumento para que suene la melodía de la conexión y me abandono a otros dictados del corazón. Sí, seguro que es por el efecto de estas fechas, qué más da. No necesito buscar razones.
Solo sé que quiero escribir la palabra AMOR.
Llevo leyendo, devorando en la medida que me deja el poco tiempo que poseo, todo lo que cae en mis manos. Lecturas que quiero que me sirvan, lecturas en las que deseo sumergirme solo si pasan «el filtro», si dan soporte a lo que busco.
¿Qué busco? La caza del tesoro humano
Lo que tiene la fuerza de configurar nuestras vidas e influye en el comportamiento.
¡Dar vueltas a estrategias, a herramientas! Innumerables técnicas proporcionadas y muchas expectativas truncadas.
Disipar creencias, reemplazarlas por otras nuevas. La fórmula ¡ay! Me queda la duda ¿supone placebo en educación?
¿Palos de ciego? ¿ Qué nombre le pondrían los niños a los manuales, a las lecturas de mesilla de noche, que usamos para intentar relacionarnos con ellos?
Nos ocupamos en esta tarea de hacer planes para aplicar a los pequeños y sentimos cierto alivio. Sin embargo el recetario no siempre funciona ¿qué falla? El elemento central, el alma de la educación.

Fantasía y realidad
En los talleres invito a pensar en nuestras raíces como educadores, rescatar la fantasía, el motor que nos impulsó a pensar «una manera» de relacionarnos con los pequeños. Quién no soñó ser esa madre, ese maestro… casi perfecto.
Luego llega la realidad y con ella los retos.
Compaginar intensidad y calma, esto es la infancia en general. Somos la llave para la satisfacción de necesidades permanentes, y “el cómo” administres ese poder sobre su bienestar, deviene en arte, moviendo los hilos adecuados.
Después de tanta vida de escuela, después de tanta compañía de infancia, sé que la argamasa, sin duda, es el amor.
¿Y si fuera yo?
Para ayudar a los padres y cuidadores a recordar lo que es ser pequeño en un mundo muy grande invito también a echar la vista todavía más atrás, pensar en nuestra infancia, en los adultos que nos rodearon, en lo que hacían, en lo que supuso para nosotros un bagaje doloroso o amoroso. Ayuda revisar lo que sentimos como extremo perceptor.
¿Qué le agregarías a tu vida de educador, qué modificarías?
Podemos aprender del pasado y hacer cambios, o podemos repetir ciegamente el pasado porque no aprendemos de él.
Lo que los niños van a saber del mundo es a través de lo que absorben de los otros, los que cuidan. Si ese otro es alguien comprometido con el amor reciben, sin duda, el inmenso valor en el trato humano, la fuerza generativa más grandiosa, que es poder beneficiarse de los efectos de la ternura.
Sentir, reconocer que otra persona pueda entender, tolerar tu dolor. Contar con un prójimo que tenga interés por los demás (Adler).
Cuando educamos desde un lugar de control y miedo en vez de hacerlo desde un lugar de amor y compasión el viaje de la crianza se convierte en forzar un vínculo seguro que no es tal.
La familia como agente protagonista
Cuando me preguntan qué hacemos en nuestra escuela para #CuidarInfancia, antes respondía como un resorte y les daba vida nombrando a esos grandísimos pioneros de la búsqueda de relaciones más humanizadas. Me ponía el traje de la sabiduría de los que han tenido voz (no el impacto que hubiera hecho falta) en educación.
Ahora, tardo, casi tomo asiento y luego digo, trabajamos para que los niños se sientan bien, en familia.
Una familia grande, en la que nadie crea que es el único al que le salen al encuentro las rabietas, ni las negativas de los pequeños, ni los desafíos. Y que cuando se sienta inseguro y temeroso por no estar haciendo lo correcto encuentre refugio al malestar.
Porque cuando esto nos pasa, sabemos que somos una comunidad trabajando, agarrados al mástil más fuerte, el afecto en educación.

Contando historias para entender el mundo
Hubo un tiempo en el que apareció una señal inequívoca promotora de evolución en nuestro proyecto, escuela enREDada, fue Amigo Árbol. Se convirtió en el hilo conductor del tiempo que la escuela estima «asuntos propios de los niños». Aparentemente es un tronco leñoso que se va llenando de vida con el trabajo de todos.
Contamos historias de calle a nuestros alumnos, se ponen en marcha en la calle, las reconstruimos en la escuela. Vamos sin guión preestablecido a entornos de la ciudad, lo que nos vale es lo que el medio provoca en los niños. Mientras, nosotras, atentas a la expresión de sorpresa y asombro, recogemos intereses en los que enlazaremos el proceso de enseñanza aprendizaje.
Contamos historias que se nutren de los matices de la vida real y alentamos la resonancia en el complejo mundo psíquico de nuestros alumnos.
Dejar abierto el programa de “la salida” a lo que suscite el roce de los niños con la naturaleza dota al proyecto de la flexibilidad necesaria para adaptarse a las necesidades infantiles. Deja el proyecto abierto a emociones merecedoras de todo nuestro respeto, las que sienten los niños en conexión con ambientes potentes en educación, los reales.
Cada historia es casi simbiosis física, sensorial, emocional, social. Cada historia es un paso, un bálsamo para la natural inseguridad infantil ampliando vínculos y sintiendo el uso de habilidades personales.
Esta es nuestra responsabilidad y nuestro compromiso
Sabemos que nos relacionamos con organismos delicados, diseñados para recibir la impronta del afecto. La elocuencia de nuestro, su trabajo, está en el vídeo. La sencillez de las actividades y la riqueza de sus consecuencias, medidas fundamentalmente en alborozo y disfrute. Buen inicio de cualquier proceso en el que se requiera el alma de la educación, la ternura.
Confiando, por encima de temores e inseguridades, y con una incansable curiosidad, en la mejora en educación. Nuestro deseo es que revolucionemos las escuelas creando climas de aprendizaje en los que compartamos y nos compartan ternura.
¡Felices Fiestas estimado lector!
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