
Comenzaba este curso, como siempre, abriendo de par en par las puertas de la escuela a las familias. Es el estilo de este centro, tener como prioridad la comunicación. Lo que nos hace sentir que la logramos es ser la escuela en la que se participa con el corazón.
Sabemos que si es así, si el proceso fluye de mente a mente y especialmente de corazón a corazón, estamos «entrando en el mundo de los niños».
Con este artículo os invito también a los lectores a formar parte de este centro; nos gusta pensar que invertimos en relaciones amigables. Hoy escribo sobre nuestro gran marco de comunicación, la Disciplina Positiva.
Una historia para educadores
Una escuela enREDada en la Disciplina Positiva no es un listado de herramientas o de tips, como se dice ahora.
Tampoco es que el equipo haga un taller más. La información es necesaria. Si bien ¡ojalá fuera suficiente! ¡Sería una sanación poderosa y deseable! Pero no, es evidente que la acumulación de contenidos sin más no funciona cuando se trata de plantear un paradigma distinto en educación.
Formarse como educador de Disciplina Positiva se trata de una invitación a una revisión personal profunda; en base a qué sentimientos estamos educando y cómo afectan a la formación de las creencias de los alumnos.
La Disciplina Positiva es una metodología potencialmente muy efectiva, revolucionaria, que puede transformar las relaciones interpersonales. Lograrlo depende de que nos demos el permiso de evaluar y reconocer nuestra actitud ante el trato humano.

Fantasía y realidad
Si tienes pensado que formándote en Disciplina Positiva «controlarás» a tus alumnos, nada más alejado de la realidad; dale la vuelta al enunciado, invierte esfuerzo en controlar qué vas a hacer tú.
La fantasía sobre la crianza está ahí, en todo educador, cada cual tiene sus anhelos para los chicos; lo que la realidad hace con tu fantasía es lo que puede provocar miedos e ira en las escuelas.
¿La realidad que experimenta tu grupo está a la altura de tu fantasía?
Niños alegres, sin signos de estrés, que escuchan, colaboradores, implicados, queridos, cuidados…
La relación con la infancia puede poner a prueba la confianza, la que posees en tus propias habilidades para educar.
Nadie se levanta cada mañana deseando reaccionar ante el comportamiento de los niños; sin embargo, cuando llega el momento, el educador se queda a solas con el problema y la falta de estrategias. Y el adulto, que es para el niño la luz de sus ojos, se puede convertir en el problema.
Intentar recordar lo que es ser pequeño en un mundo muy, muy grande.

El sentimiento de inferioridad es consustancial a primera infancia. Todos los comportamientos surgen de un estado de estrés (satisfacer necesidades porque dependen de otros). Y entre el estrés y el comportamiento, una emoción primaria, temor o amor. Desde el temor, la reactividad (defenderse, atacar, huir o inhibirse).
Cuando el enfado del educador se cuela en las salas y olvida qué se siente al ser un niño, y cómo la diferencia de tamaño puede afectar pensamientos, emociones y comportamiento; cuando obviamos que «los comportamientos que nos parecen inadecuados» surgen de un estado de estrés infantil y nos echamos en brazos del control, es porque también nosotros nos sentimos amenazados y asustados.
Después del miedo, la furia
Si ante la natural inseguridad del infante el educador no muestra entendimiento sino que responde desde el miedo, las técnicas serán duras. Anclados en hemisferio derecho y sin oportunidades para integración con el izquierdo. Aparecerán la necesidad de corrección, la amenaza, el castigo, el premio… y esa sarta de prácticas que mejor no reproducir para no abrumarnos.
El miedo bloquea nuestras mejores decisiones, el miedo no deja pensar, el miedo impide al cerebro resolver «los asuntos» que serían oportunidades para modelar, enseñar, ejercitar, de manera apropiada.
Cambia el miedo por amor¿Qué necesitan los niños de nosotros?
Esta puede ser una historia acerca del compromiso y la perseverancia del equipo de cualquier escuela, también de cualquier progenitor, que quiera invertir esfuerzo en el aprendizaje para hacer cosas diferentes en pos de resultados distintos.
