
Desde que he leído la Guía «Trastornos del comportamiento en niños y adolescentes. Guía para padres» no puedo recuperarme de la zozobra.
Sangran los ojos cuando en esta guía se leen párrafos como estos:
- No acunes ni mezas a tu bebé para ir a dormir.
- No le duermas en brazos.
- No interpretes el despertar de tu bebé como hambre, sed o miedo.
- Si se despierta no le cojas ni le des de comer, se acostumbrará a ello.
- Para muchos niños dormir es una pérdida de tiempo, se niegan o se inventan
necesidades y te llama, no cedas, si lo haces le estás enseñando malos hábitos. - Algunos niños hablan, lloriquean o hacen ruido mientras duermen. No le despiertes, no entres en su habitación.
- Si al llevarle a su cama llora desesperadamente cada noche, déjale en su cuna o
cama y sal del cuarto. No entres en la habitación, es teatro, espera al menos cinco
minutos. Si al entrar se calla, no le cojas ni le hables, sal diciendo “ahora a dormir”. - Si se despierta cada noche y te reclama para que le duermas, déjale llorar 30
minutos. Después entra para comprobar que está bien, algunos vomitan del
enfado. No le hables, no le cojas, sal de la habitación y dices “ahora a dormir”.
Así durante tres periodos de media hora. Antes del tercer día tu hijo no te
reclamará, habrá aprendido a dormir sin tu ayuda.
Es preclaro que los adultos hacemos muchas cosas que sientan bien a los niños y niñas; desde hace no tanto tiempo, también sabemos que hay muchas otras que no solo hay que descartar, hay que desterrar de la vida de los pequeños porque no humanizan sino que perpetúan los problemas de interacción en los que cada día estamos instalados, humillación, violencia, chantajes, castigos, prejuicios, etiquetas…
Aprender del pasado, atreverse a no repetirlo ciegamente implica información, intencionalidad, compromiso y mucho coraje. Sin embargo, no queda otra ¿es tu decisión educar?
En la década que yo nací (1960) se tipifican en España, por primera vez, como «maltrato» prácticas «educativas» que estaban normalizadas en todos o casi todos los hogares y por ende en la sociedad. Sí, del hogar provienen tanto las actuaciones adaptativas, saludables, como las que lastran y la debilitan.
Quiero decir que, con mis 59 años, he tenido mucho margen para informarme sobre lo que sí es saludable para la infancia y lo que no, he tenido margen para aprender otras habilidades más humanizadas. Seguro que a un médico no le consentirías que te operara con la praxis del siglo XIX, un educador tampoco debería influir desde actitudes y estrategias que está demostrado, sientan muy mal a la construcción personal.
La inercia de la costumbre nos da confort pero estanca…
Afortunadamente en este proceso de aprendizaje he bebido de muchas fuentes y me he nutrido de las fortalezas de muchas personas de mi entorno que también tienen esta hoja de ruta a la hora de educar.
En este sentido, hoy, son muchos los esfuerzos que se están haciendo para no seguir interaccionando con infancia en «automático», con praxis pretéritas. Esta consciencia no es fácil para el adulto porque muchas veces se vuelve contra él ¿qué he hecho y cómo lo he hecho? Si el proceso de consciencia se aborda desde una actitud de responsabilidad y no de culpa se abre un panorama esperanzador no solo para esa persona sino para su núcleo familiar, sus allegados, la sociedad y por qué no, para la humanidad.
El camino del cambio está lleno de barreras que a veces se levantan como muros, los que están dentro de ti mismo y los que te encuentras en lo preestablecido, las presiones sociales. En esta travesía que tanto esfuerzo de autoconocimiento y transformación personal lo que menos te esperas, lo que resulta desolador, es que desde un ámbito de profesionales de la salud que tanto hacen por el bienestar de los niños se haya publicado esta guía que se aferra a conceptos que hoy, no ya el sentido común, sino la evidencia científica dejan bien claro que no son los adecuados para el bienestar infantil.
Lo que se lee en esta guía es maltrato infantil.
