Los días 17 y 18 de abril, primer taller de Disciplina Positiva en el aula en Madrid.
¿Y qué hace una maestra de escuela organizando talleres para profesores? Pues sí, buena pregunta. Como sabéis muchos de los que nos leéis hubo un momento de inflexión en nuestra trayectoria profesional en el que pusimos todo patas arriba, la queja sempiterna no es nuestro estilo y a pesar de todos los avatares de una coyuntura social que cuando menos es desalentadora, quisimos creer que podíamos emprender cambios importantes, tanto, que rompían con los automatismos diarios y hubo que esforzarse sobremanera para «aprender a ser y actuar» conforme a lo que habíamos decidido. Porque mientras crees que lo que haces está bien no hay problema, tu sentido ético está en balsa de aceite, pero en cuanto tomas conciencia de que se puede hacer mejor, empieza el duermevela, todo el tiempo que discurra sin dar pasos en esa dirección te lleva a la conclusión de que no respondes cómo debieras a tu responsabilidad.
Una vez que la encrucijada dejó de serlo y tuvimos claro el horizonte no tardamos en darnos cuenta de que el proceso iba a ser motivador porque se abría un mundo de exploración y descubrimiento. Otra manera de educar, otra manera de interaccionar con la infancia. Tampoco tardamos en darnos cuenta de que esto implicaba nada más y nada menos que un revulsivo de sentimientos, pensamientos y acciones. Sí, abrir el baúl de conceptos y estrategias profesionales aferrado en la memoria, ya sabéis, esos que no se tocan porque es lo que siempre se ha hecho y revisarlo da pereza, gastas energía o incluso puede asaltarte el malestar.
No obstante nos zambullimos de lleno, de cabeza, hasta el fondo mientras los brazos hacían aspavientos con ritmo desenfrenado. Sacar y arrojar sin volver la vista atrás. Me funcionaste pero hoy ya no sirves. Sin compasión, con frenesí. Herramientas que nos alejan de todo eso que supone la esencia de la vida de un maestro no iban a escribir una sola página más en nuestra historia.

Y a eso nos hemos dedicado todo este tiempo a construir #escuelaenREdada.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de cómo la escuela democrática está presente en el lenguaje pero está muy aquejada de falta de evidencias en la implantación en las actitudes. Os puedo asegurar que este no está siendo nuestro caso, si Escuela enREdada es un laboratorio de experimentación en todos los órdenes, las primeras en someternos al trazado de nuevas autopistas cerebrales somos nosotras, las educadoras. En la agenda vital diaria, una prioridad ¡necesidad de aprender!
Más pronto que tarde, hemos ido recableando nuestro cerebro, atrás quedaron las sinapsis neuronales que invitaban a usar el control y la modificación inmediata de conductas. Atrás quedaron los premios y las recompensas que cercenan la iniciativa personal y hacen a los niños dependientes del adulto y a la larga, en adultos manipulables. Atrás quedaron las etiquetas, la crítica no respetuosa, y cualquier herramienta educativa que huela a amenaza, humillación o instale en el corazón del niño la vergüenza. Eso, todo, no nos sirve.
Estamos incluso, aprendiendo a hablar otra lengua. La orden, la descalificación, el No perpetuo, la recriminación por el error, nos empiezan a dañar el oído. Sabemos que dejan arrugas en el corazón de los niños. Nos gustan las preguntas abiertas, las opciones, el silencio que supone escucha, el verbo alentador.
Hace ya casi cuatro años, cuando aún no conocía esta filosofía en la que se basa el taller, la Disciplina Positiva, emprendimos esta aventura arriesgada, cargada de ilusión y también de urgencia. Necesidad de sosegar la conciencia cuando la consciencia se hizo patente.
¿Cuántas veces los docentes tenemos en cuenta cuáles son las genuinas causas del comportamiento infantil? No tenemos tiempo, no tenemos ganas, no tenemos conocimientos… yo que sé, mil justificaciones. Rellenamos programaciones, cumplimos objetivos, hacemos actividades, agendas completas, sin aire para respirar. Trabajamos mucho sí ¿Pero realmente tenemos en cuenta al niño? ¿Y si lo tenemos en cuenta es para respetar sus sentimientos y ayudarle a manejarlos o tan solo nos interesa que sea el niño que queremos que sea en ese momento?
«Los niños llegan a sus propias conclusiones a fuerza de observar a los que le rodean y acumulando experiencias acerca de ellos. Las actitudes y convicciones que adquiera formarán la base de su propio estilo de vida» R. Dreikurs.
