¿Y tú qué ves aquí? En principio, ésta es una de las múltiples fichas de un Proyecto educativo.
¿Y tú qué lees aquí? «Apoyamos una educación integral que arranca de la unidad de la persona. por lo tanto, se apoya en el crecimiento global de todas sus dimensiones y en su capacidad para relacionar saberes, y también para transferir y aplicar lo que va aprendiendo a situaciones, contextos y áreas de enseñanza diferentes». Es la introducción de una propuesta didáctica, de las muchas que hay en el mercado.
¿Y qué dice la LOE? No lo transcribo por archiconocido, lo de estimular desarrollo de capacidades, potenciar la creatividad, el interés, curiosidad por el descubrimiento, transmitir hábitos que generen autonomía… ¡Precioso, música celestial! ¿Quién se atrevería a decir a esto que no?
¿Y para qué nos hemos formado?
Preguntas y más preguntas. Sociedad cambiante a ritmo del rayo, metodologías arcaicas en el punto de mira.
Hace unos días, una amiga y colega me comentaba que debía defender el uso de fichas como recurso metodológico en su planteamiento educativo porque se lo habían cuestionado desde la dirección del colegio. Todos andamos un poco alborotados, inquietos. Sabemos que los resultados de nuestra labor pedagógica no son los que los chicos necesitarían para pensar, para aprender, para ser. Y, a veces, en la búsqueda del «elixir de amor» que todo lo remedie, pensamos que es la falta de instrumentos de nuevas tecnologías, pensamos en una nueva vuelta de tuerca en la ya retorcida ley educativa, pensamos en… bueno, cada cual sabrá los argumentos que se da a sí mismo. Si te lees la Ley, si reflexionas sobre las propuestas metodológicas, si analizas el material y los medios… piensas tenemos todo ¿y por qué no conseguimos desarrollar en los niños la habilidad, el interés y el gusto por aprender? ¿Son estas fichas, son los textos, es el curriculum, son las estrategias… ?
El caso es que para contestar a mi colega, debía escribir. Debía argumentar o contraargumentar y en ese proceso de análisis y síntesis se agolpaban los pros y los contras. Quizá el más importante, el que más me inquietaba era ¿y tú qué ves aquí?
A la vez que mantenía esta conversación, en Twitter, ese discurrir sin fin de pensamientos, debates e ideas, de ilusiones y frustraciones, asistía al nacimiento de Purpos/ed que tiene como objetivo dar impulso a un debate en torno a la pregunta: ¿Cuál es el propósito de la educación?
En medio de ese bullir de ideas tuve que poner mi cerebro a nivel de lo cotidiano, de lo concreto. Olvidarme de lo melódicas que suenan las palabras grandilocuentes y meterme en el aula. Fui directamente con el pensamiento a la ficha, el desencadenante, para sentir el suelo, lo contundente de la labor educativa.
Y de nuevo me cuestioné ¿y tú qué ves aquí? Y esa fue también la respuesta.
Creo, firmemente, en el poder de la mirada que el educador ejerce sobre el educando. Creo firmemente en que lo que es capaz de trocar fracaso en éxito es nuestra actitud, la de los educadores, ante el hecho educativo. Una ficha, un ordenador, un libro de texto… no son nada y lo son todo. Lo que rompe moldes, lo que revoluciona, lo que mueve montañas, lo que puede conseguir esa ansiada finalidad educativa de facilitar a nuestros chicos el crecimiento personal, somos nosotros, nuestra formación, esfuerzo, creatividad y pasión puestos en funcionamiento. Creo, firmemente, que ese es el elixir de amor de la educación.
Y, de nuevo, me asusta el pensamiento, ya me vuelve a sonar a grandilocuente, me vuelvo a ir por las ramas y regreso a mi ficha.
Si yo quisiera explicar a un iniciado cómo usar ese trozo de papel para obtener el mayor beneficio educativo ¿qué haría? Le diría nunca lo utilices para salvar el tiempo de horario, deja volar tu imaginación y sé sensible a la de los chicos, estruja hasta la última gota tus posibilidades si ves que cala en el interés de los protagonistas del aprendizaje. ¡Tienes toda la magia en tus manos!
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