Lo digo yo que soy persona, madre, maestra, psicóloga y neurosicoeducadora; y lo dice la neurociencia.
¿Cómo les gustaría ser descritos a los niños y niñas?
La infancia se da tan por sentada que apenas reparamos en ella. Se reproducen recetas y se nos «pierden los niños de vista». Las estrategias que no atienden a naturaleza infantil carecen de funcionalidad y sin embargo pueden resultar devastadoras.
Y esto es gravísimo. Va siendo hora de dejar de lado «la comprensión del déficit adulto que abandona a los niños a la suerte de ser diana y agentes pasivos de mil insensateces carentes de sentido».
- Por un lado, niños niñas pequeños son aprendizaje en estado puro. Gozan de una maquinaria potente, un hemisferio derecho cerebral que mezcla como lo hará el mejor alquimista, emoción e imaginación. Sin cortapisas de los frenos de la corteza prefrontal, la infancia no está cercada por este poder inhibitorio.
- Por otro lado, los humanos no nacemos sabiendo autorregularnos, el proceso está íntimamente relacionado con la manera en la que los niños logran los apegos ¡Señores y señoras adultos, NO ES QUE NO QUIERAN, ES QUE NO PUEDEN AUTORREGULAR SUS EMOCIONES!
Este kit de supervivencia basado en la curiosidad es fundamental porque niños y niñas necesitan saber cómo se sobrevive en el mundo. El problema estriba en que…
Para poder usar el «kit» precisan inexorablemente «sentirse a salvo».
Dependen de manera excepcional de que otros congéneres hagan lo que deben hacer para poder explorar e imaginar y dependen mucho tiempo porque aprender a vivir como ser humano lleva mucho tiempo.
Dejar de lado la reactividad para poder entender la desesperación infantil cuando los niños se ven abrumados por la tormentas emocionales, es la vía para que «puedan ser».
Adler lo tuvo claro, Son BUSCADORES DE SEGURIDAD y por ello necesitan CONEXIÓN.
Conexión con congéneres que comprendan la naturaleza infantil. Educadores conectados y empáticos. Educadores que sean capaces de digerir su propia vida para compartirla, educadores que sean capaces de masticar la ansiedad infantil para devolverla en formato que les permita crecer y desarrollarse.
Los pequeños precisan lectores de vida.
Un lector de vida en primera infancia no es alguien que utiliza el lenguaje de la palabra, sino el de los actos, los gestos, las señales de un cuerpo que acoge, que arropa, que sostiene.
Su ser social está pendiente de la empatía que logre.
Ser visto, ser comprendido, ser sentido.
Y ¿cómo puede saber un bebé que está siendo visto, comprendido y sentido?
Su cerebro viene preparado para el chequeo de la conexión.
Necesitan hacer «checking» de que están siendo vistos porque es sinónimo de oportunidad de comer, descansar, ser atendido, cuidado, querido… Pero no solo necesitan sentirse visto, precisan adultos disponibles y por encima de todo sintonizados con su necesidad. Si no me ves, adulto, si no me entiendes, si no sabes qué necesito ¿qué va a ser de mi? No tengo recursos para sobrevivir.
Este mensaje para el cerebro infantil es abrumador porque se puede traducir en amenaza mortal. No tienen desarrolladas las funciones superiores cerebrales y sin embargo es poderoso su cerebro primitivo. Este no entiende de discursos, sí de placer o displacer. Prosupervivencia o en contra de la supervivencia.
¡Soy un niño, estoy solo, no tengo recursos y tampoco nadie que me ampare!
Les puedo asegurar que los niños y niñas no vienen al mundo predispuestos para el suicidio. Lloran ante la soledad y la incertidumbre que les provoca ¡Hacen lo que tienen que hacer, entre otras razones porque es su manera de comunicar! No están siendo desafiantes, ni quieren ir en tu contra adulto, están haciendo todo lo que pueden para SOBREVIVIR.
Cogerlos en brazos, acunarlos, estrecharlos… para su ansiedad, conforta y hacerlo no es opcional, es ineludible para que el cerebro infantil pueda recuperar sus parámetros de equilibrio y tranquilidad.
