Simple y feliz, una historia de Educación Infantil.
Desde hace unos pocos años mi tarea de educadora ha adquirido aún más la connotación de multitarea. Ya no es la escuela el único entorno, ando trotando caminos, impartiendo talleres de Disciplina Positiva porque soy entrenadora de esta filosofía. Entre tanto deambular, con el conocimiento de otras experiencias, de otras praxis profesionales, algo importante avanza en mis pensamientos, hay muchas, muchas variables que a la hora de considerar qué y cómo estamos trabajando la educación infantil, nos hacen creer que estamos cambiando. Y me asalta una duda, ¿quizás tan solo es una convicción superficial? Convencernos satisface la necesidad que como profesionales tenemos de hacer bien nuestra función. Y por supuesto que tiene toda la importancia que tomemos conciencia de que necesitamos fórmulas. También que este impulso de renovación educativa active otros planteamientos que manipulen los hilos de programaciones y métodos.
Sin embargo no puedo resistirme a la sospecha de que, o bien el oropel de materiales y medios, o bien toda esa jerga democrática traicionera sin un ápice de lo mismo en las prácticas, nos ciegan; y las suposiciones se suceden y se ligan a un mismo acontecimiento, no es tal, no hay tanto cambio o al menos de la envergadura, de la magnitud que debiera haberlo.
Cuidar la infancia es el reto y para ello no nos queda otra que modelar el respeto, la aceptación de la diferencia, la comprensión, la tolerancia, la resolución pacífica de los conflictos, el amor y el perdón.
Este sí sería el cambio, el de infantil y el de la sociedad.
Somos elementos esenciales en ese cambio en la mirada de descubrimiento que poseen nuestros alumnos. Lo que decidamos, los niños lo experimentarán y pasará a formar parte de sus vivencias positivas o negativas, no solo del presente sino que formará parte de las plantillas con las que tomarán decisiones en el futuro.
Demasiado importante para no tomar nota.
Con este estado de ánimo hemos empezado un curso. Una motivación muy clara, activar valoraciones positivas hacia el aprendizaje a través del bienestar infantil, esta es la máxima prioridad.
Construimos el plan, la escuela de lo sencillo.
Es lema en nuestro centro «perder el tiempo» en lo importante. Con cada conquista, en busca de la armonía, el esfuerzo invertido no tarda en dar frutos.
El proceso de adaptación es quizás el tramo del curso en el que la dedicación sensible es la decisión más sabia. Es el inicio de un gran proceso de cambio. Sabemos que de él depende toda la vinculación y los afectos presentes y futuros del niño hacia objetos, personas y entorno.
Empeñadas en la revisión de prioridades y que la elección de estas no desvirtúen, ni nos alejen de las finalidades, enfocamos las primeras semanas en una sola acción, facilitar.
Facilitar descubrimiento es la llave.
Facilitar exploraciones, toma de contacto ¿Quién soy yo, quién son mis compañeros, quién es mi educadora? ¿Cómo es mi escuela, cómo son mis juguetes, cómo son los espacios? ¿Cómo me siento? ¿Estoy bien atendido? Momentos mágicos con pócimas sencillas. Un marco de cartón y una cámara de fotos simulada, han servido para hacer concreto el objetivo, asegurar pertenencia. Marco en mano «tu voz, tu turno, queda garantizado», tu espacio, tu reconocimiento, es apreciado por cada miembro de un grupo que va a convivir, y trabajar junto, muchas experiencias fundamentales para tener un año casi perfecto para crecer.
Gestos amables, cordialidad en el trato, calidez en las relaciones. La confianza se construye a base de amor incondicional en la interacción.
Sin la percepción de entornos y relaciones amigables el cerebro infantil codifica mal la información. Objetivo, sentirse seguros ¿Cuántas veces, como educadores, la empatía con el malestar infantil, no forma parte de las relaciones cotidianas en el inicio de curso? Debería haber una gran señal, una alerta que nos hiciera parar y reflexionar, sin la pertenencia el niño no puede avanzar saludablemente.
No es opinión, es química cerebral.

Los niños pueden acumular multiplicidad de emociones al incorporarse a la escuela, vividas como una sola, temor. Partíamos de que estas emociones que nos predisponen para la huida, que nos invitan a alejarnos de lo que no deseamos, miedo y enfado por la separación de los progenitores, se pueden prolongar en el tiempo si no encuentran eco, caja de resonancia que insista con constancia en actividades en busca de la calma. Con ella construimos cercanía, orientación y afecto.
Buscando siempre la conexión.
Esta es la gran baza del educador consciente, ganarse a los niños para el aprendizaje; sin conexión los niños no aprenden bien.
Las rutinas y el trabajo con sentido son las otras grandes bazas para preparar el terreno. Si la primera nos ayuda a situarnos, a encontrar las secuencias, el ritmo de nuestro acción, la segunda abunda en el sentimiento de pertenencia e importancia infantil haciendo llegar al niño el mensaje de qué se espera de él en las actuaciones de la vida cotidiana en la escuela, qué recursos posee y lo necesaria que es su contribución para que todo funcione de manera eficaz y saludable.