A la hora de poner en marcha Disciplina Positiva en la escuela, dos pilares:
- Una afirmación, los adultos tenemos mucho que ver en los problemas de conducta de los niños. Se trata de responsabilidad, no de culpa.
- Y, la pregunta, ¿qué necesitan los niños de nosotros?
Empezando por responder a la pregunta, atención, cuidado, seguridad, confianza, afecto, oportunidades, consuelo, calma, paciencia, modelado, alegría, enseñanzas… es decir, necesitan conectar porque si no lo logran sus necesidades no pueden ser cubiertas.
¿Y qué hacemos para dar satisfacción a estas necesidades?
Este es el gran foco en Disciplina Positiva ¡NOSOTROS!
Hacemos muchas cosas, muy efectivas, pones la lupa en las fortalezas y se revelan una tras otra; escuchas miradas, comunicas jugando, abrazas con todo el cuerpo, arropas, meces, sonríes, observas, mueres de amor por ellos…
Y hacemos otras cosas que «revisadas» pueden suponer una intervención muy alentadora de crecimiento.
La prioridad no es pensar qué tienen qué hacer los niños, es meditar qué puedes añadir a tu manera de sentir y pensar y qué tienes qué abandonar para poder comprender, conectar y ayudar.
Cuando hay que enseñar lo que no se sabe
Pues sí, cuando me preguntan, como entrenadora de Disciplina Positiva, qué hay que hacer en una escuela con los niños de cero a tres años para aplicarla, siempre respondo igual, eres tú, somos nosotros, los educadores los que debemos interiorizar esta filosofía y aprender poco a poco a modelarla, a ofrecerla, no imponerla; porque los niños nos miran, nos escuchan, nos sienten y nos repiten versionados por su interpretación. Somos su oportunidad de gimnasio, de ejercitación de lo que les funcionará para crecer como personas.
En sus zapatos:
Alrededor de la edad de un año, los niños entran en la fase del “yo lo hago”. Es el momento en el que empieza a desarrollar sentido de la autonomía, puede encontrar en ti reconocimiento y aliento o duda y culpa. De los dos a los 6 años se desarrolla «el sentido de iniciativa», ante él, de nuevo, calma y coraje o miedo y culpa.
Esto significa que es su “deber” en el plano del desarrollo, explorar y experimentar.
¿Puedes imaginar lo confuso que es para un niño ser castigado por algo que está programado para hacer? Se enfrentan con un dilema real (a nivel subconsciente): ¿obedezco a mi educador o a mi instinto biológico de desarrollar mi autonomía e iniciativa explorando y experimentando en mi mundo?
La intervención adecuada consiste en hacer los cambios precisos en el estilo educativo del adulto hacia el niño. Las soluciones llegan a través de actitudes y estrategias que el educador puede usar para mejorar el sentimiento de pertenencia e importancia de los infantes.
¿Cuáles son los mayores desafíos que te enfrentan cada día con los niños pequeños?
Vamos a la vida real:
- Tu pequeño de un año toca preciosos objetos que tú crees que no deben ser tocados y persiste, persiste.
- Dos años, está golpeando a su compañero.
- Tres años, lloriquea continuamente para que juegues con él y no deja que atiendas a otros.
- Cuatro años, se niega a comer verduras.
- … la lista puede ser apabullante 🙂

Lo importante no es acabar con el mal comportamiento de cualquier manera.
La búsqueda del tesoro
¿Te ayudaría pensar que lo que ves como mal comportamiento es tan solo una petición de ayuda? «No sé, no puedo, solo soy un niño y quiero pertenecer. Necesito saber que me tienes en cuenta, que soy significativo para ti, que soy cuidado, querido, apreciado, que soy necesario, que soy valioso…»
Si contara con la suficiente maduración cerebral la petición sonaría muy parecida a la que he formulado. Pero solo es un niño y no posee las mismas competencias que tú, por eso le haces tanta falta para poder convertir, en el gimnasio de la vida diaria, su potencialidad en capacidad.
Cierra los ojos, piensa en los niños cuando disfrutan, cuando duermen plácidamente, cuando abrazan, cuando juegan… ¿qué sientes? Ese es tu motor educador. Los sentimientos que están a la base de nuestras actuaciones son los que posibilitan que tus fantasías puedan hacerse realidad.