Lo que da lugar a dependencia, en muchos casos para la vida, es no poder conectar con el adulto, no sentirse sentido. Un niño que no conecta es un niño que no se puede separar y tendrá dificultades en su proceso de individualización.
Precisan un cuerpo adulto, a poder ser el de su madre, en una simbiosis casi perfecta. Si es así, hay oportunidad de satisfacción de la necesidad y con ella regulación y armonía en su organismo. Cuando esto no sucede, hay hipo o hiperregulación para intentar recuperar la homeostasis.
Esta regulación diádica implica procesamiento de información no verbal. No cuentan con cerebros que procesen palabras, sí imágenes y sensaciones que serán interiorizadas en memorias implícitas prosupervivencia o amenaza para la misma. El almacenaje se hace de manera inconsciente, no intencional involuntaria pero muy sólida porque se están conformando los circuitos más importantes para la regulación afectiva.
Si se repiten lo suficiente estas experiencias de regulación diádica se interiorizan neurológicamente y se va transformando en procesos automáticos y psicobiológicos y en movimientos relacionales mediante los cuales el niño va creando sus propios recursos de autorregulación.
Si hay sintonía, es decir resonancia afectiva, los afectos están regulados y son placenteros y vigorizantes.
Las primeras experiencias de vida tienen tan alto impacto en la arquitectura del cerebro en desarrollo que pueden determinar si el cerebro de un niño tendrá cimientos fuertes o débiles para la salud, el comportamiento y el aprendizaje futuro o por el contrario pueden incluso a dar lugar a trastornos de vínculo reactivo.
Las razones biológicas
Ellos y ellas, la armonía, no la logran solos, dependen de un cerebro que haga de amortiguador externo «estoy aquí, te veo, te entiendo y pongo las soluciones para ser refugio a tu malestar».
Las estructuras que componen el sistema primario de regulación del afecto son:
Sistema Límbico, sistema nervioso autónomo, eje hipotalámico/hipofisario/adrenal.
Tronco: media entre los sistemas involuntarios motor y sensorial, así como entre las necesidades fisiológicas y los impulsos. Completamente desarrollado en el nacimiento.
Sistema límbico, experimenta un repentino crecimiento después del nacimiento sujeto a entornos y cuidados (inervación y mielinización) Se desarrolla en interacción con las actividades de regulación del afecto del cuidador. Comprende estructuras corticales como subcorticales, sus funciones más primitivas son anotómicamente más bajas y se desarrollan más temprano. Las funciones de orden superior son las responsables de inhibir las estructuras más primitivas. El período crítico para su conformación que no desarrollo pleno es entre los diez y los dieciocho meses.
El sistema límbico para regular el afecto procesa información fisioemocional que proviene del cuerpo (hambre, sed, cansancio, dolor, malestar…) y la información socio emocional que proviene de los demás (tu cara, tus gestos, tu entonación, tu contacto, tus cuidados…) ¡No procesa palabras! ¡Insisto! Evalúa imágenes, sonidos, movimientos…
Antes la necesidad, el cerebro infantil activa un mecanismo de alerta y activación que envíe el mensaje al adulto ¡preciso ser atendido de esta amenaza!
Tenemos dos sistemas defensivos, el simpático, lucha/huida y el de inmovilización, en el sistema de bloqueo interviene también el nervio vago que inhibe al simpático lo suficiente como para que los comportamientos de conexión social puedan mantenerse ¡No hay tal peligro, la cara de mi adulto protector, su cuerpo, sus señales, llevan el mensaje de tranquilidad a mi corazón! ¡Integración CARA/CORAZÓN!
El nervio vago es el nervio principal del sistema nervioso simpático, nace en el cerebro y comunica directamente con el corazón y otros órganos viscerales.
Tiene una función bidireccional envía señales del cerebro a los órganos viscerales y al revés.
Regula los músculos faciales (ingestión, auditivos y los de conexión con el prójimo), el segundo nervio vago discurre por debajo del diafragma ¡Difícil que el nervio vago mande este mensaje que tranquiliza a su corazón desde una cara a tres metros o una cara que no se puede ver!