Plantillas que nos ayudan a «los no lectores» dando visibilidad a los conceptos que son fundamento de la vida en la escuela. Toda la energía que se invierte en informar a los niños sobre lo que acontece, la agenda de actividades, las finalidades…son llave y conexiones con los procesos que deben llevar a cabo. Los niños pueden anticipar y prepararse para lo que se requiere de ellos. Son tenidos en cuenta y ellos, reconocidos, nos devuelven agradecimiento por preservar sus iniciativas y tomas de decisiones, por contar con oportunidades para sentirse útiles y necesitados, para ayudar y ser ayudado, para desarrollar habilidades y destrezas…

No hay jornada en la escuela que no cuente con:
- tiempo para el descubrimiento,
- con tiempo para «asuntos propios»,
- con tiempo para alimentar el vínculo.
En el tiempo de descubrimiento es el educador el que sugiere, el que guía, el que invita, el que provoca situaciones de aprendizaje.
En el tiempo de asuntos propios el educador, siempre presente y accesible, intenta no mediar, respeta la iniciativa infantil y observa los procesos que los alumnos ponen en funcionamiento a través de la interacción con los compañeros y con materiales no estructurados.
En el tiempo de vínculo, se habla, se conversa, se pone nombre, se toma conciencia de lo que sentimos, de lo que nos pasa, de lo que logramos y de lo que no. Dialogamos sobre la vida para aprender a vivir con nosotros mismos y en comunidad.
Y ahora sí, ya estamos listos para elaborar nuestro plan específico de trabajo.
Esta es la tercera edición de Amigo Ábol, trabajo por proyectos en Educación Infantil. No es una decisión caprichosa, es una decisión tomada a la luz de los aportes de la neurociencia sobre cómo aprenden los niños y qué estrategias optimizan atención, interés, motivación y aprendizaje.
Programar una salida es el punto de partida. El contacto con la realidad promueve experiencias que implican sensaciones, debidamente integradas darán lugar a imágenes y representaciones mentales de todo orden ¡Activando funciones mentales!
Esta vez ha sido el Parque del Retiro, buen entorno para conocer los efectos del otoño.
Vamos sin guión preestablecido, lo que cuenta es lo que el medio provoca en los niños. Mientras, nosotras, atentas a la expresión de sorpresa y asombro, recogemos intereses en los que luego, en la escuela, enlazaremos todo el recorrido del proceso de enseñanza aprendizaje.
Dejar abierto el programa de «la salida» a lo que suscite el contacto de los niños con la naturaleza dota al proyecto de toda la flexibilidad necesaria para adaptarse a las verdaderas características y necesidades infantiles.
No os cuento mucho más, arriba, en el vídeo se describe con la elocuencia de la imagen la sencillez de la actividad y la riqueza de sus consecuencias, medidas fundamentalmente en alborozo y disfrute. Buen inicio de cualquier proceso en el que se requiera receptividad.
Acción. Escuela laboratorio. Con el cuerpo, con la mente, con el corazón.
Ganándonos la motivación conectando con el lado derecho del cerebro. Cada jornada en la escuela cuenta con la necesidad de un cerebro integrado para ello horarios y actividades parten de lo que necesita la infancia:
- Sentirse seguros, comprendidos y cuidados como seres únicos.
- Necesitan que las actividades pongan en valor sus capacidades, solo así ganan confianza en sí mismos.
- Necesitan lectores de emociones que les ayuden a identificarlas y corregularlas. Sin atención al escaneado emocional las herramientas que seleccionemos pueden resultar pocos eficaces y los niños no aprenden bien.
- Necesitan pautas, guión de acción, que dote a su jornada del suficiente orden y estructura para desenvolverse apropiadamente consigo mismos y con los demás; y necesitan la suficiente libertad para estrenar su incipiente poder.
- Necesitan que las actividades se ajusten a su naturaleza y etapa evolutiva, ni déficit, ni sobre exigencia, ambos irrespetuosos e incapacitadores. Expectativas respetuosas.

Si los entornos respetuosos, si asegurar la conexión, si que el trabajo sea significativo para el niño, si las rutinas facilitan la orientación y la anticipación… en este trabajar el terreno del aprendizaje, el respetar las características individuales, así como apreciar las diferencias, siguen abundando en ese marco de desarrollo socio emocional que es una escuela para aprender a vivir.
Y para vivir aprendiendo desde la paz y para la paz es imprescindible dotar de sentido a las pautas de convivencia. No se trata de poner límites para anular iniciativas o cercar las posibilidades de los niños, se trata de crear normas para poder trabajar juntos respetándonos. Esto dicho así, a un niño de dos años le suena a chino y como es muy, muy importante que no le suene a chino, para que quiera y desee respetar las pautas, lo mejor es hacerlas atractivas, informadas, revisadas cuando no nos funcionen, ensalzadas cuando nos ayudan y nos invitan a crecer como personas.