Los niños no son una amenaza. Nadie nos provoca, solo nos necesitan. Cambiemos miedo por amor.
¿Qué cosas podemos pensar y hacer para aumentar la comunicación y la comprensión?
- Actitud a trasladar, estar enamorado de esta nueva mirada sobre el trato humano.
- Mensaje a los niños ¡estoy de tu parte, no en tu contra!
- Los cimientos de la propuesta:
Conecta, conecta, conecta. Sin conexión no hay receptividad. No se trata de fórmulas magistrales, sí de gestos; mira a sus ojos, toca, escucha, mantén silencio que no sea siempre la tuya la última palabra. Informa, comprueba su comprensión, recuérdale cuántas veces ya lo logró, sé su memoria de fortalezas. Permite iniciativa, adora el error como oportunidad de aprendizaje ¿cómo se hace esto? Cuando no humillas, no etiquetas, no juzgas, cuando comprendes, cuando acompañas, cuando muestras alternativas, cuando ofreces tu aliento, cuando dejas claro que ante la equivocación tu amor sigue siendo incondicional.
Tu calma es su calma. Sí, sé que es difícil pues imagina para un niño de uno o dos años que no tienen ninguna herramienta para frenar el desborde emocional. Respira, no actúes mientras está operativo el cerebro primitivo, es mal consejero para resolver problemas educativos. Cuídate, un educador eficaz no tienen siempre la jarra de energía llena pero sí sabe que rellenarla es su deber. Pide ayuda cuando la situación se te va de las manos.
Deja de ordenar. También es difícil. Casi hay que volver a aprender a hablar. Pide, haz preguntas, da opciones limitadas y… sobre todo pon tus frases en positivo, en negativo el cerebro las entiende mal e invitan a luchas de poder ¿no te pasa a ti cuando te imponen algo? Jugar a imaginar. Anticipar información que sea clara. Centrarse en lo que sí puede hacer.
Capacita, suelta, involucra. Nunca se es demasiado pequeño, cada edad tiene que ofrecer oportunidades para el entrenamiento del poder personal. Si no se puede poner en práctica, los niños pueden acabar pensando que otros tienen que hacer todo por ellos. Imagínate dentro de unos años qué le habrá pasado a su responsabilidad.
¡No castigues a los niños! Generan reacciones de revancha, rebeldía, resentimiento, retraimiento y los niños no pueden apreciar cómo se resuelven los problemas sin violencia. No te quedes en el comportamiento, atiende el sentimiento que impulsó al niño.
Cuando no sepas qué hacer
Piensa ¿Y si fuera yo?
Para los padres: «¿Qué actividades o apoyo puedes agregar a tu vida? ¿Qué puedes quitar?
Para los educadores: «¿Cómo puedes agregar nuevos elementos a lo que haces? ¿Qué podrías dejar de hacer?
Nuestros propios recuerdos de la infancia pueden ser una valiosa puerta que nos conduce en el mundo de un niño.

Pues en este proceso estamos, intentando algo nuevo que funciona.
Una escuela de Infantil que quiere comunicar con el corazón y que trabaja, trabaja emocionada, trabaja disfrutando, trabaja con todo el cuerpo, con todos los sentidos. Esta parte, la de experimentar jugando a nosotras se nos da un poco mejor que la anterior 🙂
Nos gusta la compañía de Amigo Árbol, así se llama nuestro trabajo basado en proyectos.
Tiene estructura, tiene libertad. Dos buenos ingredientes para que siente bien. Llevamos muchos años con él, es un árbol que está dentro de la escuela, que se viste con lo que aprendemos fuera y lo que compartimos dentro. Que se nutre de todos nosotros y nos alimenta cada día en eso que nos hace falta sensaciones, ideas, imágenes, emociones… estamos ayudando a que se amueblen mentes.
Si deseáis saber cuál es su esquema solo tenéis que ver cualquiera de los artículos de este enlace .
No os canso más, os dejo con ellos, con los niños ¡qué mejor compañía!
Gracias por leernos.
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