Los vómitos de la soledad de un bebé, así como la defecación, es el funcionamiento de su organismo tras la intervención del sistema vagal ante el desafío de la ansiedad y la amenaza.
Por favor, de una vez por todas, abandonen excusas para su falta de recursos para gestionar ansiedad infantil y tal vez puedan avanzar si se dedican a informarse y aprender destrezas de acogimiento y sostén.
Porque los mamíferos necesitamos de los otros para regular los estados corporales y sobrevivir ¡Adultos presentes, adultos conectados!
¡Si estás, lector de vida, si me acompañas, no hay nada que temer!
La seguridad no equivale a ausencia de amenaza, sentirse seguro depende de indicios del entorno y las relaciones, que inhiban activamente los circuitos de defensa y fomenten la salud y los sentimientos de afecto y confianza.
Los circuitos neuronales que favorecen el comportamiento social y la regulación emocional solo están disponibles cuando el sistema nervioso considera seguro el entorno. Sentirse a salvo depende del estado autónomo y que los indicios de seguridad ayudan a apaciguar al sistema nervioso autónomo. Aunque creamos que las decisiones están basadas en datos cognitivos nos movemos por indicios determinados por el entorno ¡Detección sin consciencia!
Una vez el adulto, el cerebro de amortiguación externa, envía este mensaje de soporte al niño, recupera el equilibrio, cesa el flujo de adrenalina y cortisol.
Cuando los niños pequeños no lo consiguen su mecanismo de estrés que se ha activado ante la amenaza que supone sentirse inseguro, desamparado, no puede parar. Un bebé no posee poder inhibitorio del estrés ¡se queda abandonado a su suerte, hasta rendirse! Y solo cuando el organismo se queda sin fuerzas, cesa (aparentemente, porque el niño duerme en estado de hiperregulación, en estado de hipervigilancia).
Sin supervisón, sin conexión, sin amparo ¡hay negligencia!
Las primeras experiencias de vida tienen tan alto impacto en la arquitectura del cerebro en desarrollo que pueden determinar si el cerebro de un niño tendrá cimiento fuertes o débiles para la salud, el comportamiento y el aprendizaje futuro.
Y parece ser que las primeras experiencias desempeñan un papel importante a la hora de modificar el umbral o vulnerabilidad de la expresión de estas reacciones aparentemente inadaptadas. Los patrones de autorregulación y de regulación diádica, tanto los eficientes como los deficientes, se establecen en la relación de apego.
No es posible vinculación saludable sin sentirse seguros.

¿Cómo solucionan los niños la desregulación?
El mandato de supervivencia es tan imperioso que los niños «aprenden, si», crean plantillas para solventar la adversidad:
Cuidadores desdeñosos: Bebés evasivos que aprenden a no pedir ayuda cuando están angustiados y desvían la atención de las preocupaciones relacionadas con el apego. Esto, no quiere decir que el niño haya aprendido algo que le conviene, esto quiere decir que ha agotado sus recursos de conexión con lo que implica en todos los órdenes socio afectivos. Hipoexcitación.
Cuidadores invasivos: Bebés que se adaptan a cuidados inconsistentes siendo hipervigilantes, se centran en el apego y en el cuidador. Hiperexcitación.
Cuidadores atemorizantes: Bebés en alerta máxima ante cualquier peligro, no tiene comportamiento relacional organizado. Estados hipo e hiperexcitación, estados vacíos y desactivados.

La educación del control
Profesionales que han escrito esta guía:
Frecuentemente, el comportamiento del adulto puede ser responsable de las acciones del niño. Revisen a qué están incitando a los progenitores.
La herencia de la educación basada en el control y la corrección sigue siendo tendencia, a la vista de esta publicación que tiene mucha más relevancia por estar elaborada por profesionales en atención y cuidado de la infancia.