Si somos agentes de desarrollo socio emocional, porque lo somos queramos o no, habrá que tomar conciencia de cómo estamos empleando las habilidades educativas que facilitan este desarrollo ¿cómo podrá un chiquillo aprender a ser tolerante si nosotros, sus maestros, no se lo mostramos? ¿cómo podrá aprender a ser comprensivo si ante los conflictos observa ira, agresividad y ausencia de escucha? ¿Entornos de aprendizaje o entornos desmotivantes? Hay demasiados chicos en las aulas que no logran su espacio de pertenencia, abocados a comportamientos inadecuados y conflictos sin fin. Hay demasiado docente con falta de aliento ¿son los niños difíciles o los hacemos? Aún hay demasiado castigo, aún hay demasiada impotencia en el sentir adulto que se traslada en usos y abusos nefastos en el aula. No leáis culpa, sí me gustaría que se leyera responsabilidad. Porque somos responsables de la calidad de vida de las personas que tenemos cada día en el aula.
Reitero lo escrito en aquel artículo para presentar el taller de Barcelona ,»mi interés no es recompensar o quitar valor a lo que cada uno de nosotros hacemos como educadores. Eso sería mirar al pasado. La finalidad es la reflexión sobre ese tema importante que nos traemos muchos entre manos, la educación, y en la medida que esté a nuestro alcance, ayudarnos unos a otros para “ganarnos a los chicos». Mirar al futuro.
Tan solo hay que abrirse al valor del aprendizaje en educación. A educar se aprende.
Los niños necesitan toda nuestra ayuda pero también los docentes la necesitamos para ganarnos a los niños.
Por eso estoy impartiendo talleres porque creo que mostrar nuestra experiencia, lo que llevamos aprendido hasta ahora, puede ser útil a otros que como nosotras quieren renovar su baúl de habilidades.
El inicio, el primer paso en la hoja de ruta de este taller, ser conscientes de que lo que vivimos como educandos en nuestra infancia son mapas mentales, lo que nuestro cerebro elaboró como generalización para dar respuestas al mundo, son filtros que condicionan la manera en la que actuamos y tomamos decisiones, el estilo de docencia que practicamos. Una vez que asumes que comprenderte a ti mismo te descubre cuál es la lente con la que ves a las personas, sus intenciones, sus actitudes… crece el deseo por saber más, por encontrar respuestas ¿Está bien cuidada la infancia? ¿Hay que asegurarse de haber invertido esfuerzo en poner orden en nuestra propia experiencia vital como educadores para poder guiar de manera adecuada a las nuevas generaciones?
Para educar hay que estar formado. No en lo académico, claro, eso es de dominio público (?), hay que tener consciencia de tu componente humano, emocional, social ¿Qué piensas, lo ves necesario? Los gestos, las palabras, las miradas, la entonación, los silencios… ¿son mensaje en educación? Comunicación efectiva ¿de qué otra manera podemos llegar al alumno?
No es fácil. Ser buen docente no es fácil. Tener lo suficientemente claro lo indispensable y lo suficientemente dudoso todo lo que nos aleja de las verdaderas prioridades. Tener nervio para que cada situación sea oportunidad placentera y permita aprender, tener la suficiente calma para que cada situación deje de ser desierto emocional, tener la sabiduría para que cada situación dé lugar a vinculación con un montón de corazones que te deben sentir amigable.
Al fin, ser maestro no es sencillo pero hay pocos profesionales que tengan tanta potencialidad de cambio en sus manos. La exigencia debe ir en consonancia.
Al menos intentarlo, porque no se trata de lo que hacemos como docentes, cuando hablamos de educación, hablamos de quiénes somos con los niños y las posibilidades que creamos para que ellos puedan ser.
Por todo ello, porque hay que seguir aprendiendo, de nuevo Escuela Gran Vía se convierte en escenario de investigación sobre un programa, Disciplina Positiva; que invita a desarrollar relaciones más cariñosas y comprensivas con nuestros alumnos. Si nos quieres acompañar escribe a la dirección de correo que figura en la imagen, o bien, si mis discursos tantas veces apasionados no te aturden, lee este blog, seguiremos compartiendo nuestra aventura de aprendizaje.
Hay otra manera de educar incorporando a los niños a las tareas de su comunidad, aprovechando sus cualidades y también sus defectos, inspirando optimismo creador en los educadores para transferirlo, provechosamente, a los niños, en miras a la consecución de un mundo mejor. Rudolf Dreikurs
Existen puentes que nos acercan a los chicos. ¿Nos acompañas?
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