Poner título a lo que deseamos ayuda a categorizar, deseamos que nuestras actuaciones nos ayuden a descubrir, a respetarnos, a divertirnos, a cuidar el entorno, a crecer. Seguiría siendo bonito pero ineficaz si además no invertimos tiempo en enseñar a los niños qué cosas se tienen que ver en la clase y qué cosas se tienen que escuchar para respetar nuestras normas. Entonces ya no es disparatado hablar a nuestros pequeños de respeto porque en nuestro ejemplo van a «ver cómo se hace el respeto y cómo se expresa el respeto», además de contar con múltiples opciones que irán aflorando cada jornada para figurar en nuestra plantilla de convivencia como imágenes propias o dibujos significativos.
De momento una plantilla que ahora tan solo está en la mera suposición, a medida que la estrenemos y vayamos viviéndola, nos irá contando de su eficacia, de si nos sirve, de si necesita ser modificada porque no hayamos acertado y necesitemos mejoras o bien porque, como es natural crezcamos y precisemos otro guión de acción.
Junto a las pautas, que no falte, tenemos un buen manojo de soluciones para resolver conflictos. Las emociones son inexcusables, son la primera valoración que hace la mente de la información externa o interna, de lo que es importante para mi. Y a veces nos juegan malas pasadas, nos embotan, nos desbordan. Con tan solo un año y dos, no hay maduración de frenos cerebrales. Contar con el apoyo de herramientas externas conlleva conocimiento de alternativas, conocimiento de las sensaciones que provocan en busca del bienestar y la calma para poder actuar mejor. Sí, ya sé que muchos diréis que no hay conciencia de por qué se hace, no importa, hay conciencia de que sienta bien y si se practican con regularidad los niños van creando redes neuronales fuertes que un día serán habilidades de autorregulación frente a la adversidad y los conflictos. Emociona T, se trabaja a lo largo de todas y cada una de las relaciones que entablamos en la escuela. No intenta influir en los niños en momentos puntuales sino crear atmósferas dónde la identificación de las emociones y su tratamiento sea algo natural y habitual. Para cada emoción primaria aplicamos herramientas lúdicas que llegan a los niños con suma facilidad. Con la constancia, el modelado adulto, los niños tienen la oportunidad de aprender la importancia de calmarse para poder tomar decisiones adecuadas.
Esto dicho así que nadie lo interprete como magia, no es de un día para otro; es una labor de muchos años pero es imprescindible que los educadores de infantil tomemos conciencia de que en los tres primeros años de la vida se establecen las bases de las estructuras de autorregulación emocional.


Y en este clima de aprendizaje es dónde los niños han contado con experiencias múltiples y sugerentes para conocer uno de sus primeros otoños. Con el sabor del Retiro en los labios, con el tacto de las hojas del patio de la escuela, con el sonido crujiente y estremecido de los frutos secos, con el color nunca más dorado de un otoño muy cálido, han dado vida a un gran aliado este curso, nuestro querido Amigo Árbol. Alma de cartón, base sólida. Y entre sus ramas, colgando, el buen hacer de las manos artesanas de un grupo de creativos sin par, nuestros chicos y chicas, avezados en el arte de imaginar.
Si las manos fueron instrumento no se quedó atrás la escucha, en tan corto espacio de tiempo las canciones, las retahílas, los poemas, ya forman parte del sonido ambiente de la escuela.
¿Y cómo no? Los cuentos, queridos cuentos. Son nuestro eje y soporte, lo sabemos, van directos a la mente y al corazón infantil.
Las familias de la escuela son una parte relevante de nuestra comunidad, cada miembro es necesario y sus aportaciones son valiosas. La diferencia de perspectivas en nuestro centro no es barrera, es riqueza. Belén, con voz de seda, la mamá de Jorge, nos compartió la narración de «Las tres hojas de otoño». Estados mentales, respuestas corporales, apuntando a la felicidad.
Echando mano también a ese gran armario de almacenaje que hemos ido llenado a lo largo de años, Glogster. Recursos propios y compartidos por otros compañeros, públicos y a disposición de todos ¡dando valor a la cooperación en educación!
Control de datos de «simple y feliz, una historia de Educación Infantil»
Lo que es útil o no, lo que es adecuado o no, lo que es acertado o no… cada educador debe llenar su propia caja de herramientas en función de lo que les funciona sus niños, lo que le sirve a la comunidad.
Somos educadoras de Infantil comprometidas con su tarea importante y deseosas de hacerlo lo mejor posible para nuestros niños.
Los datos deben dar respuesta a dos preguntas:
Con la propuesta educativa ¿ayudo a los niños a desarrollarse integralmente?
Con las relaciones y actuaciones ¿permito que aflore lo mejor de cada niño?
Este no es un plan de dos días, como decíamos, es un plan para vivir en la escuela, pensado para ser eficaz a largo plazo.
Ojalá sea una sencilla y feliz historia de Educación Infantil para todos nuestros chicos.
Agradecida por vuestra lectura y comentarios.
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