E inexorablemente estos planteamientos autocráticos extienden sus tentáculos sin darse cuenta de que la educación basada en el mero control y corrección proviene de creencias alejadas de la necesidad infantil, es inseguridad adulta, son praxis primitivas que nos alejan de la posibilidad de satisfacerla adecuadamente.
Activen sus cerebros, atender a bebés es maravilloso y también agotador. Estos conocimientos nos responsabilizan sobre las experiencias que aportamos.
En una sociedad presa por la urgencia no es fácil vivir con gozo los procesos infantiles pero señor y señoras profesionales de la salud que han elaborado esta guía, la infancia no puede ser la diana de la premura del control, sí debe ser el foco en el que se concentre la CONEXIÓN. En los primeros años de la vida cuerpo con cuerpo para llegar al corazón.
Tu calma, es su calma y la calma es oportunidad de exploración y aprendizaje ¡Los vómitos y la ansiedad NO!
En cualquier caso sus indicaciones son promotoras de estados desregulados y reactividad cerebral. Niños y niñas con cimientos basados en el miedo y la culpa, adultos que reaccionan a la vida en vez de responder.
La naturaleza humana generalmente responde a la coacción externa con una contra-coacción.» — Alfred Adler (1870-1937)

Un mundo posible
La información es necesaria mas no es suficiente, apremia aprender a cuidar saludablemente. No nos lo hagan más difícil difundiendo contenidos conservadores de nuestros lastres más grandes como sociedad.
Permitan desde la altura de «su parcela de poder» que otros y otras sigamos entregados a satisfacer necesidad infantil para que los niños puedan progresar como seres humanos y puedan llenar sus tanques emocionales.
Podemos aprender de los entornos, podemos imaginar entornos diferentes y podemos hacer que esos entornos se conviertan en realidad.
Tomemos a los niños y niñas pequeños en serio.
¡Todo puede ser también diferente!
Agradecida a Siegel, Porges, Hill, Schore, Gerard, Gopnik, Barudy, Cyrulnik, Hoffman, Cooper, Powell, Céspedes, Marrodán, Perry, Adler,… por nutrir con su sabiduría la esperanza.
NOTA: Me he enfocado tan solo en un párrafo de esta guía, sin embargo toda ella es imprescindible que sea revisada por los errores de bulto que contiene y las consecuencias graves a las que puede dar lugar.
Gracias Marisa porque desde tus conocimientos, experiencias y sabiduría pones en evidencia lo escrito en esa “guía” que lo único que hace es alejarnos de los niños en vez de acercarnos a ellos. Con tu permiso comparto!
Muchas gracias Patricia, es tan desoladora esta «guía» que espero que recapaciten y la retiren muy pronto. Lo que los niños necesitan de nosotros es amor y cuidados, acompañamiento y sensibilidad, especialmente cuando se encuentran desmoralizados y desalentados.
Un abrazo agradecido.
Gracias! Hace tanta falta contactar con la esencia!
Muchas gracias Gema, es ineludible la protección de la infancia y esta guía no lo hace.
Sumaremos todos los esfuerzos para que revisen esta publicación.
Un abrazo agradecido.
Gracias Marisa por tus palabras. Por compartir tu conocimiento y saber y dedicar tu tiempo a iluminar a una sociedad un poco más cegada cada día. Cuidar la infancia es cuidar el mundo y el futuro del mismo.
Muchas gracias Mar, la infancia debe ser protegida y sus derechos preservados.
Cuidarla, además de privilegio es una gran responsabilidad.
Un abrazo agradecido.
Querida Marisa:
Al igual que tú, yo también me quedé perpleja sl leer esta guía. ¿Qué podemos hacer para su retirada? Me llama mucho la atención que todos los que la han hecho tengan las mismas creencias arcaáicas pero sobre todo, que se llamen profesionales sanitarios y que no sepan absolutamente nada de cómo funciona el cerebro. No tenían más que contactar con Álvaro Bilbao.
Un fuerte abrazo
Muchas gracias Rocío por tu comentario.
Ya son muchas las personas que están expresando su disconformidad con esta publicación, espero que se hagan eco y tomen la solución más beneficiosa para la infancia.
Un abrazo.